Como seguir siendo de izquierda en el paraíso neoliberal llamado Chile (Es como ser ateo dentro del Vaticano)
por Hugo Farias Moya (Chile)
4 años atrás 6 min lectura
Muchos amigos y ex compañeros de Universidad me dicen: “No seas tan majadero si igual Chile ha progresado”. Son aquellos que íbamos a las marchas y protestas contra la dictadura de Pinochet. Son aquellos que creían que convertirnos en profesionales no era el fin para conseguir nuestros propósitos, sino al contrario, era para encauzar la lucha por un futuro socialista. Son aquellos que nos mirábamos como hermanos y no como subordinados al poder. Son aquellos que compartíamos la olla común y los encuentros artísticos y culturales con los obreros y pescadores mientras estudiábamos nuestra carrera. Son aquellos que nos unían grandes sueños de justicia, principalmente porque casi todos veníamos de familias obreras y campesinas.
Pero algo pasó en la cabeza de aquellos que luchábamos por un mundo mejor en esos oscuros años de dictadura. No a todos eso sí, aclaro. Son aquellos que tenían el lema: “Apurémonos en cambiar al mundo, porque después el mundo nos cambia a nosotros”. Sin duda que se cumplió esa profecía. A varios los cambió. Tal como me lo afirma mi hija Camila, de profesión Socióloga: “Mira papá, al final ganó Pinochet”. Es cierto que es una frase verdadera, pero no por eso deja de ser dolorosa. Por sobre todo para aquellos que perdieron la vida y los que fueron detenidos y torturados durante la tiranía. Muchos de esos hoy ocupan cargos de importancia en el aparato público y en la política como diputados y senadores, pero indudablemente como cualquier camaleón se pasaron a las filas del enemigo. Es muy triste comprobar esto último, más aun cuando los que conservamos intactos los ideales de juventud hemos sido tildados de afiebrados, tozudos, tercos y que no nos hemos renovado. Ahora los que se renovaron, como decía otro gran amigo, no se renovaron, se acomodaron.
Como lo porfiado no me lo quita nadie y como parece que aún no he envejecido como otros, he seguido defendiendo mis ideales, llenos de humanismo y solidaridad, a pesar de que nuestro país se convirtió en el paraíso neoliberal. Nuestro país mutó de ser una nación de alegría, fraternidad y solidaridad a ser la capital mundial del individualismo y del egoísmo. Todos y me refiero también a los que se denominaban como de izquierda, se alinearon con el catecismo del capitalismo. Me refiero también a los dirigentes de los partidos políticos de izquierda y aclaro que fueron sus líderes y no los militantes de base, que está compuesta generalmente de gente humilde y sencilla. He conversado en innumerables ocasiones con militantes de base y me repiten lo dolido que están de sus dirigentes que se han coludido con la derecha para convertir a nuestro país en la escuela mundial del libre mercado. Como será el colmo del carepalismo que partidos de izquierda lucran con Universidades, autopistas concesionadas, bienes raíces y un sinnúmero de acciones en empresas privadas. Todo lo anterior bajo el aplastamiento de la disidencia de los militantes de base. Los dirigentes miran con desdén a aquellos que protestan y les colocan el pie encima tildándolos que se quedaron en el pasado.
Ejemplos emblemáticos de esto último tenemos a los Tironi, a los Brunner, a los Garretón, los Gazmuri, los Insulza, los Correa. Estos camaleones que tenían como lema: “Avanzar sin transar” y que tildaban al presidente Allende como reformista, son el mayor ejemplo de traición a la izquierda. Hoy son grandes y prósperos empresarios, que se coluden con la derecha. Si hasta el ex Ministro del Interior del gobierno de Piñera, Andrés Chadwick era un connotado ex MAPU. Al final todos se mimetizaron y coludieron en el tejido del engaño. Pero no solamente la tragedia era en dictadura sino también en democracia. Esta democracia a medias, con la tutela de la bota de Pinochet y donde las Fuerzas Armadas jamás an estado supeditadas al poder civil. Como decía un general de esta transición: “El gobierno hace que nos manda y nosotros hacemos como que obedecemos”.
Ejemplo de esta democracia que logró transformar a la izquierda en una mala copia de la derecha. Donde se repartían el poder entre ellos y los cargos y puestos de la administración pública, es sin duda el caso de Estela Ortiz, amiga personal de la ex presidenta Michelle Bachelet. Hija de un dirigente y miembro del Comité Central del PC, Fernando Ortíz, detenido y asesinado en el cuartel secreto de la Dina en calle Simón Bolívar y hecho desaparecer mediante los vuelos de la muerte de la Fach y lanzado al mar, se convirtió en todo lo que su padre quiso combatir, la injusticia, la corrupción y la desigualdad. Fue nombrada por Bachelet como directora de la Comisión Nacional de la Infancia. En el tiempo en que existía el Sename, donde los niños eran torturados, asesinados y violados. Por este cargo recibia un sueldo legal de 8 millones de pesos mensuales, más 3 millones sin declarar, por encabezar una comisión que sesionaba 4 veces al año y que no tenía sede. Es decir era un organismo casi fantasma. Su hija Javiera Parada no lo hizo peor, fue nombrada Encargada cultural de la embajada chilena en Estados Unidos, un puesto casi simbólico que también le reportaba cuantiosas ganancias. A ella no le gustaba vivir en la ciudad de Washington, por lo tanto se le daba una dieta aparte para vivir en la ciudad de Nueva York.
¿Por qué saco a colación este emblemático caso de aprovechamiento y corrupción?
Primero debo comentar una anécdota de mis años de tierna juventud. En el año 1985 en plena dictadura y donde cursaba mis estudios universitarios, yo había sido elegido presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería de mi Universidad, por el MDP (los más viejos reconocen esta sigla), es decir por los partidos de izquierda que estaban fuera de la naciente Alianza Democrática, que después se convirtieron en La Concertación. En esos tristes años nos enteramos por Radio Cooperativa del secuestro y posterior muerte por degollamiento de tres profesionales comunistas, Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero. Secuestrados delante de alumnos y apoderados desde el Colegio Latinoamericano de integración por carabineros de civil, en la comuna de Providencia. Recuerdo como si fuera hoy, como al día siguiente de saber esta horrenda noticia convocamos a una asamblea de estudiantes para manifestar nuestro repudio y rechazo a este acto criminal. Ese día pronuncié uno de los discursos más radicales contra la dictadura y uno de los más emotivos, según las palabras de mis compañeros. Debo reconocer que varias lágrimas derramamos como demostración a nuestro dolor. Pero las protestas ni la movilización social en respuesta a este crimen detuvieron la feroz represión contra los estudiantes y el pueblo de Chile. Incluso al año siguiente los militares quemaron vivos a dos jóvenes, con un despliegue sin precedentes por un ejército de ocupación sobre la capital. Todos nos compadecimos del sufrimiento de las viudas de los profesionales degollados, incluso las acompañamos en sus protestas por exigir justicia.
En estos 30 años hemos descubierto nuestra ingenuidad y lo más doloroso es la constatación de nuestra decepción en nuestros otrora líderes políticos.
En resumen: no he cambiado y sigo manteniendo intacto mis ideales de juventud, por ahora sigo siendo un ateo dentro del Vaticano.
Hugo Farias Moya
Nota: Si alguien quiere publicar este artículo en algún medio, no solamente lo autorizo a hacerlo, es más le ruego, le suplico, le imploro que lo haga.
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