El Papa Francisco desenmascaró la mafia de los obispos chilenos
por Rafael Luis Gumucio Rivas, El Viejo (Chile)
7 años atrás 6 min lectura
18/05/2018
A diferencia de los obispos chilenos, que hablan aflautado para esconder su acción mafiosa con universales y eufemismos, Francisco habla claro, directo y sin temor, es decir, “llama al pan, pan y al vino, vino “al tratarlos claramente de encubridores y de cómplices del desaparecimiento de pruebas.
Digamos, con todas sus letras, que los obispos chilenos no presentaron voluntariamente la renuncia a sus cargos, sino que dejaron en libertad de acción al Papa. La jerarquía es colegiada y el obispo de Roma, el Papa, es el primero entre los pares, (no tiene nada que ver con el régimen presidencial o las monarquías absolutas o parlamentarias, en que el Presidente puede nombrar o remover a sus ministros a su amaño); el que se haya provocado la renuncia de todos los integrantes de la Conferencia Episcopal chilena es inédito en la historia de la iglesia católica.
Francisco, en forma prístina, los acusa de abuso de poder, que es la raíz de todos los abusos sexuales, tanto por parte del clero, como de los laicos, incluido el dominio sobre la mujer. En la jerarquía de la iglesia católica sólo hay hombres célibes y ninguna mujer, a quienes se les encomienda la tarea de preparar bocados de cardenal, sumado a otras exquisiteces.
El amor al poder siempre lleva al abuso y, sobre todo, a la corrupción. En su mayoría, los obispos y muchos sacerdotes se han convertido en sirvientes de los ricos y, en sus sermones pronuncian palabras que suenan como sinfonía en los oídos de los poderosos. Entre otras tareas, bendicen los Bancos, los colegios para ricos y crean universidades, cuyos rectores se atreven a negarse a cumplir las leyes del Estado, que las financia.
En Chile hay dos jerarquías eclesiásticas: la de los “sepulcros blanqueados”, que siguen a los cardenales Ezzati, Errázuriz y Karadima, compuesta por los millonarios de Cristo y los Opus Dei, y la otra, que abre las puertas y las ventanas a los pobres, marginados y explotados, es decir, la Iglesia, pueblo de Dios, cuyo cuerpo místico está formado por la red de Comunidades Cristianas de Base, y su mensaje es la Teología Liberadora, es la Iglesia de los curas obreros y viven en las poblaciones al servicio de los más necesitados; la primera, es machista y paulina, la segunda, es feminista y acorde con el mensaje evangélico de Jesús.
Mucha razón tiene el padre Felipe Berríos al estar agotado con una jerarquía que sólo da noticias de pastores contra las ovejas; con una jerarquía que saben utilizar muy bien el secretismo y el “lenguaje de los universales”, como dijo Francisco, para decir frases “cantinflescas” y generales que, al final son vacías y lejos de la práctica, dejándolos como hombres con olor de santidad. Qué cuesta decir en un sermón “bienaventurados los pobres” cuando, en cotidiano, los desprecian por pobres, hediondos e ignorantes, que sólo merecen compasión y la promesa de la vida eterna, (en vez de repartir incienso, reparten opio).
En la conferencia de prensa de esta mañana, los dos voceros, los obispos González y Ramos, se mostraron tal cual son: seres fríos, muy lejanos a los laicos y de un corporativismo mafioso, muy parecidos a sus congéneres sicilianos. Se notó que la tal renuncia a sus cargos de obispo fue forzada por la presión del Papa; en su yo interno se notaba la esperanza en cada uno de que no se aceptara su dimisión.
El “dolor y vergüenza” de la mayoría de estos treinta y tantos obispos se ha convertido en una frase ritual, una especie de generalidad que tiene poco significado, pues se ve, a través de las cámaras, que no se la creen para nada. No basta con golpearse el pecho para congraciarse con el pueblo de Dios, se requiere verdad, colaboración con la justicia y reparación a las víctimas que, no necesariamente se refiere a lo material, sino sobre todo a lo espiritual.
El Papa marcó muy bien, simbólicamente, sus preferencias: envió al hotel en Roma a la mayor parte de los obispos chilenos y alojó en su casa a las víctimas de Karadima, especialmente invitadas por él, (convidó al restaurant a Lázaro y a pedir limosna a Epulón).
Con la renuncia y el consiguiente cambio de obispos no se soluciona la grave crisis de la iglesia chilena: el crimen, el delito o el pecado – como lo quieran llamar – es mucho más profundo: el quiebre entre cardenales, obispos, sacerdotes y agentes pastores y el pueblo de Dios es total y llega hasta lo profundo del alma del cristianismo, por consiguiente, no sólo basta con cambios de unas personas por otras: para usar lenguaje cristiano es absolutamente necesaria la conversión, es decir, la creación de un nuevo paradigma, que consiste la resurrección del evangelio de los pobres y de los necesitados- Hay que terminar con el boato de la iglesia de Constantino y volver al verdadero sentido de la iglesia de Jesucristo: abandonar el culto de “mamón” y vivir como pobre y con los pobres.
El celibato es un muy buen negocio para la iglesia, pues evita que sacerdotes, la mayoría de familias ricas y aristocráticas, leguen su dineros a mujer e hijos, como lo determina la ley, en cambio se ven obligados a dejar sus bienes a la iglesia católica, que se suma a herencia de las señoras beatas, que tienen terror al infierno, (es cierto que hay muchos sacerdotes hijos de aristócratas y ellos mismos millonarios, que siguen auténticamente el evangelio, entre ellos, los sacerdotes Aldunate, Puga y el obispo Valech).
Aun cuando es muy buena la iniciativa de terminar con la prescripción para delitos de pedofilia o bien, aumentarla a treinta años, no basta, pues es cierto que puede limitar este tipo de delitos, pero no termina con su raíz, que es el abuso de poder.
Particularmente la iglesia chilena, luego de la muerte del cardenal Raúl Silva Enríquez, se ha convertido en la ramera de los ricos, que sólo sirve al 1% de los chilenos. En su quehacer cotidiano predomina el orden jerárquico – aquí mando yo porque soy purpurado y, como soy amigo del Papa, tengo pitutos para evitar que, por ejemplo, el padre Felipe Berríos sea nombrado capellán de La Moneda, como si le importara limpiar la bota de los poderosos, o que Juan Carlos Cruz sea proscrito para integrar una comisión vaticana, llamándolo “serpiente”, (ver correos entre Ezzati y Errázuriz).
Esperemos que el Papa no pierda esta gran oportunidad para depurar la jerarquía eclesiástica, fundamentalmente, la curia vaticana. Terminar con las mafias es tarea difícil, (baste recordar que la mafia siciliana cobró la vida de varios jueces).
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