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Turquía: desde los Jóvenes Turcos al Sultanato

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18-042017
Para ganarse el favor de los árabes, en la Primera Guerra Mundial franceses e ingleses prometieron la formación de un gran Estado árabe. La película Laurence de Arabia retrata este intento. Al final, ese sueño terminó en la más desoladora de las mentiras, pues Arabia fue dividida en una serie de protectorados, unos para Francia y otros para Inglaterra.

A raíz de la derrota del imperio turco en la Primera Guerra Mundial desapareció el sultanato y se fundó la República turca, cuyo líder fue Mustafá Kemal Atatürk, quien representaba la rebelión de los Jóvenes Turcos y, con ellos se occidentalizó el país: se suprimieron los trajes árabes y se imitaron las instituciones políticas de Occidente, que incluía el cierre de las escuelas religiosas y la proclamación del Estado laico, la adopción de una nueva Constitución (1924) y el uso del calendario occidente, sustituyendo, además, el alfabeto árabe por el latino y aprobando el derecho a voto de las mujeres, entre otras leyes.

Mi abuelo materno, don Manuel Rivas Vicuña, era muy hábil para inventar nombres de movimientos políticos: en 1920, formó los llamados “electrolíticos”, grupo de diputados liberales, que fueron decisivos en la creación del tribunal de honor, y el nombramiento, a raíz de un pacto oligárquico, del candidato a la presidencia de la república, don Arturo Alessandri Palma. Rivas Vicuña perteneció a un grupo de liberales progresistas, partidarios de una serie de reformas sociales, entre ellas la ley de Instrucción Primaria Obligatoria y Gratuita, y que se hacían llamar “los jóvenes turcos”, que estaba muy de moda en la sociedad mundial entre la década 20 a 30 del siglo XX.
Posteriormente, también perteneció a ese grupo el poeta Vicente Huidobro en 1927

Por su ubicación, puente entre Europa y Asia, Turquía ha jugado un papel fundamental a través de la historia universal: Constantinopla fue la capital del imperio romano, llamado de Oriente; posteriormente el país se transformó en imperio otomano bajo los distintos sultanatos. Turquía se convirtió en la gran potencia de oriente durante más de quinientos años, pero la Primera Guerra Mundial marca el declinar de este imperio.

Para la OTAN y las demás potencias occidentales, Turquía juega un papel muy importante, pues Estados Unidos había instalado en ese país misiles de alto alcance, a fin de amenazar a la entonces Unión Soviética – baste recordar la famosa “crisis de los misiles”, el 24 de octubre de 1962 -. La URSS se vio forzada a retirar estos artefactos de Cuba a cambio de que Estados Unidos hiciera otro tanto con los instalados en Turquía.

Geopolíticamente, Turquía tiene fronteras con Armenia, Siria, Irán, Irak, Grecia, Georgia, Bulgaria, Azerbaiyán, una franja importante del pueblo kurdo – con 21 y 24 millones de habitantes – se encuentra en Turquía, país que no reconoce a los kurdos como un pueblo autónomo y ha sido incapaz de integrarlos.

El gobierno turco ha acordado, junto con la Unión Europea, mantener y/o contener a la ola de inmigrantes venidos, fundamentalmente, de la catástrofe siria, de más de seis años de guerra civil. La Unión Europea devolvería a Turquía a todos los inmigrantes irregulares que logren llegar a Grecia, y por cada ciudadano sirio enviado a la UE, aceptaría uno de los ya asentados en Turquía. El precio que debiera pagar la UE por la retención de los refugiados en Turquía sería de 3 mil millones de Euros, es decir, 3 mil millones trescientos mil dólares. Hasta el momento, Europa ha pagado sólo un tercio de lo acordado con Turquía.

El chantaje a costa de los refugiados es una poderosa carta en manos del ahora “sultán”, Recep Tayyip Erdogan, para amenazar a Europa, pues bastaría que dispusiera la apertura de las fronteras a los inmigrantes para que la egoísta Europa se viera invadida de refugiados, niños famélicos, mujeres y pobres de la tierra. Algunos hipócritas cristianos, que se golpearon el pecho con ocasión de la Semana Santa, quieren ignorar la miseria y permanecer ciegos y felices en la sociedad del dios mamón. ¡Cómo han transformado a Cristo crucificado en una ramera del capital! ¿Qué dirá “el Santo Padre que vive en Roma”? (Violeta Parra).

Erdogan, aprovechándose del último frustrado golpe de Estado – no se sabe si lo inventó él mismo como excusa para emprender una sangrienta represión – del 26 de julio de 2016, ha iniciado una estrategia para destruir el legado del padre de la patria, Mustafá Kemal Ataturk, logrando una purga en el ejército, la persecución de sus opositores enviándolos a las cárceles y la instalación de un Estado de emergencia, que rige hasta hoy.

La política internacional de Ergogan no está exenta de conflictos: en primer lugar, se enfrentó al Presidente de Rusia, Vladimir Putin, por el incidente del avión ruso; en segundo lugar, invadió Siria y combatió a los kurdos y, además fue acusado de comprar petróleo de ISIS; en tercer lugar, Turquía ha querido entrar a la Unión Europea – idea actualmente abandonada por el mandatario -; también ha tenido conflictos con Holanda y los demás Países Bajos, hecho que generó un conflicto al punto de romper relaciones diplomáticas – Holanda se negó a dejar entrar a una ministra del gobierno turco -.

En los países de Europa existen importantes grupos de inmigrantes turcos: solamente en Alemania hay 2.637.000 ciudadanos de origen turco, en la capital 120.000; también existe un número importante de turcos en Austria, Inglaterra, los Países Bajos, y se estima que tres millones de turcos están habilitados para votar en Europa Occidental, lo cual desató una verdadera batalla en la campaña por el plebiscito, convocado por Erdogán el domingo 16 de abril último, para la aprobación de mayores poderes para el Presidente, que estará en el poder hasta el 2029.
El plebiscito fue llevado a cabo bajo Estado de emergencia, en plena razia de persecución a los opositores al régimen tiránico de Erdogan, y aún con estas limitaciones, el SÍ obtuvo apenas un 51%, contra 48% del NO que se opuso a otorgar plenos poderes al sultán. El NO ganó en las principales ciudades de Turquía, entre ellas Estambul; el SÍ logró mayoría sólo en los sectores rurales, donde la represión del Estado tiene mayor poder e influencia. Con mucha razón los partidarios del NO impugnan este plebiscito.

La propuesta de Erdogán supone el término del parlamentarismo, reemplazado por un presidencialismo absolutista: el Presidente está facultado para decretar Estado de excepción sin consultar al Congreso, disolver el Parlamento cuando lo crea conveniente, nombrar a los jueces a su amaño; en próximo plebiscito plantea el restablecimiento de la pena de muerte, lo que le impediría convertirse en miembro de la Comunidad Europea.

El nuevo “sultán” de Turquía tiene más poder que cualquiera de sus predecesores y no nos puede extrañar que un autócrata como Donald Trump aplauda su triunfo.
18/04/2017

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