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50 Años del Golpe de Estado, Historia - Memoria, Salvador Allende Gossens

Frei y la Democracia Cristiana en los documentos desclasificados norteamericanos

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22 de diciembre de 2006

Presentación:
A raíz de las recientes declaraciones públicas de la Senadora Soledad Alvear, en el sentido de que el Partido Demócrata Cristiano chileno nunca apoyó el golpe militar de 1973, nos ha parecido necesario poner en conocimiento de los lectores de piensaChile los diferentes documentos, generalmente poco conocidos por el público, a partir de los cuales sea posible formarse una opinión más fundada y completa del verdadero papel jugado por aquel partido antes, durante y posteriormente al Golpe. Es así como hemos publicado ya la extensa carta de Eduardo Frei a Mariano Rumor, fechada el 8 de noviembre de 1973, y la casi desconocida carta de Bernardo Leighton a Eduardo Frei, del 26 de junio de 1975.

 

Publicamos ahora una serie de testimonios de extraordinaria importancia, que tampoco son de fácil acceso, a pesar de que circulan en forma de libro en el mundo de habla hispana desde hace varios años. Nos referimos al libro de Peter Kornbluh titulado: “Pinochet: los archivos secretos”, (Barcelona, Editorial Crítica,  2004) en el que se organizan, comentan y contextualizan los miles de documentos oficiales secretos de distintas agencias del gobierno norteamericano, que sólo fueron hechos públicos con motivo de la detención de Pinochet en Inglaterra,  y que contienen una serie de informaciones y pruebas inéditas, que superan con creces lo que fuera descubierto y revelado en 1975 por el ComiteChurch (Esa fuente ya no existe. La hemos rastreado en internet y la puede leer aquí: ComiteChurch  piensachile actualizado el 27.082023). Pero, obviamente, no reproduciremos aquí la totalidad de tales documentos, que constituyen un volumen de 381 páginas, sino sólo aquellos de sus pasajes en los que se hace referencia a  Eduardo Frei y a la Democracia Cristiana chilena, en razón de los propósitos informativos indicados más arriba.

 

Es importante destacar que los archivos hasta ahora desclasificados no contienen toda la información existente acerca Frei y la DC durante el decenio anterior al Golpe, pues como señala Kornbluh: “Los dos volúmenes que conforman la historia interna de la CIA en torno al respaldo ofrecido de forma clandestina a los democristianos, titulados “The Chilean Election Operation of 1964. A case History 1961-1964”, siguen siendo altamente confidenciales. Se sabe, sin embargo, que contienen información relativa a operaciones encubiertas que comenzaron en 1961… y que culminaron en el oneroso financiamiento de la campaña de Frei en 1964. En abril de 1962, el grupo de expertos 5412, como era conocido el equipo de altos cargos de  diversas agencias que supervisaban las operaciones encubiertas, aprobó la propuesta de la CIA de “emprender un programa secreto de ayuda financiera”  a los democristianos. Entre esa fecha y la de los comicios, la CIA destinó unos cuatro millones de dólares a Chile para respaldar la elección de Frei, incluidos  2.6 millones que de forma directa se destinaron a financiar más de la mitad del presupuesto de su campaña” (Pinochet: los archivos, pág. 30).

 

Como podrá apreciarlo el lector, en cada caso hemos suministrado un contexto mínimo que haga comprensible los pasajes citados, que así pueden ser comprendidos por sí mismos, pero no se debe olvidar que ellos han sido sacados de un contexto aun más amplio en el que adquieren su sentido más completo. Para una mejor comprensión y recontextualización  de lo aquí reproducido, puede leerse: “Los EEUU y el derrocamiento de Allende. Una historia desclasificada”, del propio Peter Kornbluh (Santiago, Ediciones B/Grupo Z, 2003), que es más breve porque cubre una porción menor de los mismos documentos desclasificados en los que se basa “Pinochet: los archivos secretos”. Recomendamos, también, el más accesible librito sobre el mismo tema titulado: “Archivos secretos. Documentos Desclasificados de la CIA”,  de Hernán Soto y Sergio Villegas (Santiago, LOM Ediciones, 1999. Ver tambien )  Para el “Informe Church”, véase: “Intervencion norteamericana en Chile. Dos textos claves”, de Armando Uribe y Cristián Opaso (Santiago, Editorial Sudamericana, 2001).

 

Por cierto, no incurrimos en ningún acto de piratería intelectual al poner estos materiales al alcance de nuestros lectores, los que han sido mundialmente conocidos gracias a la encomiable labor del National Security Archive, de la George Washington University, un Instituto y una Biblioteca sin fines de lucro, financiada por donaciones de individuos e instituciones, cuyo propósito central es, precisamente, la divulgación de estos valiosos documentos.

 

Hemos reproducido estos reveladores textos del modo más fiel que nos ha sido posible, aunque en algunas pocas ocasiones hemos hecho pequeñas correcciones e interpolaciones, puesto que es manifiesto que el encargado por la Editorial Crítica para verterlos a nuestra lengua, a pesar de que no lo hace mal, sólo conoce el español como segunda lengua. Hemos mantenido, entre paréntesis, los llamados a las notas de la edición impresa, que hacen referencia a los documentos, y a  otras informaciones y comentarios del autor, pero no hemos incluido las notas.

 

LOS DOCUMENTOS

1.

“En Chile, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), presidido por Eduardo Frei, parecía hecho a la medida para esta revolución de la ‘clase media’. Haciendo caso omiso de los ayudantes que querían seguir respaldando a Alessandri, Kennedy lo organizó todo para que Frei y Radomiro Tomic, otro dirigente de centro, hiciesen una visita secreta a la Casa Blanca a principios de 1962. El presidente tenía la intención de evaluar en persona a estos nuevos líderes chilenos y, según asegura cierto informe, ‘decidir a quién prestarle en secreto ayuda en las elecciones’”.(5) (Op. Cit, pág. 30)

 

2.

“Además de la provisión directa de fondos para fines políticos, la CIA llevó a cabo en Chile otras quince operaciones de relieve, entre las que se cuentan la creación y mantenimiento clandestino de numerosas organizaciones cívicas con la intención de influir y movilizar a sectores votantes decisivos. La empresa más importante, de cualquier manera, fue una intensa campaña propagandística contra Allende, en la que se invirtieron tres millones de dólares. El informe Covert Action in Chile 1963-1973, elaborado por el comité Church, describe la magnitud de estas actividades:

 

‘Se hizo un amplio uso de la prensa, la radio, el cine, panfletos, carteles, volantes, correspondencia directa, artículos en diarios y  afiches de grandes letras pintados durante una campaña del terror que se basaba sobre todo en imágenes de tanques soviéticos y pelotones cubanos de fusilamiento, que iban dirigidas especialmente a las mujeres. Las organizaciones democristianas distribuyeron cientos de ejemplares de la pastoral anticomunista promulgada por el Papa Pío XI. …Asimismo, se recurrió a la ‘desinformación’ y la ‘propaganda negra’ (por medio de material que, supuestamente, provenía de otras fuentes, tales como el Partido Comunista chileno)’.(7)

 

En los meses que transcurrieron hasta las elecciones de septiembre de 1964, las operaciones se hicieron cada vez más intensas.  Así por ejemplo, un grupo de propaganda de la CIA distribuyó tres mil carteles políticos anticomunistas y produjo veinticuatro boletines informativos al día, así como veintiséis comentarios semanales. El objetivo de todo esto era alejar a los votantes de Allende y acercarlos a Eduardo Frei. La CIA, tal como lo señaló el Comité Church, consideraba que esta campaña propagandística era ‘la actividad más efectiva emprendida por Estados Unidos en nombre de los candidatos democristianos’”.

 

Todas las encuestas sitúan a Eduardo Frei por encima de Salvador Allende, informó el Secretario de Estado Dean Rusk en una memoria desclasificada recientemente. El texto, que lleva el sello de ‘Altamente Secreto: Distribución exclusiva’, estaba dirigido al presidente Lyndon Johnson, y tenía fecha del 14 de agosto de 1964, tres semanas antes de las elecciones”:

 

‘Estamos haciendo grandes esfuerzos encubiertos para reducir las posibilidades de que Chile se convierta en el primer país de América en elegir a un marxista declarado. Nuestro programa, que se mantiene en el más estricto secreto, incluye un respaldo económico especial para garantizar la estabilidad, ayuda a las fuerzas armadas y la policía para mantener el orden, y acciones políticas y propagandísticas estrechamente ligadas a la campaña de Frei’ [Subrayado en el original]” (Op. Cit, págs. 30-31).

 

3.

“Por otra parte, La CIA prosiguió su intervención encubierta mediante la acción política y las operaciones propagandísticas. Entre 1965 y 1970 empleó  dos millones de dólares en unos veinte proyectos concebidos para mejorar la imagen de los democristianos y minar la coalición política de Allende. En febrero de 1965, por ejemplo, la Agencia obtuvo el visto bueno que necesitaba para invertir ciento setenta y cinco mil dólares en el financiamiento directo de determinados candidatos a las elecciones del Congreso Nacional celebradas en marzo. En ellas salieron elegidos nueve de los que contaban con el respaldo de la CIA, en tanto que fueron derrotados trece de los del FRAP, desacreditados por la Agencia. En julio de 1968 se aprobó un presupuesto de trescientos cincuenta mil dólares para influir en las elecciones al Congreso de 1969, en las que ganaron diez de los doce candidatos seleccionados por la CIA. El centro de operaciones de la Agencia en Santiago se encargó del financiamiento subrepticio del partido de Frei durante los dos años que siguieron a su elección, y proporcionó fondos tanto a su gabinete como a los militares”.(Op. Cit., págs. 32 y 33)

 

4.
“De cualquier modo, casi la totalidad de los miembros de la embajada y los servicios de información compartía la opinión de que promover un golpe de estado en Chile en el otoño de 1970 constituía una operación prácticamente imposible, peligrosa desde el punto de vista diplomático y, por lo tanto, muy poco deseable. Durante la reunión del equipo de altos cargos de seguridad nacional conocido como el Comité 40, celebrada el 8 de septiembre, Kissinger y el director de la CIA, Helms, confrontaron los argumentos del Departamento de Estado según los cuales resultaría más efectivo centrarse en la reconstrucción del Partido Demócrata Cristiano para las elecciones de 1976”. (Op. Cit., pág. 36)

 

 5.

“El 14 de septiembre [de 1970], el Comité 40 autorizó a Korry a gastar doscientos cincuenta mil dólares para ‘respaldar de forma clandestina los proyectos que consideren importantes Frei o su equipo de confianza’. Sin embargo, la embajada y la CIA no tardaron en advertir que la posibilidad de que alguien los delatase convertía las operaciones de soborno en algo demasiado arriesgado: la menor filtración podía dar pie a una violenta reacción antiamericana en todos los niveles del nacionalista aparato político chileno. En consecuencia, se abandonó la idea del soborno, aunque Estados Unidos siguió presionando de forma encubierta a los militares y [a] los democristianos a fin de organizar el llamado ‘gambito de la reelección de Frei’”(Op. Cit, págs, 40 y 41).

6.

“A mediados de septiembre, la embajada y la CIA perseguían un plan que consistía en poco más que un golpe militar autorizado por Frei. Se trataba de pedir ayuda a éste para que garantizase: 1) la dimisión de su gabinete; 2) la formación de uno nuevo compuesto en su totalidad por personalidades militares; 3) el nombramiento de un presidente en funciones ; y 4) su propia salida del país, de forma que éste quedase bajo el control efectivo de los militares. ‘El éxito de un golpe de estado como este –afirmaba un informe de situación de la CIA- dependerá en definitiva de que Frei se comprometa a llegar hasta el final de forma incondicional’.

 

Y este era precisamente el principal problema de la vía I: la poca inclinación que sentía Frei por la idea de traicionar la larga tradición chilena de gobiernos civiles constitucionales. Korry, que se reunió en secreto con él y su intermediario, el Ministro de Defensa chileno, Ricardo Ossa, no sabía si elogiar al presidente en cuanto ‘única esperanza de Chile’, o despreciarlo por ‘no llevar bien puestos los calzones’. En lo que respecta a la CIA, David Atlee Phillips supo captar las problemáticas posibilidades que ofrecía un golpe de estado cuya trama se basaba en que los principales políticos civiles de Chile y su presidente estuviesen dispuestos a minar las sagradas tradiciones democráticas del país.

 

‘El cometido más importante –escribió en un cablegrama dirigido al puesto de operaciones de Santiago el 21 de septiembre- consiste en persuadir a Frei de que emprenda la acción que dará los resultados esperados.
Después, todo se tornará incierto para nosotros, por cuanto no tenemos claro qué queremos que haga Frei aparte de encabezar por sí mismo el golpe de estado militar, algo que apenas podemos esperar de un alma blanda como la suya. Podemos aspirar ansiosamente [a] que actúe de un modo que no sólo propicie el clima necesario para un golpe de estado, sino que lo precipite de un modo activo.’

 

Según el ‘Informe sobre las actividades del destacamento especial para Chile de la CIA’, que ha sido hecho público, la Agencia ‘puso en marcha una acción política coordinada con una campaña propagandística a fin de tentar y atraer a Frei’ para que hiciese realidad el plan del golpe de estado. Las más superficiales de estas operaciones iban desde sembrar los periódicos de todo el mundo de artículos falsos que asegurasen que los comunistas pretendían ‘destruir a Frei en cuanto individuo y dirigente político, una vez que Allende (se hiciera con) el cargo’, y tener a Frei informado de tales infundios de un modo directo, hasta organizar la llegada de una serie de telegramas dirigidos a su esposa por grupos ficticios de mujeres de otros países hispanoamericanos en los que se le suplicaba que salvara la región de los horrores del comunismo. (Cierto cablegrama de la CIA referente a la vía I, con fecha del 19 de octubre, afirmaba que ‘entre las influencias que mueven a Frei a adoptar una postura más severa se encuentra ‘el repentino cambio de carácter de la señora Frei’). La vía II, por su parte, incluía operaciones mucho más siniestras y violentas concebidas para ‘influir en el estado de ánimo de Frei’”.(Op. Cit, págs. 41 y 41).

 

7.

“Con todo, la planificación del golpe de estado seguía siendo problemática. El general Viaux se había retirado tras su intento de sublevación, por lo que no se haya al frente de tropa alguna. Además, cierta fuente de información [proveniente] de lo más alto del escalafón de la CIA lo había descartado puesto que era ‘una persona capaz de dirigir un intento de golpe de estado fallido que acabe en carnicería’ El general Marshall, con quien se había reunido la Agencia y a quien ésta financiaba, fue considerado enseguida demasiado inestable, y se dejó de mantener contactos con él ‘dadas sus tendencias extremistas’, según uno de sus informes. Por otra parte, los oficiales activos se hallaban inmovilizados por su propio comandante en jefe, el general René Schneider, quien había manifestado en público su opinión a favor de un traspaso constitucional del poder. ‘Aunque Frei ha estado explorando con los militares las posibilidades de intervención, y se da cuenta que el general Schneider es el principal escollo en ese sentido -señaló un informe especial de situación de la CIA, con fecha 2 de octubre- aún no ha sido capaz de reunir el coraje suficiente para neutralizarlo o hacerlo salir del país’. Frei, según se quejaba David Atlee Phillips en un cablegrama dirigido aquel mismo día al puesto de operaciones en Santiago, ‘está esperando a que los militares lo destituyan. Sin embargo, los militares chilenos de ideas constitucionalistas están aguardando a que Frei les ordene dar un golpe de estado’ En otro cable enviado tres días más tarde, el director del destacamento especial predijo que ‘sólo el caos económico o el surgimiento de serios disturbios civiles puede alterar la postura de los militares’”.(Op. Cit., págs. 44-45)

 

8.

“Para cumplir la orden de Nixon de promover un golpe de estado, la CIA hubo de arrostrar lo que el director Helms describió como ‘el imposible’ reto de obligar al presidente Frei a alzarse contra las estructuras democráticas de su propia nación, ‘neutralizar’, en caso necesario, al respetado comandante en Jefe de Chile, el general Schneider, y vencer lo que los documentos de la Agencia llaman ‘la inercia apolítica y constitucionalista  del estamento militar chileno’. Además, no había razón ni justificación alguna, ni siquiera un pretexto, para que los militares se movilizaran  para evitar el ascenso al poder de la coalición de Allende, la Unidad Popular. En realidad, la inmensa mayoría de los chilenos vivía en paz con el resultado del proceso político de la nación. ‘No hay excusa alguna para poner en movimiento a los militares- informó la base de operaciones de Santiago el 29 de septiembre -, en vista de la calma total que impera en todo el país’.

 

En la serie de operaciones más siniestras vinculadas a las vías I y II, la CIA, con la ayuda de la embajada y de la Casa Blanca, se propuso tornar de forma activa la tranquilidad en confusión  con el objeto de promover un ‘clima propicio para el golpe’ en Chile. El objetivo era instigar una crisis socioeconómica y unas convulsiones tales que obligasen a Frei o a los militares a actuar. ‘Hemos llegado a la conclusión de que nuestra labor consiste en crear un clima tal, que propicie un pretexto sólido para que los militares y el presidente actúen en la dirección deseada ‘, informaron Broe y Phillips al puesto de operaciones santiaguino el 28 de septiembre, en un cablegrama  que proporciona una detallada exposición de cómo la CIA se proponía fomentar un golpe de estado en Chile. ‘Sería recomendable que centrásemos nuestra atención de forma sistemática en los tres frentes de acción principales (entrelazados entre sí) de un programa diseñado para a) obligar a Frei a actuar o salir del país; b) crear una atmósfera en la que puedan actuar con éxito él u otros; y c) ayudar a crear el desencadenante de la acción’”

 

Los tres ‘frentes de acción’ para la creación de un ‘clima propicio para el golpe’ eran la guerra económica, la guerra política y la guerra psicológica.  Si se lograba ‘aumentar la tensión’ a través de estas tres líneas, en opinión de los estrategas de la CIA, no tardaría en presentarse de un modo u otro un pretexto para el golpe de estado”. (Op. Cit., págs 45-46).

 

9.

“En un cablegrama especial destinado a Kissinger, quien se hallaba de viaje con el presidente [Nixon] por Europa a principios de octubre, Richard Helms señaló que ‘el pretexto más lógico para lograr poner en marcha a los militares sería una repentina situación económica desastrosa’, y que ‘el único modo práctico de crear la atmósfera de tensión que lleve a Frei a reunir el coraje suficiente para actuar es asegurarse que la economía chilena, precaria desde las elecciones, empeore en forma drástica’. En palabras de Helms, ‘se requiere al menos una minicrisis’.

 

Tanto la CIA como los miembros del Departamento de Estado lograron el respaldo de las empresas estadounidenses que ten&ia
cute;an intereses en Chile. A finales de septiembre, Korry convocó a una reunión en la embajada con un nutrido grupo de representantes de éstas a fin de exponer la situación. También se encontró con un intermediario de Frei, el ministro de defensa Ossa, para que hiciese llegar a aquél una dramática advertencia: ‘No dejemos que llegue ni una sola tuerca o tornillo a Chile si Allende se hace con el poder. Haremos cuanto esté en nuestras manos para condenar al país y a sus habitantes a las privaciones y la pobreza más absolutas’. … Frei sería un iluso si creyera que existen muchas alternativas a la miseria más extrema o alguna esperanza de ver a Chile salir adelante’.(Op. Cit., pág.  46)

 

10.

“El Partido Demócrata Cristiano, que desde 1962 había sido uno de los principales beneficiarios de las operaciones políticas de la CIA en Chile en cuanto abanderado de la democracia, recibió tras la investidura de Allende cuantiosos fondos suministrados por la Agencia a fin de convertirlo en un organismo favorable al golpe de estado. Siguiendo la recomendación del embajador Korry, Kissinger convocó el 13 de noviembre a un encuentro especial del Comité 40 con la intención de aprobar fondos  -cuya cuantía aún no ha sido revelada- destinados a influir en la convención política del partido programada para principios de diciembre. A Washington no le preocupaba tanto la amenaza que suponía Allende para la existencia del PDC como el que el ala izquierda del partido, encabezada por el antiguo ministro de Relaciones Exteriores Gabriel Valdés, pudiera eclipsar la preponderancia de la facción centrista y debilitar así lo que el gabinete de Kissinger tenía por ‘la mejor fuente potencial de oposición a la consolidación del gobierno de Allende’. ‘Como Ud. sabrá –informó al Secretario de Estado su ayudante Arnold Nachmanoff el 12 de noviembre- (Valdés) representa al grupo del PDC que está dispuesto a adaptarse a Allende y a colaborar con él’. Si resultaba factible ‘influir en la decisión del PDC a favor de Frei -escribió Nachmanoff-, yo recomendaría aprobar la propuesta de Korry’.

 

Basándose en las conversaciones mantenidas con las fuentes de que disponía en el interior del bando de Frei, Korry resolvió que ‘no se requieren fondos ni acciones‘ para la convención que iba a celebrarse. No obstante, aún sería necesario ‘financiamiento externo’. El partido arrastraba una deuda de veinticinco millones de escudos desde la campaña de 1970, y tenía ‘necesidades para los gastos operativos de 1971’, según comunicó Korry en un cablegrama secreto y confidencial de densa redacción fechado el 4 de diciembre y destinado a William Broe y al subsecretario Charles Meyer. Según fragmentos del despacho aún censurado, el embajador recomendó que la CIA ayudase de manera encubierta al PDC a comprar un periódico que actuara del portavoz del partido contra el gobierno de Allende.

 

En diciembre de 1970, el director del puesto santiaguino de la CIA, Henry Hecksher, tuvo que acudir al cuartel general de Langley con el fin de desarrollar una serie de planes para colaborar con integrantes del PDC. La CIA envió asimismo a algunos de sus agentes con la misión de reunirse con un representante del partido ‘para examinar en profundidad ciertas propuestas y peticiones de grandes cantidades por concepto de ayuda’. También se mantuvieron encuentros similares con representantes del derechista Partido Nacional (PN). A finales de enero de 1971, la agencia presentó una extensa propuesta de catorce páginas acerca del ‘Respaldo financiero a los partidos chilenos de oposición para las elecciones de abril de 1971 y (compra de medios de comunicación)’, al Comité 40 para que los aprobase. En ella se solicitaban un millón doscientos cuarenta mil dólares para financiar de forma clandestina las campañas de los candidatos del PDC y del PN, así como la de otro más pequeño, el Partido Democracia Radical, para los comicios municipales que iban a tener lugar el 4 de abril.” (Op. Cit., págs. 80-81-82)

 

11.

“El 28 de enero, el Comité 40 de Kissinger dio el visto bueno a estas operaciones. Poco después, la CIA proporcionó a los tres partidos antes citados cuantiosos fondos, así como el dinero suficiente para que el PDC y el PN adquirieran sus propios periódicos y emisoras de radio a fin de dar voz a sus campañas en contra de Allende. Los días 22 de marzo, 20 de mayo, 6 de julio y 5 de noviembre de 1971, el Comité 40 autorizó la concesión de fondos secretos adicionales al PDC y a otros partidos de oposición. Por su parte la CIA solicitó –y recibió- 1.427.666 dólares más el 26 de octubre de 1972 con la intención de financiar de modo encubierto las campañas de oposición, y no pasó mucho tiempo antes de que se aprobase una nueva asignación por un valor de 175.0000 dólares, de modo que antes de acabase el año se había invertido un total de 1.602.666 dólares en la preparación de las elecciones al Congreso de marzo de 1973. Además, el 20 de agosto de 1973 se dio visto bueno a la entrega de otro millón de dólares con objeto de ‘proseguir las actividades encubiertas destinadas a fortalecer a los partidos de oposición y las organizaciones del sector privado contrarias al gobierno de la UP de Allende”. (19), (Op. Cit, pág. 82).
12.
“A fines de julio, la CIA informo de la existencia de un plan golpista ‘a punto de culminar’…. La Agencia informó también de que los militares estaban tratando de coordinar su toma del poder con la Confederación Nacional de Dueños de Camiones, que estaban a punto de emprender una huelga generalizada de camioneros. Aquel violento paro inmovilizó al país durante el mes de agosto y se convirtió en un factor fundamental en la creación del clima propicio para el golpe que con tanto ahínco había perseguido la CIA en Chile. Entre otros elementos importantes se hallaba la decisión que había tomado la cúpula democristiana de abandonar las negociaciones con el gobierno de la Unidad Popular y centrar sus esfuerzos, por el contrario, en la consecución de un golpe de estado. En un informe de la CIA de comienzos de julio, el puesto de operaciones en Santiago señaló que se había producido ‘una aceptación cada vez mayor por parte de los dirigentes del PDC de que la intervención de los militares puede ser el único modo de impedir que los marxistas se hagan con el poder absoluto en Chile. Si bien la cúpula del PDC no admite que sus decisiones y estrategias políticas están encaminadas a crear las circunstancias necesarias para dar pie a la actuación del ejército, los informantes del puesto santiaguino han comunicado que, en el ámbito privado, éste es un hecho político aceptado en general. (58) La postura de los democristianos llevó al Partido Comunista chileno, tradicionalmente moderado, a concluir que había dejado de ser viable el consenso político con la oposición y a adoptar una actitud más militante que dio lugar a profundas divisiones con respecto a la coalición de Allende. (Op. Cit., pág. 106).

 

13.

“Inmediatamente después del golpe de estado, la estrecha colaboración de la que hablaba Kissinger adoptó la forma de un respaldo diplomático entre bastidores y de una postura favorable a la prestación de ayuda necesaria para proseguir los actos de represión. El 14 de septiembre, la delegación estadounidense en las Naciones Unidas recomendó encarecidamente al nuevo gobierno chileno que enviase a ‘un representante destacado, carismático y despierto a Nueva York sin dilación’ con el objeto de que ofreciese una justificación convincente del derrocamiento de Allende y rebatiera las duras críticas de soviéticos y cubanos. Los funcionarios estadounidenses en la ONU trabajaron codo a codo con los diplomáticos chilenos a fin de presentar el golpe como algo supuestamente positivo. En Santiago el embajador David instó a los miembros de la recién establecida Junta Militar a ‘reclutar’ la ayuda de los democristianos  con el fin de resolver ‘el problema de imagen’ surgido con respecto al resto del mundo. La idea desembocó en una gira de los integrantes más destacados del Partido Demócrata Cristiano de Chile por América Latina y Europa concebida para justificar el golpe en público y financiado en secreto por la CIA”. (Op. Cit., pág. 139).

 

14.

“A través de programas de acción política, la CIA también promovió de modo clandestino la imagen del nuevo régimen. En octubre de 1973, la base santiaguina financió en secreto la visita a distintos lugares del mundo de un grupo de destacados democristrianos con el fin de justificar el derrocamiento militar [del gobierno de Allende] En este viaje, que duró más de un mes, participaron dirigentes del partido tales como Enrique Krauss, Pedro Jesús Rodríguez, Juan de Dios Carmona y Juan Hamilton. (21) ‘El partido concibió el plan de enviar un escuadrón de la verdad a cierto número de capitales latinoamericanas y europeas con el fin de exponer las circunstancias que provocaron el golpe  de estado en Chile y explicar la asociación del PDC con la Junta Militar en tal situación’, manifestaba la dirección de operaciones de la CIA en un memorando secreto destinado al Comité 40, presidido por Kissinger. ‘Por desgracia, el partido no ha tenido tiempo para recuperarse de la sequía financiera sufrida en tiempos de Allende, y por lo tanto’, según el memorando, era necesario proporcionar a sus integrantes ayuda monetaria de modo clandestino”.(Op. Cit., pág. 145).

 

15.

“El 15 de octubre, el Comité 40 dio el visto bueno al financiamiento provisional de los proyectos propagandísticos diseñados para mejorar la imagen de la Junta. Entonces, la CIA procedió a renovar y rectificar las subvenciones destinadas a los partidos políticos a los que había ayudado para derrocar a Allende. El 26 de diciembre, la Agencia propuso reestructurar el presupuesto para el año fiscal 1974 a fin de respaldar al Partido Nacional –descrito como ‘el partido del gobierno- con 580.666 dólares. Según la propuesta de la CIA, el PN ‘considera que si logra convertirse en el abanderado del gobierno no necesitará más respaldo financiero de Estados Unidos.

 

La Agencia también sugirió reanudar el financiamiento encubierto del Partido Demócrata Cristiano, incluidos los pagos prometidos antes del golpe de estado, junto con una subvención clandestina que permitiese al partido, rayano en la bancarrota, subsistir durante el año siguiente al golpe. A finales de noviembre, la CIA trató de ajustar el presupuesto para el programa de acción política del PDC durante el año fiscal 1974 a 685. 150 dólares y solicitó otros ciento sesenta mil para financiar al partido desde diciembre de 1973 hasta abril de 1974.(23) Ante la reserva que mostraba el Departamento de Estado respecto de la continuación de los proyectos de acción política en Chile, la Agencia remitió algunas semanas más tarde al Comité 40 una propuesta secreta titulada: ‘Solicitud de (ciento sesenta mil dólares) para el Partido Demócrata Cristiano chileno’. En ella se pedía financiamiento para al menos tres meses  y un ‘pago final’ que permitiera al PDC pagar su nómina a principios de 1974 e independizarse tras doce largos años de ayuda clandestina por parte de Estados Unidos”. (24)

 

El debate en torno a esos ciento sesenta mil dólares en lo más alto del escalafón del Departamento de Estado presidido por Kissinger evidencia que la determinación de respaldar a un régimen militar brutal se hallaba incluso por encima de la de prestar una mínima ayuda a un partido que, para Washington, había encarnado la mayor esperanza de la democracia chilena desde la Alianza para el progreso de John F. Kennedy. Muerto Allende, las razones que justificaban la intervención secreta para ‘preservar las instituciones democráticas de Chile’ parecieron dejar de importar a los estadistas norteamericanos, aun a pesar de que el régimen que lo derrocó no estuviera haciendo otra cosa que desmantelar en forma sistemática esas mismas instituciones.

 

Solo un funcionario del Departamento de Estado –un analista de la Oficina de Inteligencia e Investigación (INR) llamado James Gardner, que trabajaba de enlace con la CIA en las operaciones secretas- pareció captar la clara hipocresía de la postura estadounidense. ‘Puede documentarse que el régimen actual de Chile es militarista, fascista, tiránico y asesino’, declaró en febrero de 1974, en un memorando secreto con el que pretendía persuadir a sus superiores de la IRN a que [continuaran] respaldando la ayuda secreta al PDC chileno.

 

“También creo –sostenía- que puede documentarse que el PDC es una organización política decididamente democrática, tal vez la única de toda Latinoamérica. El costo financiero que nos piden que paguemos para tratar de hacer que el partido sobreviva es pequeño. …La asistencia prevista sólo trataría de fortalecer a un elemento de la sociedad chilena que podría ser capaz de moderar los excesos del régimen. Me es imposible creer que nuestra aceptación de la Junta Militar deba comportar nuestra identificación pasiva con sus más grotescas aberraciones”.

 

Gardner aducía asimismo una razón histórica:  “Con la excepción de la ayuda que hemos brindado en el pasado a los elementos democráticos chilenos, no conozco ningún caso en el que nuestra intervención (encubierta) haya tenido otro efecto que el de favorecer a los sectores más conservadores o reaccionarios. Jamás hemos hecho nada en contra de la derecha, por extremista que ésta fuese. Si nos negamos a ayudar al PDC chileno … habremos conservado intacto un record en el que me placería ver al menos un fallo, más aún si con ello se viesen beneficiados nuestros intereses.”(25)

 

Hubo otros funcionarios estadounidenses que secundaron la solicitud de una ayuda secreta mínima para el PDC [bajo la dictadura]. En una reunión con la CIA celebrada en noviembre de 1973, el subsecretario Harry Shlaudeman argumentó que una subvención clandestina permitiría que los democristianos respaldasen  el nuevo régimen, aunque ‘debería concederse entendiendo que en una fecha u otra el partido estará acabado’. Shlaudeman hubo de reconocer que, si se ponía fin a la ayuda en aquellos momentos, ‘no lograríamos otra cosa que causarnos problemas a nosotros mismos, ya que parecería que lo único que nos interesaba era derribar a Allende’. La postura de la CIA, por otra parte, resultaba muy convincente: se hacía necesario respaldar al PDC si se quería que éste pudiese competir en lo político con los partidos de izquierda en el supuesto de que Pinochet devolviese el poder a la sociedad civil. De lo contrario ‘el cese súbito de la ayuda financiera prestada por el gobierno de Estados Unidos forzaría los ya mermados recursos del PDC antes de que tuviese la oportunidad de encontrar fuentes alternativas de ingresos –señalaron los funcionarios de la Agencia-, y lo que quizás es más importante, afectaría de un modo muy negativo a las relaciones que mantiene nuestro gobierno con el partido’ (26). Tampoco carecía de peso el argumento del embajador Popper según el cual su respaldo a los democristianos era una forma de ayudar a la Junta Militar. Tal como lo expuso en un cablegrama, el financiamiento encubierto ‘ayudaría a influir sobre el PDC para que fortaleciese su política de mantener relaciones correctas con la Junta, secundar sus objetivos constructivos  y evitar por todos los medios una ruptura declarada con el gobierno’.(27) (Op. Cit., págs. 146 a la 148.)

 

16.

“El debate interno entre la CIA y el Departamento de Estado en torno al financiamiento secreto de los democristianos se prolongó hasta abril de 1974, sin llegar a resolverse. El 4 de ese mismo mes, el director de la Oficina de Inteligencia e Investigación, William Hyland, elaboró un memorando en el que se oponía a lo que llamó ‘un asunto sucio… propiciado por un impulso de burócratas y agentes encubiertos’. A su parecer, debía informarse a Kissinger de que cualquier pago efectuado al PDC ‘nos expondría a la reacción del Congreso ante tan continuada intromisión en Chile’. No entiendo –añadía-,  por qué seguimos respaldando a un partido político que, de hecho, se opone al gobierno que, según entiendo, estamos apoyando’. Sin embargo, el 18 de abril tuvo lugar una reunión entre el ex presidente chileno Eduardo Frei y el embajador Popper durante la cual el primero se refirió al delicado asunto del financiamiento clandestino, y tras el encuentro la embajada envió –a través de la CIA- un cablegrama especial en el que solicitaba el reembolso de los fondos que había gastado el PDC ‘durante los días culminantes de la lucha de la oposición civil contra el gobierno de Allende’. Popper aducía que ‘nos conviene mantener una relación minimamente satisfactoria con el PDC y evitar que se nos acuse de obrar de mala fe. [Frei] nos ha hecho ver –añadía- que si no cumplimos con nuestro compromiso (tachado), tal vez hagamos que se deterioren los contactos de que disponemos en el presente’.(29)

 

La intercesión del embajador propició, al  menos, un acuerdo: dado que la CIA había prometido financiar al PDC antes del golpe y el partido había adquirido ciertos compromisos basado en dicha promesa, la Agencia iba a efectuar en secreto un último desembolso –ajustado teniendo en cuenta la inflación- para que los democristianos pudiesen cumplir los [compromisos] contraídos entre el 1 de julio y el 10 de septiembre. De este modo, los funcionarios estadounidenses podrían negar haber llevado a cabo operaciones políticas clandestinas tras el golpe si el Congreso de Estados Unidos o la Junta Militar Chilena les preguntaban al respecto. ‘Entendiendo que ello marcaría el final de nuestra ayuda clandestina al PDC, pienso que deberíamos autorizar el pago de los (cuarenta mil dólares)’. En un memorando de acción, secreto, del 11 de junio titulado ’Liquidación de la cuenta pendiente chilena’ –al que se había añadido la anotación de ‘fuera de sistema’ para ocultarlo a la burocracia del CSN -, el gabinete de Kissinger daba su visto bueno al ‘acuerdo entre el Departamento de Estado y la CIA ‘en relación con los compromisos clandestinos adquiridos con anterioridad al golpe de estado en Chile’ (30). El 24 de junio, el Comité 40 autorizó este último desembolso. (31)

 

Oficialmente, el programa de intervención clandestina emprendido por la CIA doce años antes con el objetivo de apoyar a los democristianos concluyó el 30 de junio de 1974, cuando la Agencia puso en marcha diversos  ‘planes de liquidación’ para cerrar pisos francos, cuentas bancarias y otros mecanismos secretos empleados en esta operación de financiamiento. Otro tanto puede decirse de las operaciones encubiertas concebidas para respaldar a otros grupos políticos como el Partido Nacional, el Partido Demócrata Radical, y el Partido de Izquierda Radical. Hacia fines de junio, la CIA también había dado por terminadas las ‘actividades de propaganda encubierta’ llevadas a cabo en torno a El Mercurio, considerado el más exitoso e influyente de los proyectos emprendidos en secreto en Chile con el fin de secundar la toma del poder por parte de los militares.”
(Op. Cit., pags 149 y 150.)
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