Escribe la periodista: “La infraestructura de la ciudad parecía abatida. Los amplios bulevares y grandiosos edificios del siglo XIX están cansados y roñosos y las calles huelen mal. Los grafittis enardecidos y los afiches hechos tiras desfiguran las paredes, lo que da una sensación generalizada de decadencia sin ley”. Hasta que ella llega al sorprendente diagnóstico de esa dramática situación: “Destruir la riqueza de una nación demora un largo tiempo, pero (y ahí viene la sorpresa), una década de kirchnerismo, de gobiernos encabezados por Néstor Kirchner y por su actual viuda, Cristina Fernández de Kirchner, parece lograrlo”.