La voz del pueblo no siempre es la voz de Dios, pues si la siguiéramos, por ejemplo, se hubiera reinstalado la muerte en Chile. Aun cuando más del 85% de los ciudadanos chilenos siguen a los ridículos chauvinistas – entre ellos algunos parlamentarios -, para mí el nacionalismo es la antesala del fascismo, en consecuencia, en este caso del fallo de la Corte Internacional de La Haya, orgullosamente me declaro “enemigo del pueblo” – en un parangón con la obra de Ibsen – así me sumé a la minoría, que busca una salida al conflicto con Bolivia por medio del diálogo, en que ambos países salen gananciosos.