Estados Unidos, del racismo al racismo igualitario
Las reacciones ante el asesinato del ciudadano negro George Floyd a manos de un policía blanco no tienen nada que ver con la historia del esclavismo en Estados Unidos sino más bien –al igual que la oposición del establishment contra el presidente Trump– con un problema de fondo de la cultura anglosajona: el fanatismo puritano. Para entender los acontecimientos actuales en Estados Unidos es importante recordar la extrema violencia interna que sacudió ese país durante las dos guerras civiles estadounidenses: la Guerra de Independencia y la Guerra de Secesión. Pero, ¡cuidado! Lo que la clase política estadounidense predica ahora es un racismo igualitario. Dicho de otra manera: todos iguales… pero separados.
Trump y las tensiones del bloque de poder en EEUU
Trump se mueve sobre las bases doctrinarias del puritanismo, que no sólo establece que los norteamericanos son un “pueblo elegido por Dios”, sino que además se basa en la presunción que como pueblo elegido deben luchar “contra mal”, que impide el desarrollo de la individualidad humana y por lo tanto, del progreso.
Triunfo de Trump: ¿Cómo entender lo que pasó?
Los descendientes de europeos, que poblaron y ocuparon el actual EEUU, se sentían “destinados por Dios” y aquellos pueblos que habitaban estas tierras, no eran sus iguales. Eran “bárbaros” como los habría calificado Aristóteles y cómo tal, carecían de todo. Los puritanos, derivados de las ideas del calvinismo, sostenían una nueva iglesia, que reinterpreta la relación entre Dios y el hombre. Los puritanos sostienen que son “intérpretes de dios” y “realizadores de sus designios”.