María Angélica de Luigi se fue en silencio. [Ya había escrito hace 15 años su mea culpa]
«Lo siento.
Mi tiempo ha estado dentro del tiempo de los otros, como perra al mediodía en el Paseo Ahumada.
Yo solo me estiré al sol, remoloneando, entre los zapatos que perseguían y los zapatos que arrancaban por Huérfanos, por Pudahuel y La Victoria.
Soñaba lo normal: ternuras, erotismos, una casita, un buen colegio para el hijo.
Mientras Mónica González, Patricia Verdugo, la Camus, la Monckeberg, la dulce y angustiada Elena Gaete, del Apsi, arriesgaban la vida, yo me daba gustos de perra fina bajo los aleros de El Mercurio.
Gustitos: escribir bien, forzar preguntas inteligentes, poner en aprietos, colar entrelineas sofisticadas.
¿Alguien planteó en alguna pauta en El Mercurio que había que hacer un reportaje a los cuarteles de la Dina?
Yo tampoco.
No puedo culpar a nadie. Nunca se me censuró.
Perra.
Mientras a otras chilenas les rompían la vagina con animales, botellas, electricidad, les daban puñetazos y mataban a sus hijos y padres, yo le leía cuentos a mi hijo, pololeaba, iba a las cabañas de los periodistas en El Tabo, usaba suecos y minifalda, carreteaba, ¿era feliz?
Lo siento.»
España rechaza pedir perdón por los crímenes de la “conquista”
El día 1º de marzo, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), envió una Carta al rey de España y al Papa del Vaticano sometiendo a la consideración de “Su Majestad” y de “Su Santidad” (doble sic) la necesidad de elaborar un relato conjunto sobre la Invasión de las Américas y, correlativamente, estudiar la conveniencia de que ambos Estados pidieran perdón por los abusos perpetrados contra los amerindios. Unos veinte días después, en lo que debemos calificar como un delito diplomático y, peor aún, como un incalificable desprecio hacia el remitente, la Carta fue filtrada al gran público por la monarquía española.