Se llamaba Fadi Abu Saleh, y a pesar de estar inválido quiso participar de la Marcha del Retorno. Y allí fue, en su silla de ruedas con su honda luminosa, cargado de rabia por tanta muerte y decidido a plantarle cara a sus opresores. Arrojó y arrojó piedra tras piedras hasta que un francotirador sionista le clavó un balazo en el pecho.