De nuevo, la élite colombiana ha logrado salir indemne de todo el dolor y el vejamen que produjo en más de 50 años. Esta vez, incluso, con los laureles de un premio Nobel aunque es verdad que a la vista de algunos casos de asignación de ese premio (recientes y no tanto) no demuestran que siempre se premie una voluntad de paz.
Viendo el premio Nobel en ese prisma, parecería más una mampara para esconder una dura realidad: la guerra, con sus diversas expresiones, continúa.