“No hay que ser pobre, amigo, es peligroso ser pobre amigo” (Cantata Santa María)
Ser pobre en Chile es equivalente a convertirse en un “desechable”: si no se cuenta con el dinero básico al menos, es más posible que la muerte – esa asquerosa vieja – llegue, incluso, en la víspera. Ser pobre equivale a ser condenado a la cárcel, a andar pateando piedras en las calles o, como último recurso de procurarse el sustento diario, recurrir al robo, es decir, que el pobre podría estar condenado a la adicción, por ejemplo, de la pasta base, a la marginación permanente o, cuando ya las fuerzas se terminen, caer en un “tanatorio” o especie de hospital para indigentes.