Un bochornoso número de españoles desconfía de la honradez de los políticos y de la imparcialidad de la justicia. Este espinoso erizo alcanzó su cenit y coito con la absolución de la infanta Cristina en el caso Nóos y la espléndida teatralización de su abogado Miquel Roca, quien salvó a la investigada pidiéndole que dijera: no sé, no me acuerdo, lo hice por amor.