A mi abuela le gustaba contar historias,
algunas no muy creíbles pero siempre entretenidas. Sin embargo, recuerdo una
que me contó, en un momento de mucha tristeza para ella y que hoy día me vino a
la memoria.
Había una vez, una ciudad habitada por ratones, donde su alcalde y jefes zonales
eran unas ratas negras y rapaces que dominaban la ciudad sin que los ratones
pudieran intervenir. El ratón jefe era
el más negro y ordinario de todos y por supuesto el más depredador. Tenía la
ciudad de los ratones hundida en el desorden, el saqueo y la mediocridad. A
tanto llegó su impudicia, que hasta las mismas ratas sintieron que habían
tocado fondo y decidieron cambiarlo.
Había llegado a la ciudad un ratón
blanco, bastante ilustrado y con
preparación para manejar situaciones ciudadanas. Las ratas pensaron que era
bueno cambiar al ratón negro ordinario, por el prestigioso ratón blanco,
pensando que como siempre, todo ratón era manipulable.
El ratón blanco fue elegido para desdicha
de ellos mismos, porque éste, lejos de ser manipulable, echó a los más
sinvergüenzas y controló rápidamente la ciudad, haciendo un muy buen gobierno.
Los ratones de la ciudad estaban muy
contentos con el ratón blanco y se olvidaron de las ratas, pensando que nunca
más aparecerían por la ciudad. En el intertanto, el pueblo ratonil se acostumbró a celebrar los triunfos de los
ratones jóvenes y las cosas buenas que ocurrían, llegando a ser la ciudad muy
próspera y rica. Así fue pasando el tiempo.
Cuando llegó la hora de renovar la alcaldía
del ratón blanco, ningún ratón de la ciudad se preocupó porque estaban tan
contentos con el ratón blanco que pensaban que iba a quedarse con ellos y todo
iba a seguir igual. ¡Cuán equivocados estaban!
Apenas comenzaron a aumentar los dineros de
la ciudad, las ratas oscuras comenzaron a juntarse para conspirar contra la
alcaldía y a planificar la forma de lograr apoderarse nuevamente de las
finanzas de la ciudad. Su apetito había crecido en la misma proporción de la
riqueza ratonil.
Aprovechando el resentimiento y las
mariconadas de las ratas mediocres, prometieron cargos y billetes a destajo y
aprovechando la momentánea ausencia del ratón blanco, le dieron un cuadrillazo
y lo sacaron de la alcaldía.
Los ratones no podían creer lo que estaba
pasando, sobre todo las vueltas de carnero que se dieron algunas ratas, cosa
esperada en roedores adictos al dinero. Con el nuevo alcalde habían vuelto las
ratas negras de antaño. La población ratonil se indignó, protestó, más luego se
dio cuenta que no había nada que hacer y la ciudad se cubrió de tristeza.
Hasta aquí llegó el relato de mi abuela, el
cual me impresionó mucho y siempre quedé pensando cómo pudo haber ocurrido la
situación que me relató.
Tiempo después, sin quererlo, supe la causa
de la caída del ratón decente.
Había en la Provincia donde estaba
ubicada la ciudad de los ratones un gobernante ególatra y farsezco. Este
personaje invitó al ratón blanco para figurar y aprovecharse de su popularidad.
El Alcalde, que no era genuflecto y no le
gustaba andar sobando lomos, fue de malas ganas. El magalómano gobernador,
acostumbrado a las reverencias, se sintió ofendido y prometió cobrarse la
ofensa. Llegado el momento se propuso sacar al ratón blanco, y conociendo el
afán de lucro de uno de los ratones le
propuso ayudarlo a conseguir el poder y con ello, las exitosas finanzas de la
alcaldía. El resto ya lo sabía por el relato de mi abuela.
Siempre pensé, que esta amarga historia
había sido producto de su tristeza, pero no fue así. Comprendí que el afán de
lucro, la mediocridad, la desvergüenza, son reales, están siempre presente y lo
que sucedió en la ciudad de los ratones, pasa en todas las demás ciudades.
Si hoy día Uds. están triste, no olviden
esta historia, porque si lo hacemos, vamos a estar condenados a ser engullidos
por todas las ratas negras que ya nos acechan a nuestro alrededor.
– La autora es Licenciada en Sociología,
Hincha de la selección de Bielsa
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