Espero el Transantiago desde hace casi 15 minutos. El paradero está
lleno de gente que, como yo, esperan poder llegar a la hora a su
destino. Por fin llega, y, como es lógico, viene repleto. Subo como
puedo. Sin quererlo, empujo a quien esta delante de mí, por la presión
que hacen los que también quieren subir. Miro las caras de quienes van
conmigo en esta verdadera lata de sardinas. Veo rostros ausentes. Los
más jóvenes, con audífonos metidos hasta el fondo en sus oídos, parecen
estar en otro mundo. Algunos mueven sus labios, y el movimiento de sus
cabezas parece indicar el ritmo de lo que escuchan. Otros van medios
dormidos, o se hacen los dormidos para no ver el entorno, para mantener
su asiento. Siempre me he preguntado qué pasará por sus cabezas.
El bus avanza haciéndonos saltar al pasar por cada ‘evento’ (para
quienes no viven en Santiago, les comento que “evento” es el nombre que
le dan los políticos chilenos a los hoyos en nuestras calles), o por los
‘pacos acostados’ (‘lomos de toro’ o ‘rompe bolas’) y hay que agarrarse
firme para no caer. En el próximo paradero, se repite la historia
anterior, unos cuantos bajan y muchos más tratan de subir. Algunos
logran incluso subir por las puertas traseras. Entre los que suben por
una de esas puertas, veo a alguien que trata incluso de avanzar hacia el
pasillo y, gracias a su pequeña figura y a su habilidad para moverse,
logra lo que se propone, y no sólo eso, sino que además lleva una
guitarra en la mano. Y cuando el bus parte, él se acomoda en el medio
del pasillo, levanta su guitarra y comienza a pulsar sus cuerdas. Al
mirar con más atención, veo que lo que en verdad levanta son los restos
de una guitarra. Se ven las ‘reparaciones’ hechas con huincha adhesiva
‘scotch’; incluso un par de parches con papel tomado de un cuaderno se
ven cerrando agujeros en los bordes, para asegurar la resonancia de la
caja. El guitarrista, sin embargo, parece no preocuparse por ello, y
pulsando cuerdas, acerca su oído a la madera, tratando de verificar si
su instrumento está bien afinado. Quien lo ve, puede imaginarse a
Narciso Yepes iniciando un concierto en el Olympia de Paris. Me parece
simpático ver la seguridad con que se para y me impresiona su capacidad
de equilibrio: sin ningún apoyo, con las dos manos en la guitarra, es
capaz de balancear su cuerpo y con un juego de piernas que ya se las
quisiera el Chupete Suazo, contrarresta la fuerza que amenaza a sacarnos
a todos por la ventana en la curva que el chofer agarra con velocidad
tratando de recuperar tiempo perdido en el último taco.
Y entre frenazos y saltos escucho el guitarreo y una buena voz que
entona “A mi ciudad”
[…]
Como serán ahora tus calles
si te robaron las noches.
En mi ciudad murió un día
el sol de primavera
a mi ventana me fueron a avisar
anda, toma tu guitarra
tu voz será de todos los que un día
tuvieron algo que contar.
[…]
Trato de moverme algunos centímetros para poder ver su cara, por arriba
del hombro de la señora que se agarra con dificultad del fierro
instalado para pasajeros de 1,75 ‘p’arriba’, así que el guitarrero no
alcanzaría a agarrarse del pasamano. Parece que hace varios días que no
entra a la ducha. Pequeñas cicatrices, la barba sin afeitar, las ojeras,
las arrugas que se evidencian en su rostro, la cantidad de dientes que
faltan en su mandíbula inferior, parecen decir que su dueño hace rato
que pasó los 50, pero apostaría que no llega a los 40. La fuerza y
timbre de su voz, el arte con que logra mantenerse en pie cuando todo
vamos agarrados de algún fierro, me llevan a pensar eso.
Me gusta su voz y me gusta lo que canta. Me siento en Chile, en ese
país, que muchos quieren borrar, prohibiendo tantas cosas que son
nuestras y que le dan ese sabor que hacen única a las grandes ciudades
del mundo.
Y ahora, mientras atravesamos Departamental, escuchamos a Milanés en su
voz, cantando “El breve espacio en que no estás”
[…]
No comparte una reunión,
mas le gusta la canción que comprometa su pensar.
Todavía no pregunté “¿te quedarás?”.
Temo mucho a la respuesta de un “jamás”.
La prefiero compartida antes que vaciar mi vida,
no es perfecta mas se acerca a lo que yo
simplemente soñé…
[…]
Miro las caras de los demás pasajeros. Todos siguen en lo suyo, como si
nada pasara, pero es mentira, en cada parada, varios pasajeros extienden
su brazo y le entregan monedas antes de bajarse. Y nuestro
cantante-equilibrista se las arreglas, para recibir las monedas y sin
perder el tacto, sin salirse del ritmo, sigue guitarreando. Me alegro
que mi viaje continúe, pues veo que viene otra canción:
Perdón hermano mío si te digo
que ganas de escribirte no he tenido
No se si es el encierro,
no se si es la comida,
o el tiempo que ya llevo
en esta vida.
Y pienso en mi hermano, a quién no le he escrito. Sus hijos están ya
grandes y en cualquier minuto, mi hermanito se transforma otra vez en
abuelo y nosotros… sin comunicarnos.
¿Por qué su canción habla de encierro? ¿Será un preso que le canta a su
hermano? ¿Será una canción de antes del 90?
Lo cierto es que el zoológico deprime
y el mal no se redime sin cariño.
Si no es por esos niños
que acercan su alegría
sería más amargo,
todavía.
¡Seguro! Debe ser alguien que escribe desde la cárcel y habla de
zoológico para pasar la censura y, por cierto, en esas visitas que
recibe en la cárcel, los niños son la única gran alegría, la razón para
seguir viviendo y creyendo en sueños.
A ti te va mejor, espero,
viajando por el mundo entero
aunque el domador,
según me cuentas,
te obligue a trabajar
más de la cuenta
Cruzamos Franklin y de pensar en el exilio que se llevó a mi hermano, se
me revuelven los sentimientos. El fue duro, aguantó la detención, los
distintos cuarteles por los que lo pasaron, Chacabuco y luego el exilio.
Y claro, desde acá podía parecer todo fácil, pero se que su vida allá
era todo menos fácil (el no era dirigente, es decir, como la mayoría de
los exiliados, vivía de su trabajo y sin una gran formación profesional,
las pegas que agarraba eran duras), y el idioma, ese maldito idioma que
no lograba aprender y por lo cual tenía que pedirle a sus hijos que le
tradujeran las noticias cuando en la pantalla veían la palabra “Chile”
en los subtítulos. Eso último, me lo contó llorando la primera vez que
pudo venir después del 90
Tú tienes que entender hermano
que el alma tiene de villano
al no poder mandar
a quien quisieran
descargan su poder
sobre las fieras.
Ahora me acuerdo de sus relatos en que nos contaba del trato que recibía
a menudo de su jefecito, desahogando en él, en el sudaca, su rabia, su
frustración, para sentirse grande, importante.
Siempre soñamos con su regreso, pero cuando el tirano se fue, sus hijos
ya estaban muy avanzados en el colegio y resultaba aconsejable esperar a
que terminaran su estudio y cuando eso ocurrió, la condición del ahora
abuelo hizo más difícil el retorno.
Miro por la ventana, para que los demás pasajeros no vean mis ojos.
Pero volviendo a mi,
nada ha cambiado aquí,
desde que fuimos separados.
Hay algo, sin embargo,
que noto entre la gente,
parece que miraran diferente.
Sus ojos han perdido algún destello
como si fueran ellos los cautivos
yo se lo te digo
apuesta lo que quieras,
que afuera tienen miles de problemas
Si claro, aquí nada ha cambiado. Bueno, no hay desaparecidos, ni centros
de tortura, lo que no deja de ser. Pero hay nuevos presos políticos,
esta vez nuestros hermanos mapuches. La constitución siga siendo la
misma. La política económica de los gobiernos sigue siendo la misma. El
sueño que creíamos que comenzaba a hacerse realidad el 90, se esfumó más
rápido que lo que nadie hubiera creído.
La gente está cada día más endeudada. Sube el pan, los pasajes, el gas,
todo, menos los sueldos. La educación es un negocio y una estafa. Lo
mismo la salud.
Miro nuevamente a mi alrededor y si, los ojos de mucha gente delatan
tristeza, soledad. “Sus ojos han perdido algún destello”. La gente tiene
“miles de problemas” y está sin esperanza
Caímos en la selva, hermano
y mira en que piadosas manos
su aire está viciado de humo y muerte
y quién anticipar puede su suerte.
Estamos en una selva, por cierto. Y “y mira en que piadosas manos”
hemos caído. El país ha sido convertido en una gran empresa. Todo se
vende. Los gerentes nos gobiernan.
Cuídate hermano,
yo no se cuando,
pero ese día,
viene llegando.
Pero se equivocan los que creen que nos van a seguir dominando por
siglos. Tenemos que unirnos, para que llegue ese día.
Llegamos a destino. Todos bajan. Miro entre la gente buscando al cantor,
camino hacia él, le entrego unas monedas y le pregunto por el nombre y
el autor de su última canción.
Me dice que el autor es Chico Novarro – cantautor argentino- y que se
inspiró en una carta de un preso político para componer lo que el llamó
"Carta de un león a otro león", en la cual un león desde el zoológico,
le cuenta a otro león, que está recorriendo el mundo en un circo, cómo
es su vida en cautiverio.
Escribo lo vivido y sentido, para ofrecerlo a quien pueda interesarle
(ojalá piensaChile, agarre papas y la publique. Me haría enormemente
felíz.)
Un abrazo grande a los hermanos que siguen dando vuelta por el mundo,
sin poder regresar a este zoológico, al que juramos romper todas las
jaulas y llegar a vivir algún día libres en la naturaleza.
Carta de un león a otro león
Letra: Chico Navarro
Perdón hermano mio si te digo
que ganas de escribirte no he tenido
No se si es el encierro,
no se si es la comida,
o el tiempo que ya llevo
de esta vida.
Lo cierto es que el zooloógico deprime
y este mal no se redime sin cariño.
Si no es por esos niños
que acercan su alegría
sería más amargo,
todavía.
A ti te va mejor, espero,
viajando por el mundo entero
por mas que el domador,
según me cuentas,
te obliga a trabajar
más de la cuenta
Tú tiene que entender hermano
que el alma tiene de villano
al no poder mandar
a quien quisiera
descarga su poder
sobre las fieras.
Muchos humanos
son importantes,
silla mediante,
látigo en mano.
Pero volviendo a mi,
nada ha cambiado
aquí desde que fuimos separados.
Hay algo, sin embargo,
que noto entre la gente,
parece que miraran diferente.
Sus ojos han perdido algún destello
como si fueran ellos los cautivos
yo se lo te digo
apuesta lo que quieras,
que afuera tienen miles de problemas.
Caímos en la selva, hermano
y mira en que piadosas manos
su aire está viciado de humo y muerte
y quién anticipar puede su suerte.
Volver a la naturaleza
sería su mejor riqueza
allí podrán amarse libremente
y no hay ningún zoológico de gente.
Cuídate hermano,
yo no se cuando,
pero ese día,
viene llegando.
Aquí les ofrezco tres versiones de la misma canción:
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