Valparaíso, 19 de mayo 2020
Al cumplirse siete meses de la explosión rebelde del 18 de octubre de 2019, y cumpliéndose más de dos meses bajo la emergencia sanitaria provocada por la aparición del Coronavirus en nuestro país, la cautela y el auto cuidado asumido por los sectores populares dio paso a la indignación y la rabia acumulada, ya que la situación generada por esta emergencia ha mostrado los síntomas más dramáticos de la enfermedad social provocada por el modelo neoliberal implantado en dictadura y perfeccionado por los gobiernos civiles que la sucedieron , como son el hambre, la precariedad, la injusticia y la marginalidad en que viven vastos sectores de chilenas y chilenos.
Una de las más fuertes, claras y potentes consignas levantadas durante la dictadura cívico militar “¡PAN, TRABAJO, JUSTICIA Y LIBERTAD!”, resonó con energía ayer lunes 18 en las poblaciones pobres de la comuna El Bosque en Santiago, donde las pobladoras y pobladores, aún a riesgo de contagiarse con el coronavirus, salieron masivamente a protestar exigiendo soluciones concretas a la precaria condición de sobrevivencia en que se encuentran. De nuevo se nos aparece en el recuerdo otra consigna de la época de la dictadura “¡MORIR LUCHANDO, DE HAMBRE NI CAGANDO!”.
Esta acción de protesta popular muestra sin “mascarilla” la dificultad real que tienen los sectores más desprotegidos para hacer realidad el “Quédate en casa”, ya que, con todos los riesgos que conlleva el salir cotidianamente a conseguir el dinero necesario para sobrevivir y las condiciones de hacinamiento en que muchas familias viven, esta “recomendación” se transforma en una consigna vacía.
El rostro marmóreo del modelo económico imperante, en donde el Estado tiene un rol subsidiario, permanece inalterado e indolente, preocupado de mantener de la mejor manera posible las estructuras del poder económico y dejando en total desamparo a sus ciudadanas y ciudadanos. Con bonos y acciones de caridad pretenden parchar las enormes heridas provocadas por este modelo depredador que es el causante de una enfermedad mucho más grave y extendida que la pandemia en curso y que, como expresé anteriormente, muestra uno de sus síntomas más nefastos: EL HAMBRE.
Las dramáticas falencias del Estado individualista y “emprendedor” se buscan satisfacer mediante la organización popular y la solidaridad territorial, y las Ollas Comunes, así como lo fue en dictadura, han florecido como una semilla de solidaridad, pero que no alcanza para poder suplir las enormes carencias provocadas por el sistema económico neoliberal generador de desigualdades vergonzosas.
No sería descabellado aventurar que nuevas y más potentes expresiones de descontento y rabia popular exploten en nuevas formas de protesta, más allá de los peligros de salud reales a los que nos enfrentamos. En otra de las crónicas redactadas en cuarentena postulé que se estaba instaurando en nuestro país una “dictadura sanitaria”, ya que varias de las medidas implementadas por el gobierno de Sebastián Piñera, transformadas en legislaciones aprobadas por el Parlamento en medio de la situación de emergencia que vivimos, se han orientado a seguir reforzando la legislación represiva que se comenzó a implementar después del reventón social que dio paso a la rebelión popular que hoy permanece confinada y en calma, pero con una ebullición latente como la lava de un volcán que nuevamente puede hacer erupción.
La presencia del virus ha hecho caer varias caretas, varias máscaras, especialmente en el ámbito de la oposición institucional a la marcha neoliberal de la derecha más extrema. Con esto ha quedado de manifiesto que dicha oposición es un elemento más del engranaje neoliberal del modelo que nos rige en Chile, enmarcado en la Constitución de1980, muy elegantemente remozada por los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría de la post dictadura. Aún cuando esta Constitución la han edulcorada con una serie de reformas que, mediáticamente, han hecho aparecer como profundas, pero que son maquillajes necesarios para seguir manteniendo el modelo económico social impuesto en dictadura.
Pareciera ser necesario comenzar a mirar más atentamente a todo lo que tiene que ver con los sectores extraparlamentarios, aquellas organizaciones y colectivos que funcionan por fuera de dicha institucionalidad legislativa, quienes están buscando caminos para desarrollar un proyecto verdaderamente alternativo de sociedad que, partiendo desde los sectores populares y en los territorios, elaboren formas creativas de organización y ,mediante las acciones de resistencia y rebeldía, que comenzaron hace años atrás, están intentando reactivar un Movimiento Popular desde las bases y lejos de los sectores políticos tradicionales.
Estas movilizaciones de trabajadores, estudiantes, pobladores, mujeres, constituyeron semillas que germinaron e irrumpieron con fuerza volcánica el18 de octubre del año 2019 y que hoy día, debido a la emergencia sanitaria en desarrollo, están quietas, pero como ellos mismos plantean “mascarilla no es bozal frente al hambre y la miseria”, por lo que protestan y siguen desarrollando estrategias propias para sobrevivir, al mismo tiempo que continúan buscando y elaborando formas autónomas de organización y solidaridad.
La pandemia ha mostrado en forma cruda la verdadera cara del modelo económico social en el que estamos insertos, del cual el pueblo está totalmente excluido, marginado y precarizado.
Buscar caminos que organicen y materialicen un instrumento del Movimiento Extraparlamentario es una tarea compleja que tiene por delante el Movimiento Popular para lograr enfrentar a la institucionalidad heredada de la dictadura.
Por eso la tarea de construir dicho instrumento se vislumbra como una tarea indispensable para poder retomar las luchas y la rebeldía por la conquista de derechos tan esenciales como el de la salud, la vivienda y el trabajo, que permita a la gran mayoría de los chilenos y chilenas poder vivir con dignidad.
No nos debemos engañar con dulces promesas ofrecidas para participar dentro de los estrechos y delimitados marcos que la propia elite institucional fija, como es el caso del Acuerdo Nacional y el Plebiscito que , en el mejor de los casos, permitirá la realización de una Convención Constituyente (no una Asamblea Constituyente como se demandaba en las calles) dentro de los mismos marcos y bajo las mismas reglas que las elites y los poderes dominantes han determinado, Acuerdo que vino a fortalecer al gobierno de extrema derecha de Sebastián Piñera en su momento de mayor debilidad ante la irrupción de la rebelión popular.
Desgraciadamente los chilenos y chilenas no solo tenemos la memoria muy corta y olvidadiza, sino además somos capaces de construir argumentos utilizando los múltiples caminos que la lógica ofrece, para lo cual basta amplificar dichas tomas de posición con un eficaz y potente uso de la comunicación.
Eso quedó de manifiesto con el cambio evidente de posición asumido por numerosas colectividades políticas y sociales que se opusieron en forma contundente, en un primer momento, al Acuerdo por la Paz, pero luego que los partidos políticos tradicionales comenzaron a tomar parcialmente las riendas de algunos sectores el movimiento popular, fueron capaces de amplificar mediáticamente este Acuerdo como un gran triunfo del movimiento popular y definir el Plebiscito para “reformar” la Constitución, como la batalla fundamental a combatir.
No estoy en contra de quienes participen honestamente en dicho proceso, pero se debe hacer conscientemente, sin autoengaños ni falsas expectativas.
Poco a poco un porcentaje importante, difícil de cuantificar, de los sectores rebeldes fueron aceptando también estas argumentaciones institucionales e incluso hoy, ante la postergación del Plebiscito o la posibilidad de no realización del mismo, levantan la voz dando a entender que solamente ese es el camino correcto para terminar con la institucionalidad dictatorial, cuando, independientemente de que se participe o no en dicho proceso constituyente preparado y delimitado por las elites, y querámoslo o no, constituye solo un momento más del largo camino a recorrer por la conquista de los derechos del pueblo.
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