La irracionalidad fundamental del capitalismo está en el núcleo de la crisis de civilización (I)
por François Chesnais (Carre Rouge)
17 años atrás 32 min lectura
La irracionalidad fundamental del capitalismo está en el núcleo de la crisis de civilización planteria (Parte I)
Mundialización: extrema pobreza, destrucción del medio ambiente y guerras…
Una advertencia inicial, porque el título puede ser equívoco. Este artículo no hace una presentación y análisis referido a los tres campos mencionados, sino que es apenas un intento de clasificación de las formas contemporáneas de guerra. Propone un marco analítico a ser alimentado con nuevos datos, de modo que su configuración pueda ir cambiando.
A los ojos de los que poseen o centralizan el dinero “ocioso” y buscan su valorización, “el proceso de producción [capitalista] no es más que el eslabón inevitable, el mal necesario para poder hacer dinero” (8). Es decisivo comprender este aspecto. El desarrollo de las fuerzas productivas y en particular el de la tecnología, jamás fue la finalidad de la producción capitalista. Fue un subproducto alimentado por la competencia capitalista y por la lucha contra la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Lo mismo ocurre con “el empleo”. Comprometerse en el complicado proceso consistente en poner gente a trabajar para hacerla producir un trabajo excedente, apropiado bajo la forma de mercancías que es preciso inmediatamente vender, nunca fue para los poseedores de dinero a valorizar mas que un “mal necesario para poder hacer dinero”, mientras que otras fracciones de la burguesía ven en la construcción de la industria un imperativo político, uno de los fundamentos del poder de Estado. Hoy, debido al proceso iniciado hace treinta años de centralización de una masa inmensa de dinero “ocioso” que busca maneras de reproducirse incrementándose en cada ciclo, en los viejos países industriales a comenzar por los Estados Unidos el poder capitalista decisivo pasó a manos de la nueva forma de propiedad concentrada en los fondos de pensión y de inversión financiera (los Mutual Funds). Esta forma de capital a la cual la liberalización y desreglamentación abrieron el espacio planetario de la mundialización contemporánea lleva así, más que cualquier otra antes, los atributos asociados al “valor en proceso”, a esa fuerza impersonal dedicada exclusivamente a su auto-valorización y su auto-reproducción que Marx intentó exponer en los Grundrisse. Hoy esos atributos incluyen la extrema movilidad de los flujos de los capitales de inversión y la máxima flexibilidad en las operaciones de valorización del capital industrial, en definitiva, una indiferencia radical en cuanto al destino de social de sus inversiones, así como a sus consecuencias sociales o ecológicas. Esta indiferencia no comienza con el capitalismo dominado por los accionistas. Es preciso producir mercancías que puedan ser vendidas, pero su naturaleza y destino importan poco al capital. La valorización del capital mediante la venta de materiales para las cámaras de gas de los campos de exterminio nazis, sigue siendo el ejemplo mas extremo de esta indiferencia fundamental de capital con respecto a lo que produce y vende siempre que exista una “demanda solvente”. Pero la producción y la venta de armas de todo calibre traducen el mismo agnosticismo. También el pillaje de los recursos naturales: a partir del momento en que la producción exige materias primas y que la competencia es un mecanismo de repartir las ganancias entre los capitalistas, tales materias primas serán explotadas hasta su agotamiento. Asimismo, puesto que el cierre exitoso de todo el ciclo al que se lanza el capital en el camino de la valorización exige vender las mercancías producidas, cualquier mercancía que ha encontrado compradores (un “mercado”), continuará vendiéndose sean cuales fueren el costo ecológico y los efectos sociales.
Expuesta ya la naturaleza esencial del capital, podemos pasar efectivamente a la cuestión de la mercancía, que constituye para los teóricos del grupo Krisis la causa principal de la irracionalidad del capitalismo. El capitalismo surgió como momento de desarrollo y mutación cualitativa de una sociedad mercantil – a la que había insumido varios siglos emerger de la sociedad feudal – antes de preparar su muerte. Una de las dos formas inicialmente adoptadas por el capitalismo fue la del capital mercantil, cuyos mecanismos de valorización consistieron particularmente en comprar el resultado del trabajo de sociedades no-mercantiles (por ejemplo, el de las naciones indígenas de América del Norte, antes de que la expansión del capital requiriese exterminarlas) para venderlo con una gran ganancia en Europa. Paralelamente, en el marco europeo se asistió a la expansión, lenta al comienzo pero cada vez mas rápida después, de redes comerciales que implicaban el cambio (entre productores que todavía eran artesanos y campesinos) de productos cuyo “valor” ya no resultaba del uso que de ellos mismos se hacia, sino de concretar la venta. Esto exigía recurrir al dinero como instrumento de cambio y como medida de valor. Dinero y mercancía se desarrollaron pues a la par, en definitiva en un solo y mismo movimiento. En el momento en que el capitalismo se apoderó de la producción urbana y agrícola, la expansión de las relaciones de cambio era ya tan grande que se había hecho posible, como tempranamente lo notó Marx, que “la economía política” concibiera la comunidad de los hombres bajo la forma del cambio y el comercio, de tal manera que “el desarrollo de Adam Smith puede resumirse así […] En un estado avanzado, cada hombre es comerciante, la sociedad es una sociedad comercial.” (9)
Para que el dinero devenga capital y pueda auto-valorizarse, reproducirse con un excedente, una plusvalía, es imperioso que establezca, apoyándose casi necesariamente en instituciones políticas y el Estado en primer lugar, una relación directa o indirecta con el trabajo humano que le permita apropiarse de una parte de los resultados. El capital prestamista usurario de la Edad Media y más tarde el capital comercial en el inicio de los tiempos modernos lo consiguieron, cada uno a su manera, a través de métodos indirectos. Ya en el marco del capitalismo, el capital organiza esta apropiación directamente. El mercado de trabajo (más exactamente de la fuerza de trabajo) y el hacer trabajar a los asalariados en el seno de la empresa aseguran la particular alquimia que posibilita “la transformación del trabajo (como actividad viva y orientada a un fin) en capital” (12) que ya mencionamos. Esta alquimia exige la previa destrucción de la relación inmediata de los trabajadores campesinos y artesanos con sus medios de producción, es decir un gran acto expoliador inicial. Esta expoliación puede ser el resultado de la utilización directa de la fuerza, o del juego de “las fuerzas del mercado”. Y no tiene fin. Comenzó durante la fase llamada de “la acumulación primitiva” (13), continuó luego inexorablemente, y se agravó aún mas en el curso de los últimos treinta años (14), bajo el efecto de las contradicciones a las que mas adelante nos referiremos. El antagonismo del capital con respecto al trabajo (seria más exacto decir respecto a los “proletarios”, a todos aquellos que deben vender su “fuerza de trabajo”) no termina una vez realizada esa expropiación. Es consustancial al capitalismo, y esta es la razón por la cual Marx insiste en que su blanco nos son los capitalistas como individuos, sino como encarnación del capital). Este “antagonismo” no evoca solamente un aspecto “conflictivo”. Por un lado, es resultado de la forma característica del capitalismo de apropiación del “producto excedente” por medio de procesos que maximizan la “productividad del trabajo”. Por el otro, se impone a los mismos capitalistas individuales (las empresas) por medio de la competencia. El capitalismo tiene necesidad de asalariados. Sin ellos no puede funcionar. Tiene necesidad de su fuerza de trabajo, puesto que del valor de uso de esta fuerza de trabajo nace el excedente que está en la base de la ganancia. Los salarios que perciben los hacen también consumidores, sus compras permiten vender las mercancías a muchas empresas y cerrar el ciclo de la valorización del capital. Sin embargo, las empresas no ven en los asalariados más que un costo, que deben reducir. Enfrentadas a un movimiento tendencial de caída de la tasa o cuota de ganancia cuyas causas desconoce, así como a la competencia de sus rivales (no es preciso introducir aquí las exigencias de los accionarios-propietarios en lo referido a dividendos), las empresas buscan su salvación en dos direcciones: la “reducción de personal” y el acceso a mercados externos. La primera vía desencadena de manera inmediata un proceso acumulativo en el que la retracción de la demanda, la degradación de los anticipos de ganancia y los nuevos despidos que entonces se deciden se alimentan y refuerzan mutuamente. El segundo, pasado cierto umbral, desemboca en procesos similares.
1) Elizabeth Kolbert, Field Notes from a Catastrophe, Nueva York. Citado en el suplemento especial de Courrier International, “Trop chaud”, octubre 2005, pág. 13.
2) Cornelius Castoriadis, Le Monde Diplomatique, agosto 1998. Cita tomada del texto “Entre croissance et décroissance, reinventer la politique”, enviado por Geneviéve Azam al Grupo de trabajo de Attac sobre Ecología y sociedad.
3) Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economia política (borrador) 1857-1858, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, vol. 1, 238.
4) Anselm Jappe, Les adventures de la marchandise: Pour une nouvelle critique de la valeur. París, Denoel, 2003, pag. 141.
5) El término “industria” actualmente incluye las industrias extractivas, manufactureras y de “servicios” de conjunto.
6) Se encuentra una definición, por ejemplo, en Alain Bihr, La reproduction du capital. Prolegómenes á une théorie générale du capitalismo. Lausana, Editions Page Deux, 2001, tomo 1, pag. 79.
7) C. Marx, Elementos… ob. cit. Vol. 1, pag. 276.
8) C. Marx, El capital. Crítica de la economía política. México, F.C.E. 1973. Vol. 2, pag. 52.
9) C. Marx, Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2004, pag. 175/6.
10) También para la cuestión del fetichismo la lectura de Jappe es muy importante, pero los límites del artículo exigen dejar la presentación de tal análisis para otra ocasión.
11) Jappe, ob. cit., pags. 64-5.
La liberalización, la desreglamentación y el salto en la internacionalización del capital que las mismas provocaron (salto cuantitativo y también cualitativo) tuvieron como efecto desplazar este conjunto de elementos antagónicos y contradictorios del nivel de las economías de los Estados-nación al de la economía mundial como un todo diferenciado y jerarquizado. Este desplazamiento marca un radical cambio de período histórico. Del régimen económico y político internacional posterior a la Segunda Guerra mundial, caracterizado por la presencia de algunos mecanismos de “regulación” (15) (que en algún momento parecieron tan fuertes que el término “neocapitalismo” floreció, hasta la crisis de 1974-1975), se pasa a una situación radicalmente diferente. Sobre todo desde 2001, los numerosos efectos de la destrucción casi completa de las relaciones políticas y las instituciones que “contenían” la relación antagónica que ante definida (en el sentido de limitar su juego y contrarrestar parcialmente sus efectos), así como la anarquía de la competencia, pasaron progresivamente al primer plano.
Según los arquitectos de la liberalización y la desreglamentación, la constitución de un espacio mundializado de valorización del capital, ofreciendo a las empresas la posibilidad de cerrar el ciclo del capital en un mercado verdaderamente mundial y ya no sobre exiguos mercados nacionales, debía implicar la apertura de una nueva fase de expansión prolongada para el capitalismo mundial. Esto tendría reflejos positivos para las poblaciones, y permitía la promesa de un radiante futuro al amparo del neoliberalismo.
Traducción Aldo Casas (HERRAMIENTA)
Fuente. www.argenpress.info
Notas:
12) C. Marx, Elementos… ob. cit., vol 1, pag. 249.
13) A. Bihr, La préhistoire du capital, Lausana, Editions Page Deux, 2007.
14) Es lo que David Harvey denomina “acumulación por desposesion”, aunque no dice con la necesaria claridad que la misma sólo puede complementar y no reeemplazar la producción y apropiación de plusvalía creada en las empresas capitalistas. Ver David Harvey, The New Imperialism. Oxford University Press, 2003.
15) Ver Robert Boyer, La théorie de la régulation: une analyse critique. París, Editions La Découverte, 1987. Leer este libro veinte años después muestra hasta qué punto esa noción estaba ligada a la existencia de condiciones políticas totalmente específicas.
16) En lo referido al carácter simultáneamente relativo y fundante del “poder de la finanza”, ver F. Chesnais “La prééminence de la finance au sein du ‘capital en general’, le capital fictif et le mouvement contemporain de mondialisation du capital”, en La finance capitaliste. París, Collection Actuel Marx Confrontations, PUF, 2006.
17) Ver nota 7.
18) C. Marx, El capital, ob. cit. Libro III, vol. 3, pag. 248.
19) Ver F. Chesnais, ob. cit.
20) La expresión “insaciabilidad de la finanza” está tomada de los que se dedican a la finanza como Pascal blanqué, y la utilizo para que se comprenda el proceso de tentativa de valorizacion infinita del dinero. Ver mi propio capítulio en F. Chesnais (coord.), La finance mondialisée, racines sociales, configuration, conséquences. Paris, Editions La Découverte, 2004.
21) Ver Mike Davis, Planet of Slums. Londres, Verso, 2006.
22) C. Marx, El capital, ob. cit. Libro III, vol. 3, pags. 213-263. La Sección Tercera lleva como título general “Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia”, incluyeendo el Capítulo XIII “La ley como tal”, el Capítulo XIV “Causas que contrarrestan la ley” y el Capítulo XV “Desarrollo de las contradicciones internas de la ley”.
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