Marruecos se vale de trucos para reprimir a periodistas y los organismos internacionales nada dicen
por Lucile Daumas (Marruecos)
4 años atrás 22 min lectura
Ver al pie de este artículo la nota sobre:
Marruecos: la huelga de hambre, el último recurso de los periodistas frente a una justicia arbitraria
21 de mayo de 2021
Los periodistas marroquíes Souleimane Raissouni y Omar Radi llevan meses encarcelados en la prisión Okacha de Casablanca, en total aislamiento. El 8 y 9 de abril, respectivamente, comenzaron una huelga del hambre para pedir el cese de su aislamiento y su puesta en libertad provisional. Se lanzó entonces una fuerte campaña internacional, haciéndose eco de sus reivindicaciones y voces de todos los continentes piden su liberación inmediata. Raissouni y Radi son solo dos de los muchos periodistas marroquíes que han sido encarcelados en los últimos años.
¿Cúal es entonces el problema entre el régimen marroquí y los periodistas? En principio, son perseguidos por delitos comunes y su encarcelación no tendría nada que ver con su trabajo periodístico. Veamos.
La escalada de la represión
Souleimane Raissouni, periodista de 49 años, estuvo colaborando con varias publicaciones periódicas, como Nichane (la versión en árabe de Telquel) o Aoual. En 2018 fue nombrado redactor jefe del periódico independiente Akhbar Al-Yaoum tras la detención y condena a 15 años de prisión de su director de publicación, Taoufik Bouachrine, por «violación, intento de violación y tráfico de personas». Raissouni es reconocido como un excelente periodista de investigación y uno de los mejores editorialista de la prensa cotidiana de Marruecos. Su pluma crítica le ha valido la ira de las autoridades marroquíes. Tras una campaña de difamación y acoso orquestada por los servicios de seguridad a través de órganos de prensa afines, fue arrestado a raíz de la acusación de violación que lanzó un hombre, Adam Mohamed, en Facebook, aunque no se nombraba a Raissouni ni la víctima había presentado ninguna denuncia a la policía.
A pesar de la arbitrariedad de la detención y de la ausencia de denuncia y de evidencia del caso, Souleimane Raissouni fue inculpado y puesto en detención preventiva el 22 de mayo de 2020. Desde entonces está encarcelado, incomunicado y aislado de los demás presos. Su juicio no empezó hasta el 9 de febrero de 2021 y ha sido aplazado ya tres veces. Raissouni comenzó una huelga de hambre el 8 de abril de 2021.
El 25 de diciembre 2019, el periodista Omar Radi, de 34 años, es arrestado a la vuelta de un viaje a Argelia e inculpado por desacato al tribunal, a causa de un tuit publicado ocho meses antes, en el que criticaba las duras condenas pronunciadas contra los activistas del Rif después de la revuelta que conoció esta región del Norte de Marruecos en los años 2016/2017. Gracias a una fuerte movilización nacional e internacional, lo liberaron seis días después. Sin embargo, fue juzgado en marzo de 2020 y condenado a una pena condicional de 4 meses. Desde abril de 2020, Omar Radi es objeto de una campaña de desprestigio por parte de medios de comunicación cercanos a los servicios de seguridad marroquíes. El 14 de junio, la misma prensa acusa a Omar Radi de realizar labores de inteligencia por cuenta de países extranjeros. Una semana después, Amnistía Internacional denuncia el pirateo del teléfono móvil de Omar, con el programa Pegasus, desarrollado por la empresa israelí NSO. Unos días más tarde, el25 de junio de 2020, el fiscal del Tribunal de Apelación de Casablanca abre una investigación sobre «la presunta implicación del periodista en un caso de obtención de fondos extranjeros en relación con los servicios de inteligencia». Radi fue citado hasta diez veces en la sede del BNPJ (Oficina Central de Investigación Judicial) entre el 25 de junio y el 29 de julio. Acudió a todas las citaciones y respondió a todos los interrogatorios. El 5 de julio de 2020, Omar Radi y su colega Imad Stitou habían sido agredidos a la salida de un restaurante de Casablanca por un periodista del sitio web Chouf TV, acompañado de su esposa. Fueron acusados de «embriaguez en la vía pública» y «grabación de una persona contra su voluntad».
El 23 de julio de 2020, Hafsa Boutahar, colaboradora del periódico digital Ledesk.ma, en el que colabora también Omar Radi, presenta una denuncia por violación contra él. El periodista reconoce haber tenido una relación sexual “entre adultos, con consentimiento”. Apenas una semana después, es inculpado por «atentar contra la seguridad interior y exterior del Estado y por violación y atentado al pudor» y encarcelado inmediatamente, con las dos acusaciones en un solo caso, sin olvidar el juicio que está en curso por la denuncia del periodista de Chouf TV.
En cuanto a la acusación de atentar contra la seguridad del Estado, se basa en sospechas de obtener financiación extranjera en relación con servicios de inteligencia. Se trata en realidad de unos informes que Radi realizó (due diligence en inglés) sobre dos empresas marroquíes, trabajos ordinarios para un periodista de investigación económica, que en conjunto le reportaron menos de 2.000 euros. Cabe señalar que desde el 20F, el movimiento popular del 20111/, Omar Radi ha sido persona non grata en la prensa marroquí. Entre otras cosas, fue contratado varias veces y despedido después a causa de la presión sobre las direcciones de los periódicos que lo contrataron, además de no poder renovar su carnet de prensa hasta 2019. Esta situación le obligó a multiplicar trabajos esporádicos para ganarse la vida, como los dos mencionados anteriormente2/. Por otra parte, a Radi también se le acusa de haberse beneficiado de una beca académica para investigar sobre el expolio de tierras agrícolas en Marruecos. Recordemos que los encontronazos de Omar Radi con la Justicia coinciden con su regreso de una breve estancia en Argelia para recibir el premio al mejor artículo de investigación Ali Bey Boukhouba. El 23 de diciembre de 2019, estuvo invitado por Radio M (desde entonces prohibida en Argelia) para hablar de la expropiación de tierras colectivas en Marruecos3/. Y el 25, apenas regresado a Marruecos, fue detenido, con el pretexto de su tuit sobre las condenas a los activistas del Rif emitido unos 8 meses antes. A mayo de 2021, el proceso sigue su curso. Omar Radi lleva ya 10 meses en la cárcel, en aislamiento total4/.
Estos dos casos son una caricatura de cómo funciona la justicia en Marruecos y como va disfrazando de derecho común juicios que son en realidad juicios políticos.
Desgraciadamente, el acoso a los periodistas de parte del régimen marroquí no se limita a estos dos casos. Citemos algunos más.
El 24 de marzo de 2021, Maati Monjib salió de la cárcel de Salé, en libertad provisional, tras 20 días de huelga del hambre. Había sido declarado culpable de blanqueo de capitales. Maâti Monjib es un universitario de 61 años, docente e investigador en historia, periodista y partidario activo de un periodismo independiente. Con este fin, fundó varias instituciones dedicadas a la formación de periodistas y activistas, a la promoción de la libertad de expresión, del periodismo de investigación, y a la protección de las y los periodistas5/. Desde 2013, Monjib y su familia han estado padeciendo un hostigamiento permanente de la policía, en forma de robo de documentos, campañas de difamación, prohibición de participar en varias conferencias, hackeo del sitio web de la AMJI, escuchas telefónicas y pirateo de su teléfono móvil (nuevamente mediante el software israelí Pegasus), seguimiento en las calles y carreteras, etc. En agosto de 2015 Maâti Monjib fue procesado en libertad por «atentar contra la seguridad interior del Estado» y «fraude», junto con otros seis periodistas, en el marco de las actividades de la AMJI la ADN. El juicio se aplazó repetidamente más de 20 veces y en realidad, nunca se llevó a cabo. A partir de octubre 2020, Maâti Monjib es acusado con otros miembros de su familia de lavado de dinero y arrestado el 29 de diciembre tras dos meses de investigación durante los cuales respondió a todas las convocatorias. Tras 20 días de huelga, es puesto en libertad provisional con prohibición de salir del país. Apenas un mes después, a principios de 2021, cuando ya estaba arrestado por otro asunto, fue condenado a un año de prisión y a una multa de 15.000 dírhams, sin que se le hubiera convocado ni a él -encarcelado en aquel momento- ni a sus abogados.
Hajar Raissouni, periodista en Akhbar Al-Yaoum, sobrina de Souleimane Raissouni, arrestada el 30 de agosto de 2019, fue condenada un mes después a un año de cárcel por haber llevado presuntamente a cabo un aborto y por mantener relación sexuales extra matrimoniales; fue liberada en octubre del mismo año por indulto real, tras la enorme indignación que provocó su arresto y condena en la opinión pública nacional e internacional.
Taoufik Bouachrine, director del diario Akhbar Al-Yaoum, arrestado en febrero de 2018 y condenado el 25 de octubre de 2020 por “tráfico de seres humanos», «abuso de poder con fines sexuales», «violación y tentativa de violación», a 15 años de cárcel y una multa de 255.000 euros. Bouachrine siempre ha negado los cargos que se le imputan, denunciando un «juicio político». El lunes 15 de marzo de 2021, la sociedad editora de Akhbar Al-Yaoum anuncia el cierre del periódico, tras tres años de calvario, con el director y el redactor jefe en la cárcel, sin publicidad y excluida de las subvenciones públicas. Otra nueva voz independiente que es acallada.
Hamid el Mahdaoui, periodista, director y fundador de Badil.info, sitio de información on line, fue arrestado el 20 de julio de 2017 por su participación en las revueltas del Rif (Hirak) y su cobertura periodística, a la que se le acusó de «incitación a cometer una infracción grave o menor». Fue condenado a 3 años de cárcel, y salió el día 20 de julio de 2020, tras cumplir su condena. Otros periodistas rifeños, de la prensa digital, como Mohammed Asrihi, Jawad Essabiri, Houcein El-Idrissi de Rif24 et Rif Press, Abdelali Haddou de la web tele Araghi TV, también fueron perseguidos por atentar a la seguridad del Estado y condenados a varios años de cárcel.
Rabie Ablak, colaborador de Badil.info, fue arrestado el 28 de mayo de 2017 y condenado el 26 de junio de 2018 a cinco años de cárcel por « haber recibido fondos del extranjero para actividades de propaganda y atentado a la seguridad del Estado». Fue puesto en libertad el 29 de julio de 2020 tras un indulto real, pero una nueva investigación en su contra se está abriendo en su contra a partir del día 27 de abril de 2021.
Hicham Mansouri fue condenado a diez meses de cárcel por adulterio en mayo de 2015, exiliándose después de cumplirla. Fue condenado el 27 de enero de 2021 a un año de cárcel y una multa de 10 000 dirhams (cerca de 1000 euros) en el juicio de los miembros de la AMJI, junto con Maâti Monjib y otros periodistas de investigación. Sigue en el exilio.
Samad Aît Aicha fue condenado el 27 de enero de 2021 a un año de cárcel y una multa de 10 000 dirhams (cerca de 1000 euros) en el juicio de los miembros de la AMJI, junto con Maâti Monjib y otros periodistas de investigación. También está en el exilio.
A Hisham Kribchi se le condenó el 27 de enero de 2021 a un año de cárcel y una multa de 10 000 dirhams (cerca de 1000 euros) en el juicio de los miembros de la AMJI, junto con Maâti Monjib y otros periodistas de investigación. Está exiliado.
Ali Anouzla, director de publicación del sitio web de información Lakome, en su versión en árabe, uno de los más consultado de Marruecos, fue arrestado el 17 de septiembre de 2013 por «asistencia material y apología del terrorismo» por publicar un enlace a un artículo del diario español El País, que contenía un enlace a un vídeo atribuido al grupo Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Tras una fuerte movilización de solidaridad, cinco semanas después se levantó la decisión de cárcel preventiva y salió de la prisión. Desde entonces, como en el caso de Maati Monjib, el Tribunal se reúne periódicamente para aplazar el juicio una y otra vez. Aún no hay veredicto, pero la situación actúa como una espada de Damocles sobre la actividad periodística de Ali Anouzla, que ha abierto un nuevo medio digital: Lakome2.
Por último, está el caso de Ali Lmrabet, que fundó entre 2000 y 2002 tres revistas : Demain (prohibida un año después) y Demain magazine (en francés), y Duman (en árabe) en el año 2000. En 2003, se prohíben estas dos últimas revistas y Lmrabet es condenado a tres años de cárcel por una entrevista con un “republicano” marroquí, información sobre el presupuesto de la casa real, falta de respecto al rey y atentado a la integridad territorial de Marruecos. Es indultado por el Rey ocho meses más tarde tras varias huelgas de hambre. En 2005 es condenado a una prohibición de diez años de ejercer de periodista por haber declarado que los saharauis en los campos de refugiados de Tinduf son refugiados según la ONU.
Constantes y variantes en el sistema represivo
Estos casos, y la lista no es completa, que me perdonen quienes no están citados aquí, presentan algunas constantes: la mayoría de periodistas no tienen que responder por sus actividades o escritos como tales, sino de delitos políticos de máxima gravedad (atentado a la seguridad del Estado, espionaje), o de supuestos delitos de derecho común: blanqueo de dinero en el caso de Maati Monjib, delitos de carácter sexual en el caso de Souleimane y Hajar Raissouni, Radi o Bouachrine, en un claro intento de desalentar cualquier voluntad de solidaridad. Las propias feministas marroquíes reaccionaron denunciando en un comunicado la instrumentalización de las luchas de las mujeres contra la violencia para fines de represión de periodistas6/. En resumen, la mayoría de los periodistas penalmente perseguidos en estos últimos años lo son por delitos comunes (acoso sexual, violaciones, blanqueo de dinero, embriaguez en la vía pública…), casos con toda evidencia fabricados por los tribunales para penalizar actividades periodísticas. De este modo, el Estado marroquí no tiene que responder a críticas de persecución de periodistas como tales, puesto que se les declara culpables por delitos comunes. Además, en 2016, Marruecos reformó el Código de prensa, en el que se prohíbe la prisión por delito de opinión, aunque después se introdujeron excepciones, con penas privativas de libertad para algunos de estos, en relación con las líneas rojas que son la monarquía, la patria y el islam. Por lo tanto, basta con burlar el código de la prensa y encontrar pretextos para enviar a los periodistas a la cárcel. El mismo hecho de denegar sistemáticamente y sin explicación alguna la libertad condicional a los presos, muestra el afán de las autoridades por tenerlos en la cárcel, cuando nada lo justifica, ni en virtud de una potencial peligrosidad, ni por su actitud, puesto que siempre han acudido a todas las citaciones y se prestaron sin problema a las investigaciones preliminares.
Cabe subrayar también que se está persiguiendo a los periodistas como personas, cuando en años anteriores la persecución iba más a los medios en los que escribían o dirigían. El régimen se adapta a la modernidad. Con la prensa en papel, se podía prohibir la distribución del periódico, se podía presionar a los anunciantes para cortar las fuentes de dinero, se podía cerrar la imprenta. Todo es mucho más difícil con la prensa digital. La idea, entonces, es aterrorizar a los periodistas y sacárselos de encima mandándoles a parar a la cárcel. Pero en el caso de Akhbar El-Yaum, la persecución de tres de sus periodistas, Taoufik Bouachrine, Hajar y Souleimane Raissouni, acabó hundiendo el medio, que tuvo que cerrar el mes de marzo pasado.
Por otra parte, los tribunales ni siquiera se molestan en construir casos coherentes y verosímiles. Además, si un periodista puede ser detenido y condenado por delitos que no ha cometido, esto se convierte en un elemento disuasorio aún mayor para los demás. Ya no pueden saber de dónde les va a llegar el golpe, pues ya no se trata de asumir sus opiniones, sus actos y sus escritos, sino de ir a la cárcel por cualquier delito inventado.
Pongamos el ejemplo de Omar Radi. No cabe la menor duda de que su persecución por la Justicia tiene que ver con la investigación que estaba llevando a cabo cuando lo arrestaron la primera y segunda vez, acerca de los acaparamientos de tierras en Marruecos. Tenía una beca académica para investigar sobre el tema y durante un viaje que hizo a Argelia, habló públicamente de estas investigaciones en conferencia y televisión. Y esto en un momento en el que la tierra agrícola es objeto de una intensa especulación por parte de inversores nacionales y extranjeros, en Marruecos como en muchos otros países del mundo, y se están acumulando fortunas gigantes con estos acaparamientos de tierras, hasta dentro de la misma cúpula del poder.
Pero acusarlo de eso hubiese sido claramente un delito de opinión y además hubiese permitido que se abra un debate público sobre el tema. Mejor presentarlo como espía y violador.
En realidad los espías son las autoridades marroquíes. Recordemos como Amnistía Internacional denunció el hackeo del teléfono mócil de Omar Radi, atacado con el programa Pegasus7/ Lo mismo pasó con Maati Monjib. Se ve que los Servicios de inteligencia supieron pasar a la era de lo digital, abriendo varios periódicos digitales, prensa sensacionalista y especialistas en difamación, tales como Barlaman.com, ChoufTV, 360.ma. Marruecos se ha convertido en un maestro de la cibervigilancia y Facebook ha anunciado el cierre de unas 385 cuentas falsas de Facebook y 40 de Instagram en Marruecos, varias de ellas relacionadas con ChoufTV. Yassin Adnan, un joven escritor marroquí, describió muy bien los mecanismos de esta vigilancia en su novela Hot Maroc, publicado en 2020 por Actes-Sud y ya traducido al inglés. Pero la realidad desgraciadamente supera la ficción y varios blogueros, facebookers, youtubers, se encuentran entre rejas. Ese es el caso de Chafik Omerani, ingeniero y youtuber marroquí-americano. Fue arrestado a su llegada al aeropuerto de Rabat-Salé el 6 de febrero 2021 y condenado el 25 de marzo a tres meses de cárcel y una multa de 40 000 dírhams (unos 3750 euros) por haber publicado videos «en desacato a organismos y funcionarios públicos» lo cual fue considerado como «actos de carácter criminal»8/.
Pero ¿tiene tanto poder la prensa?
¿Podría un artículo de prensa, en un país tan poco democrático como Marruecos deshacer gobiernos y fortunas? Claramente, no. Ni en Marruecos ni en muchas otras partes. Entonces ¿para qué empeñarse tanto contra los periodistas, con la desventaja de presentar una imagen poco favorable del régimen ante la opinión publica nacional e internacional?
Maati Monjib nos ofrece una clave del problema. En su libro La monarquía marroquí y la lucha por el poder, publicado en 1992 por l’Harmattan, explica detalladamente cómo en tiempos del protectorado franco-español, la monarquía y el movimiento nacional se apoyaron mutuamente para conseguir la independencia del país. Y cómo, una vez conseguida ésta, los dos socios se enfrentaron duramente para saber cual de ambos iba a tomar la riendas del país. El partido de la Independencia (Al-Istiqlal) soñaba con una monarquía de tipo inglés con un rey que diera continuidad y legitimidad a las nuevas autoridades, pero que no gobernara. La reyerta fue larga y dura y el asesinato de Mehdi Ben Barka en 1965 vino a marcar la contundente victoria de la monarquía y su disposición a emplear cualquier método a su disposición contra cualquiera que dudara de ella. En los años posteriores siguió manipulando, cooptando, dividiendo, reprimiendo el movimiento político y pasó a quitarle fuerza al movimiento sindical, con los mismos métodos anteriores, divisiones y cooptación, manipulación y represión. El resultado fue que consiguió un control absoluto sobre el país. Los últimos en rebelarse fueron los militares que intentaron dos veces deponer al rey, en 1971 y 1972. Pero fracasaron. Fusilaron a 21 y los 58 restantes fueron a morir a fuego lento en el penal de Tazmamart, en el Sur del país. La operación Marcha verde y de recuperación de los territorios saharauis (NdR piensaChile: aquí debiera decir «ocupación del territorio saharaui«), vaciados por España en 1975, terminó de asentar el poder absoluto y autocrático de la monarquía marroquí.
Dos décadas después, Hassan II pensó que podía aflojar un poco la cuerda y dejar en herencia a su hijo un país más presentable. Sacó a los militares que quedaban vivos de Tazmamart9/, vació las cárceles de los presos izquierdistas (aunque empezaba a llenarlas con islamistas), permitió que aparecieran nuevos títulos de prensa, no ligados ni al poder ni a los partidos, pero sí al mundo del negocio y dependientes de los anuncios publicitarios. Una prensa más moderna, que se quitó bastante pelos de la lengua y empezó a tocar temas inauditos para el país, tales como la fortuna del rey, la situación en el Sahara, la sexualidad, escándalos financieros y corrupción, etc. Poco a poco el tono de libertad de ciertos títulos empezó a molestar y varios periódicos tuvieron que cerrar, asfixiados a nivel financiero, tras condenas a multas impagables o cese de la publicidad bajo presión de las autoridades. Cerraron Le Journal, luego Le Journal hebdomadaire, Demain, o Nichane, y varios periodistas tuvieron que exiliarse.
Fue entonces cuando empezó a surgir la prensa digital. Se multiplicaron los medios, tanto en árabe como en francés o en amazigh, que ya pasan de varios centenares, y apareció en las pequeñas ciudades una prensa local y regional que nunca había existido. Unos son serios y fiables, otros muy poco profesionales.
Con las movilizaciones de 2011, que encendieron gran parte del mundo árabe y en Marruecos se denominaron Movimiento del 20 de febrero (20F), la situación cambió. Durante unos meses, una nueva libertad de tono y de expresión floreció tanto en las calles como en las columnas de la prensa. Pero el recreo duró poco. Con la ayuda de casi todos los partidos políticos, la monarquía consiguió recuperar el control proponiendo una agenda electoral, que consiguió marginar al movimiento popular y ampliamente espontáneo que ya no estaba en su terreno. Aún así fueron necesarios varios meses y una política de represión y provocación cada vez más agresiva para conseguir vaciar la calle de manifestantes. Pero la alerta había sido caliente. Y desde entonces un manto de plomo ha caído otra vez sobre Marruecos. Las pocas organizaciones todavía independientes y críticas (AMDH, ATTAC, AMJI, Freedom now Marruecos, Racines) han visto muchas de sus actividades prohibidas, no se les ha reconocido o no se les ha renovado las autorizaciones o han tenido que cerrar. Muchas actividades culturales promovidas por los jóvenes del 20F son reprimidas como lo fueron las impresionantes revueltas sociales del Rif (octubre 2016- verano 2017) y luego, de la ciudad minera de Yerada (diciembre 2017-enero 2018) así como otras protestas en varias regiones del país, y siguen centenares de presos en las cárceles. Periodistas independientes cubrieron y contextualizaron estos movimientos sociales, acompañados por una intensa actividad de blogueros, youtubers, facebookers, que hacen difícil tapar lo que está ocurriendo en el Marruecos profundo. Y para tratar de callarles y asustarles, muchos son los que van a parar a la cárcel.
Las autoridades crearon también sus propios medios, que además de ser órganos de la propaganda estatal, están ahora jugando el papel sucio de difundir noticias falsas, difamar a los colegas de la prensa independiente e incluso preparar con antelación los motivos de la detención de ellos, estando a veces incluso presentes en el mismo momento de la detención. La connivencia entre estos medios de comunicación, los servicios de seguridad, la policía y el poder judicial es descaradamente evidente.
Por otra parte, el hecho de despojar de protagonismo a los partidos y sindicatos, ha tenido un doble efecto:
– Los movimientos sociales se organizan fuera de ellos, sea a nivel corporativo ( ver en la actualidad el impresionante movimiento de los docentes con contratos temporales10/ (,contra la destrucción de la estatuto de la Función pública, la precarización de los docentes y el desmantelamiento de la educación pública), a nivel territorial (Rif, Yerada, etc.), o a nivel nacional y político (M 20F) experimentando nuevas formas de liderazgo y de organización, y manifestando una amplia desconfianza hacia partidos y sindicatos.
– Al hacerlo, el gobierno también ha destruido todas las instituciones capaces de desempeñar el papel de canalizador y mediador, declarando incluso que su único programa es el del rey. La monarquía queda pues desnuda ante su pueblo. Y solo puede contar con su aparato represivo y tratar acallar todas las voces críticas que quedan en el país. De allí esa tremenda represión contra los periodistas. Pero ¿cómo conseguirlo con las nuevas herramientas de comunicación, si cada ciudadano es capaz de producir y difundir su propia información?
P.S. Los juicios de Souleimane Raissouni y Omar Radi se siguen aplazando, como ocurrió en la última audiencia del 18 de mayo, donde el tribunal decidió que el aplazamiento fuera a los primeros días de junio. Mientras tanto, llevan ya casi un año en la cárcel, sin juicio ni perspectiva de saber cuando éste se abrirá. Omar Radi, como se explica más arriba, suspendió su huelga de hambre después de 20 días, a petición del médico de la cárcel, muy preocupado por su estado de salud. En cuanto a Raissouni, continúa hasta el día de hoy con la huelga de hambre, y su estado de salud después de más de 40 días sin comer, se ha deteriorado considerablemente (20/5/2021).
–La autora, Lucile Daumas, es activista por los derechos humanos en Marruecos. Forma parte del Consejo Asesor de viento sur
*Fuente: VientoSur
Notas
1 / Equivalente al 15M español (Nota de la editora).
2 / https://ledesk.ma/grandangle/omar-radi-espion-du-mi6-revelations-sur-une-cabale-insensee/
3 / https://www.youtube.com/watch?v=fZtdufgg-2U
4 / El 9 de abril, Radi comenzó una huelga de hambre que hubo de abandonar el 1 de mayo, a causa de una grave enfermedad crónica intestinal (nota de la editora).
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