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Percepción de los estudiantes de la Universidad Católica Silva Henríquez: ¿Qué democracia queremos?

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Hoy en día la política más que nunca se encuentra en debate. La impugnación por los distintos casos de amor entre dinero y política han puesto en tela de juicio y deslegitimado la institucionalidad chilena. La democracia ha tenido una apreciación que se encuentra a la baja. Esta tendencia tiene su razón de ser precisamente en los grandes conflictos que han aquejado al país. Casos como Penta, SQM, Milicogate, Iglesia Católica, han copado la agenda informativa y legislativa. La encuesta UDP es esclarecedora: existe casi un 50% de personas que  se siente poco satisfecho con la democracia que, sumado a ello, refleja un  alto desinterés en la política. ¿Qué percepción tienen los jóvenes al respecto? Esta inquietud fue planteada a estudiantes de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH) para dar cuenta del imaginario social y juvenil en torno a la democracia.
En este sentido, al ser preguntados por la valoración que tienen de la democracia, los estudiantes de la UCSH dan cuenta de una alta estimación sobre esta (65%), mientras un 26% considera que a veces es mejor tener un gobierno autoritario que uno democrático, o simplemente son indiferentes frente a un gobierno autoritario de uno democrático (8%). Si bien es cierto que existe una alta valoración, es interesante que aún hoy persistan ciertos resabios autoritarios. ¿Cuál es el significado de estas cifras? Una de las posibles respuestas reside en la crisis política que aqueja a nuestro país: los grandes problemas de conflicto de interés de la clase política junto con la suspicacia que se tiene de los políticos en cuanto al grado de autonomía para tomar decisiones. Esta tendencia demuestra de manera significativa la realidad país: existe una apreciación bastante negativa de la clase política que ha sido traspasada a toda la política en general. Nadie se salva, desde los partidos políticos hasta la propia institucionalidad del país. El reflejo de la crisis institucional muestra que la comunidad universitaria tiene una percepción bastante negativa de las instituciones formales, esto es: política (congreso, gobierno, partidos políticos),  iglesia católica y mercado. Como contraparte, tanto movimientos sociales, medios de comunicación y universidad tienen una estimación positiva por el estudiantado.
Por otro lado, el acceso a la información ha cumplido un rol preponderante para la actual crisis institucional, gracias a las nuevas tendencias existentes de formas de participación distintas en la sociedad que se han desarrollado especialmente en los jóvenes. Ante este panorama podemos decir dos cosas al respecto: en primer lugar, el acceso a la información ha cambiado de manera drástica; en segundo lugar, los medios de comunicación formales son utilizados de una manera muy distinta de como lo hacíamos usualmente hace cinco o diez años atrás. El 66% de los jóvenes utiliza las redes sociales como medio de comunicación e información en desmedro de la radio, televisión o el diario. A su vez, ante la pregunta: de los siguientes medios de comunicación ¿cuál cree usted que representa de mejor manera el pensar ciudadano? Se repite la misma cifra y el mismo medio, es decir, un 66% de los encuestados considera que las redes sociales poseen mayor representatividad. Lo interesante a destacar es que las redes sociales poseen una forma distinta de interactuar con la información tanto de fondo como de forma: es flexible, maleable y utilizable según el interés, cosa que no posee los medios de comunicación formales. La interacción, debate y puesta en escena por medio de esta red digital, permite una nueva narrativa en que los jóvenes hacen sentir su voz: pueden opinar, deliberar, criticar, construyendo un hipertexto del cual se sienten participes por medio de un relato creado por todos los actores en cuestión, contribuyendo a una forma más horizontal de comunicación, ya sea en el acceso como en la interacción de la información.
Otro factor analizado fue la educación. A este respecto, las cifras son esclarecedoras: en términos generales los estudiantes ven el vaso medio vacío a la hora de responder sobre la educación chilena. Un 53% la encuentra regular, mientras que un 23% la considera  mala, en tanto que un 9% encuentra muy mala la educación; en contraste con el 10% que cree que es buena. Sí, usted ha leído bien, son estudiantes universitarios quienes evalúan de esta manera la educación que, no obstante, se encuentran en su proceso de formación profesional, vale decir, educándose. Las manifestaciones sociales en torno a la educación han planteado como principal premisa la gratuidad y la calidad, de tal manera que una de las exigencias centrales es el acceso al sistema. ¿Acaso el problema será la calidad de la educación o el alto costo de esta? Pues existe una racionalidad económica bastante instalada en ver a la educación bajo la ecuación costo-beneficio, donde se percibe que la educación no solamente genera producción para el país (entendiendo la profesionalización como un elemento fundamental, sobre todo bajo el concepto de capital humano), sino que también promueve la movilidad social hallándose en estrecha relación con la movilidad económica, cosa que no necesariamente es lo mismo. Los datos del servicio de información de educación superior (SIES) de 2014 indican que las cinco carreras más demandadas por los jóvenes son: ingeniería comercial, derecho, enfermería, psicología e ingeniería civil industrial. La percepción positiva que se posee sobre estas carreras radica en el imaginario de una remuneración alta y de status social que conllevan dichas profesiones.
Este imaginario que se posee en educación encuentra un nicho político esencial. La racionalidad neoliberal que instala como pilar fundamental lo económico implica simultáneamente un deterioro de la actividad política en el mundo social, principalmente en la atomización de la sociedad civil, volviendo frágil una conciencia colectiva cohesionada y solidaria. Ante la pregunta sobre el proyecto país, los datos reflejan que un 47% prefiere la construcción de un proyecto común para Chile, mientras que un 37% considera que en Chile deben existir instancias en que cada uno posea la capacidad de emprender sus propios proyectos. Lo particular de estas cifras es su cercanía, por lo que cuesta dilucidar una idea clara y sistemática dentro del imaginario juvenil. ¿Acaso la política neoliberal evoluciona en una sociedad neoliberal? Esta cifra es llamativa pues la UCSH es conocida por su fuerte impronta en lo social consagrada en la imagen del Cardenal y en el modelo educativo salesiano. ¿Cómo lidiar ante una modelo económico y político que constantemente promueve la desigualdad, el individualismo y la competencia? Esta tarea es propia de la educación del siglo XXI: fomentar la humanización de la humanidad significa sembrar la solidaridad por sobre el progreso económico y los intereses estrictamente individuales. Esta tarea debiese ser la misión de toda universidad que se considere como tal. Más allá de la instrumentalización de los certificados profesionales debe primar una educación al servicio de la sociedad cuya fuerza emane en la justicia y la dignidad humana.

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