25 de abril de 2015
Hemos vivido un conflicto en las relaciones entre los negocios y la política. En vez de un mutuo servicio ha habido un mutuo aprovechamiento indebido. Una comisión ha sido nombrada para recomponer las relaciones entre los negocios y la política. Pretendo aportar algunas simples reflexiones para situar el problema.
Es natural que haya conflicto entre los negocios y la política. Los negocios buscan su propio bien, el provecho del negociante. La política en cambio, busca el “bien común”, el bien de la sociedad, de los demás. Como tienen que relacionarse, el peligro es que cada uno, los negocios por una parte y la política por otra, se aprovechen indebidamente de la otra parte. El negocio busca que la política le favorezca o simplemente se apropia de los bienes destinados al bien común. La política necesita la contribución de los negocios para ponerlo al servicio del bien común, pero también se deja comprar por intereses particulares.
Ambas actividades se complementan y deben darse en una relación sana. Una actividad en que la libre iniciativa pueda explayarse y crear riqueza y una política que distribuya esa riqueza entre toda la población.
Santo Tomás era un hombre inteligente, comprendió que en una comunidad había diversos talentos, a unos se les podía confiar la propiedad de los bienes para que los explotara haciéndolos fructificar. Otros deberán distribuir esas riquezas a través de la organización y política. La apropiación de los bienes debía sí cargar con la hipoteca de hacerlos beneficiar en provecho de los no propietarios. La apropiación tenía un sentido de administración en beneficio del bien común. Este destino social de los bienes era una obligación de justicia querida por Dios creador de todas las riquezas, y buscada por la naturaleza misma de la humanidad que exigía este destino equitativo de los bienes.
Este destino social de los bienes se vio comprometido a través de la historia de la humanidad por el egoísmo humano de los propietarios y esta humanidad se dividió en dos partes: los ricos propietarios y los pobres que nada tenían. Proletarios los llamó Karl Marx porque solo tenían su prole en propiedad.
Jesús en su mensaje evangélico condenó este egoísmo y pregonó el derecho de todos.
Adam Smith en su Wealth of Nations justificó este apoderarse exclusivo de los bienes, proclamando que los propietarios, buscando su propio provecho, en realidad por una mano providencial favorecían el bien común. Los ricos en consecuencia, no debían preocuparse de distribuir sus riquezas, con solo aumentarlas beneficiaban el bien común de las naciones, y esta es en la práctica la política que predomina en el mundo actual. La preocupación de los economistas en Chile es el aumento del producto sin fijarse si este aumento es predominantemente el mayor enriquecimiento de los ricos y si se reparte equitativamente entre todos.
Las iglesias en cambio, muchas veces en vez de insistir en el evangelio de Jesús, el buen anuncio para los pobres, han justificado a los ricos que practican la caridad dando ayudas a los pobres pero no buscan en realidad la justicia y la equidad. Se mantiene y aún se aumenta la distancia entre ricos y pobres.
Saquemos de lo dicho algunas conclusiones importantes.
La propiedad que deriva de la visión cristiana ha de ponerse con toda la actividad que pueda depender de ella, al servicio del bien común y consiguientemente en la visión cristiana al servicio de los más pobres. El propietario pone su haber y su actividad al servicio de la equidad o sea en beneficio de los no propietarios y preferentemente de los más postergados en materia del bien social. A través de la política la propiedad y el negocio sirve al bien común, al bien de los más necesitados En cambio, para la economía liberal, el propietario, el negociante, es dueño absoluto de su propiedad y puede emplearlo exclusivamente en su provecho y defenderse de los políticos que quieren apoderarse de sus bienes.
Hemos de corregir el concepto de “desarrollo de los pueblos”. Pablo VI en su encíclica habla del desarrollo de todo hombre y de todos los hombres. Un concepto integral. En los paradigmas corrientes no se da esta visión integral. Las cifras estadísticas marcan un promedio que disimula las diferencias. A veces los ricos se hacen más ricos y eso muestra un progreso del conjunto que disimula la pobreza que permanece.
Pongamos término a nuestra reflexión volviendo al problema original cómo han de relacionarse el negocio con la política. Un selecto comité de dieciséis miembros ha estudiado este problema para proponer una legislación al Congreso.
El problema no es fácil porque el negocio se mueve en el ámbito del interés personal, o sea del egoísmo y la política ha de moverse en el ámbito del servicio del bien común, es decir del amor generoso. Por eso el mundo del negocio puede contaminar al mundo político.
El negocio acumula capital y puede servir al bien común promoviendo la elección de partidos o representantes políticos generosos y adecuados para servir bien al bien común. Esta tarea se ha estudiado sin duda en la comisión a que hemos aludido.
El negocio sirve también al bien común contribuyendo con sus tributos a que el Gobierno pueda ejecutar un presupuesto nacional en servicio del bien común. Puede también servir directamente al bien común dando trabajo y realizando el bien común. O simplemente ayudando a los pobres y marginados para que puedan participar del bienestar de la nación. La tarea del negocio es pues usar bien de su fortuna, no malgastarla en su propio provecho. Por ejemplo construyendo habitaciones lujosas en el mar, en la cordillera, en los lagos, en Miami u otras ubicaciones costosas. Debe asumir con seriedad la hipoteca que carga sobre todo capital según la doctrina de la iglesia pervertida por la filosofía del liberalismo económico.
La política por su parte debe dedicarse concretamente al bien común. Como la representación política implica poder, ha de guardarse del peligro de apropiarse de ese poder en bien propio. La política tiene sus controles y también sus sanciones en caso de abuso que consiste en olvidarse de su tarea específica: el bien común, y emplear el poder político en beneficio de un provecho individual, del bien del individuo.
Finalmente hemos de tener siempre muy en cuenta que tratándose del bien común estamos afirmando un principio claro para la teología latinoamericana. De acuerdo con la opción preferencial por el pobre, él ha de ser el primer servido en la búsqueda de la equidad. La vocación actual del mundo: el bien común implica la opción preferencial por el pobre.
– El autor, José Aldunate, es sacerdote jesuita y Doctor en Moral – Universidad Gregoriana
*Fuente: Reflexión y Liberación
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Dedico este comentario a los cristianos decentes:
Creyendo en Dios, se debe rechazar la delincuencia.
Creyendo en las enseñanzas de Cristo, se debe combatir la delincuencia.
Los que manipulan la religión al servicio de los delincuentes que les recompensan por ello, ni creen en Dios ni creen en Cristo, van a lo suyo. Muchos cristianos decentes lo van descubriendo día a día.
Esta casta de ateos, no son honrados ni pacíficos como los ateos de convencimiento personal. Son criminales disfrazados de religiosos, que penetran en la política para aconsejar y animar a los creyentes para que voten siempre y de forma sistemática a los partidos de la delincuencia criminal, incluso amenazando con algún castigo de Dios a los que no lo hagan.
En algunos países, esta clase de partidos, incluso enarbolan el título de Democracia Cristiana, ofendiendo y burlándose así de los verdaderos cristianos.
Es lo mismo que si para robarte o matarte a ti, lo hiciesen en nombre de tu padre y madre.