27/07/2014 09:06
La enorme y desproporcionada destrucción de objetivos civiles y la muerte indiscriminada de civiles que ha aflorado en la Franja de Gaza durante la «tregua humanitaria», especialmente en Shuyaiya, Beit Hanún y Jan Yunis, no obedece a un accidente aislado o a un incidente puntual, sino a una política militar planificada que han asumido los jefes militares israelíes con la visto bueno de los líderes políticos.
No es una invención de Benjamín Netanyahu. La destrucción desmesurada se ha aplicado y se aplica en los territorios ocupados de Cisjordania desde mucho antes, aunque no sea con la amplitud que estamos viendo estos días, pero sí con la misma intención de castigar en lo posible al conjunto de la población civil, especialmente, como está ocurriendo ahora, cuando los milicianos y sus líderes militares y políticos han desaparecido de los radares israelíes y burlan al ejército un día tras otro. El mismo bloqueo de Gaza, tan terrible, obedece a esta política.
Israel no se considera afectada por esas normas ni tribunales; los tribunales, por supuesto, callan y no actúan
En los tratados de historia militar este comportamiento se conoce como Doctrina Dahiya. Quien acuñó el nombre, la expuso y la defendió de manera abierta y pública fue el general israelí Gadi Eizenkot, nacido en 1960, y formado como militar en Israel y en Estados Unidos. Una definición breve de esta doctrina, en las escuetas palabras del propio Eizenkot, es que «(los civiles) árabes deberían responder por (las decisiones de) sus líderes».
Ciertamente la doctrina Dahiya es muy vieja, aunque su nombre sea nuevo. Durante el siglo veinte, por no retroceder más, se ha aplicado en incontables ocasiones y por distintos agentes. Los aliados la usaron en la Segunda Guerra Mundial con ensañamiento, basta recordar la destrucción de Dresde o las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, donde decenas de miles de civiles pagaron las decisiones de sus líderes.
Sin embargo, desde que a mediados de siglo veinte se empezaron a extender normas internacionales sobre el comportamiento de los ejércitos en la guerra, estas acciones desproporcionadas han sido condenadas y están perseguidas por el derecho internacional. No obstante, Israel no se considera afectada por esas normas ni por los tribunales que deberían juzgar esos excesos y desmanes. Y los tribunales, por supuesto, callan y no actúan.
Cuando Netanyahu y sus colegas dicen que Israel tiene el ejército más moral del mundo mienten, y se podría citar un sinnúmero de casos que prueban que se trata de una mentira tan desproporcionada como la doctrina Dahiya. Sin embargo, muchos israelíes que están sometidos a una propaganda desmesurada desde que van a la guardería hasta que son adultos se lo creen, y eso es lo que cuenta.
Cuando Netanyahu y sus colegas dicen que Israel tiene el ejército más moral del mundo mienten El nombre de la doctrina viene del barrio beirutí de Dahiya, de población mayoritariamente chií, que fue arrasado por las bombas de una manera completa que probablemente carece de paralelo en la historia moderna; una operación en la que cientos de miles de civiles inocentes pagaron un alto precio debido a la impotencia de los líderes políticos y militares israelíes para aplastar a las milicias de Hizbolá.
Eso ocurrió en 2006. Dos años después el general Eizenkot pronunció unas frases que se han repetido hasta la saciedad en las publicaciones militares de todo el mundo: «Lo que ocurrió en el barrio de Dahiya de Beirut en 2006 ocurrirá en cada pueblo desde el que se dispare a Israel (…) Aplicaremos fuerza desproporcionada sobre él y provocaremos un gran daño y destrucción. Desde nuestro puesto de vista no hay poblaciones civiles, son bases militares. (…) No es una recomendación. Es un plan que ya ha sido aprobado. No se mostrará clemencia cuando tengamos que golpear la infraestructura nacional de un estado que, en la práctica, está controlado por Hizbolá».
A fines de 2008, el mismo año en que el general Eizenkot definió tan certeramente la doctrina Dahiya, Israel tuvo ocasión de aplicarla con los palestinos. El informe que elaboró la misión de las Naciones Unidas sobre la guerra de Gaza se refiere en varias ocasiones a la doctrina Dahiya, a la que define escuetamente como «una vasta destrucción como medio de disuasión», y señala que se puso en práctica en la guerra de Gaza. El informe de las Naciones Unidas destaca «la aplicación desproporcionada de fuerza y la provocación de gran daño y destrucción a las propiedades e infraestructuras civiles, así como sufrimiento a las poblaciones civiles».
La ONU define la Dahiya como «una vasta destrucción como medio de disuasión»
El profesor estadounidense judío Richard Falk, que ha trabajado para la ONU como experto sobre lo que ocurre en los territorios palestinos, ha calificado la doctrina Dahiya como «terrorismo de Estado». Lo que estos días está ocurriendo en Gaza obedece claramente a la aplicación de esa doctrina y varios medios de comunicación han comenzado a consignarlo así, por ejemplo el Canal 2 de la televisión hebrea, un canal privado que mantiene una relación muy estrecha con el Ejército, y que mencionó anoche la doctrina Dahiya al referirse a las imágenes de Gaza que están difundiendo algunos canales de televisión árabes y occidentales.
En la guerra de Líbano de 2006, el general Eizenkot defendió la tesis de que debía atacarse sin piedad a los civiles para parar los cohetes de las milicias de Hizbolá. En 2008 fue uno de los arquitectos de la operación Columna de Nube contra Gaza, que causó tantas bajas civiles y tanta destrucción, y ahora se ha vuelto a dar una situación similar en Gaza, de manera que la doctrina Dahiya, es decir las tesis de Eizenkot, se han vuelto a aplicar sin la menor consideración hacia los civiles. El general Eizenkot no es un mindundi sin importancia. Quizás en otro ejército menos «moral» habría sido apartado de la carrera. En Israel, en cambio, es actualmente el número dos de Ejército, y cuenta con muchas posibilidades de ser el próximo jefe del Estado Mayor.
*Fuente: Publico.es
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Un niño es un niño y el miedo es el miedo
Destierro es destierro
Y una hipocresía es una hipocresía
No hay signo, no hay bando
No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
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No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
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Que justifique cualquier medio
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