El estrepitoso fracaso de la candidatura de Laurence Golborne, en medio de situaciones bochornosas y poco transparentes, exigía medidas drásticas antes de correr el riesgo de un fracaso todavía mayor en los próximos comicios presidenciales y parlamentarios. Por ello, la UDI, el partido más votado en la actualidad, decidió proponer la candidatura del mejor de los suyos: Pablo Longueira. Lo que está en juego, desde luego, es la suerte del gremialismo en los años venideros. Por una parte se juega su liderazgo en el seno de la derecha chilena, pero también su capacidad de desacelerar la velocidad de los cambios políticos que se ya se adivinan en el horizonte.
Para los opositores no son buenas noticias, pues, en rigor, se ha cambiado a un peso pluma por un peso pesado. Por mucho que se pueda discrepar de la visión política populista conservadora de la UDI, y aunque a muchos no les guste, es menester reconocer que el senador y ministro Longueira es una figura cuya estatura es comparable a la de Allamand y, ciertamente, a la de Michelle Bachelet. Estamos ante un político de talla mayor y por lo mismo, un personaje que debe ser tomado muy en serio por sus contrincantes.
La visión de Longueira apunta a una cruzada por defender y mantener una institucionalidad construida sobre la herencia de la dictadura. Sabe de sobra que las reformas que se prometen en los años venideros significan el ocaso de una “Edad de Oro” para la derecha que él representa. Su aguda inteligencia le permite comprender que los vientos políticos en el país han comenzado a soplar hacia la izquierda, sabe que el gremialismo se juega sus últimas cartas y que la ola de reformas terminará por abolir la obra emprendida en Chacarillas bajo la inspiración dictatorial.
La mala noticia para la derecha es que ni la más elevada inteligencia ni el más preclaro talento político puede detener las tendencias históricas que se han incubado en la sociedad chilena los últimos decenios. La cruzada para mantener a Chile sometido a la camisa de fuerza de una constitución malsana, con una institucionalidad autoritaria y ajena a los tiempos está condenada al fracaso. Pablo Longueira, con toda su capacidad puesta al servicio de la derecha se encuentra, definitivamente, del lado equivocado de la historia.
Es cierto, Golborne no admite punto de comparación con Longueira, es como comparar una sardina con un tiburón. Sin embargo, la estrategia de traer la artillería pesada de la UDI, bien pudiera no ser suficiente para soslayar el discurso de un partido históricamente anacrónico en este siglo XXI. Una amplia mayoría de la sociedad chilena reclama cambios democráticos profundos y eso no se puede resolver con la candidatura de un hombre, por brillante que sea. Chile anhela cambios de fondo, tras cuarenta años de abusos e injusticias y eso, supera con creces las posibilidades políticas y humanas de un hombre como Pablo Longueira.
– Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
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