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Una candidatura presidencial… ¿para qué?

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Desde el momento mismo de su última derrota electoral, la Concertación  ha ido de conciliábulo en conciliábulo tratando de definir  algún recurso político que le permita volver al gobierno en 2014. Aún cuando el escaso 16 % de aprobación que revela la última encuesta de Adimark, no hace más que confirmar que la Concertación carece, tanto de fuerza social como de toda autoridad moral para nominar candidato presidencial alguno.

¿Bachelet?
La Concertación piensa que la nominación anticipada de un candidato/a es mucho más importante que los objetivos programáticos que éste/a debiera encarnar, pues lo que le interesa  es un nombre que supuestamente le ofrezca mayores garantías de un regreso fácil al gobierno de la Nación. Ese nombre es, como se sabe, Michelle Bachelet. Pues, aunque cada uno de los partidos concertacionistas, habla de ir a primarias con otros candidatos de sus filas, ninguno niega la preponderancia de Bachelet  sobre cada uno de ellos.  Bachelet es el único nombre que podría podría evitar la desaparición definitiva de la Concertación y ofrecerle la posibilidad de un nuevo período de gobierno. Por tanto, se trata  -antes que nada-  de una estrategia cuyo objetivo fundamental es  intentar salvar a la Concertación como coalición política y de proteger el presente y el futuro personal de cada uno de los parlamentarios y dirigentes concertacionistas. Los intereses del país y de la ciudadanía pasan  a un segundo plano. Como es habitual, el conglomerado omite elaborar estrategias o proyectos políticos orientados  a la transformación de la realidad nacional en concordancia con los anhelos de la gran masa ciudadana.

No sabemos con exactitud qué es lo que piensa Bachelet  ante la estrategia de la Concertación. Unos aseguran que será candidata, otros, que optará por afianzar su carrera internacional. De sus declaraciones en su reciente visita al país, en las cuales ha afirmado que no andaba vistiendo “traje de candidata”, se podría entender que el término complementario de aquella trunca afirmación, no puede ser otro que: “… todavía”. Hasta ahora ella no ha desmentido categóricamente que será candidata presidencial  en 2014 y, al contrario, se deja querer, se deja seducir y juega el juego ambiguo de los misterios. La única conclusión posible es que ella realmente sí quiere ser candidata, aunque no lo diga…, todavía, porque tampoco puede hacerlo.  Es necesario considerar que como portadora de un alto cargo dirigente de la ONU, no puede, en aras de su función y responsabilidad  y de su deber de lealtad y respeto al Secretario General que la designó en dicho cargo, andar anunciando prematuramente que, al mismo tiempo que ejerce sus funciones, también es candidata a la primera magistratura de su Nación de origen.

Un nuevo momento histórico
Todo esto ocurre al concluir un año sacudido por distintas movilizaciones sociales expresivas del descontento ciudadano.  La movilización estudiantil ha revelado  y actualizado la existencia de una yacente, profunda y dolorosa  realidad social que tiene como bandera la impostergable  transformación política y social de la Nación. Decíamos hace algunos años atrás: “…mientras los borregos no adquieran real conciencia de su borreguismo, jamás van levantar la voz ni enarbolar bandera alguna tras una nueva Constitución Democrática. Seguirán culpando al empedrado…”  Ese momento, por fin  ha llegado. Gracias al movimiento estudiantil, el borregismo nacional construido por el golpe armado derechista y refrendado legalmente en la Constitución Antidemocrática de 1980, ha comenzado a despertar.  Y comienza a hacerlo  desde las generaciones más jóvenes del pueblo.  El primer síntoma de este  despertar  lo constituyó, la traicionada rebelión de los “pingüinos” de 2006 y se encuentra ahora en proceso de desarrollo y consolidación en la actual movilización estudiantil.

La historiografía deberá consignar en el futuro, como mérito exclusivo de los estudiantes y jóvenes del país, la eclosión en el período 2006-11 de un nuevo momento histórico en la política nacional. Un momento signado por el surgimiento de una nueva conciencia  social y política, la que se levanta desde el seno mismo de la dictadura, pues, son los hijos y nietos de ésta quienes la crean y le dan vida y expresión.  Se prueba una vez más que toda dictadura lleva en sí, los gérmenes de su propia destrucción.  Bajo el peso de la realidad que los agobia, por la fuerza del sentido común y bajo  el influjo de la protesta estudiantil , los borregos han comenzado a admitir la causa de su condición de servidumbre y explotación y han comenzado a apoyar la movilización de estudiantes y jóvenes.  Han comenzado a comprender que la lucha juvenil,  no es otra que la de ellos mismos. Y lo que es aún más importante, con el ejemplo de los estudiantes, han comenzado también a perder el miedo instalado en sus corazones por la dictadura  -primero armada y luego jurídica-  que dura ya 38 largos años. Aunque  esta lucha, que apenas comienza, predice duros batallas hacia adelante.

Una candidatura presidencial…¿para què?
En medio de este escenario, la clase política continúa mirando hacia la pared y banaliza la importancia y significación de este despertar; continúa funcionando como si no ocurriera nada trascendente en el país y se da el lujo de pensar prematuramente en términos eleccionarios y  comienza a barajar distintos nombres de centro y de derecha, como eventuales candidatos a la próxima elección  presidencial. Desde el punto de vista de quienes comienzan a despertar políticamente y adhieren a la lucha estudiantil, la interrogante ha dejado de ser el nombre de éste o del otro candidato/a ; lo que interesa, es decir, la gran interrogante,  es y seguirá siendo, el PARA QUÈ de cualquier eventual candidatura?  Este “¿para qué?”  es lo que ha de definir para la ciudadanía la trascendencia o intrascendencia de la elección presidencial próxima.  

La nueva conciencia social y política que despierta y se moviliza, necesita saber de qué modo esa candidatura presidencial puede ser expresiva o no de sus anhelos de justicia social, económica y política. Estos últimos 38 años, dicha conciencia  ha sido aplastada y hasta desmenuzada por una sucesión interminable de crímenes, de atropellos,  de expoliación, de corrupción, de marginación, de ambigüedades, de traiciones y de desprecio. Consecuentemente, a esta nueva conciencia ya no le basta con políticas elaboradas para evadir toda modificación de las estructuras políticas y sociales del país, ni con iniciativas de protección social que sólo prueban la perpetuación de la injusticia y la marginación social. Ya no le basta con discursos sibilinos y falaces que no comprometen a nada o que anuncian realizaciones que no serán cumplidas. La nueva conciencia ya no puede seguir aceptando el perpetuo destierro de la justicia y de la ética de la praxis política. El candidato que represente a esta gran masa ciudadana debe  expresar de modo claro e inequívoco  cómo piensa acometer la transformación social, política y económica del país. Debe aclarar cómo piensa deben restituirse a la ciudadanía sus derechos soberanos… cómo piensa que debe llevarse a  cabo la transformación estructural del país y del Estado… cómo piensa que debe ponerse fin a la dictadura  constitucional impuesta a sangre y duelo por la derecha armada.

Por tanto, al contrario de lo que pretende la Concertación  -acuciada por el espejismo de su propio beneficio-  la primera condición a consolidar por quienes abogan por el cambio social, no es la de designar anticipadamente un candidato o candidata presidencial, sino determinar, clara y específicamente, “para qué” se necesita un candidato/a, cuestión previa y fundamental si se quiere dar expresión al sentir y pensar mayoritario de la ciudadanía. Según lo revelan las encuestas, la popularidad transversal de que goza Michelle Bachelet, sería una garantía de éxito electoral para quienes la apoyen, pero el pueblo chileno necesita muchísimo más que el éxito eleccionario que lo lleve a la presidencia de la República con ella; ya lo hizo durante veinte años al entregarle su confianza a la Concertación y a cada uno de sus cuatro presidentes, sin lograr re-establecer ni su soberanía política, ni profundizar y ampliar la democracia, ni derribar los enclaves del poder dictatorial de la derecha, ni hacer mella en el salvajismo depredador del sistema económico neoliberal.

De aceptar su candidatura, esperamos ver y oír a Bachelet en el momento oportuno, dando a conocer al país claramente su pensamiento respecto de todos los problemas fundamentales que lo aquejan y su voluntad de adoptar como suyo un programa político democrático para la transformación política y social que la ciudadanía exige. La popularidad de que goza le impondrá el deber moral de pronunciarse de modo prístino, valiente y categórico respecto a la trascendente tarea que el pueblo desearía encomendarle.

La subversión constructiva
La nueva conciencia que se levanta a hombros de la movilización estudiantil lleva en sí una impronta pura y auténtica de democracia, de libertad y de justicia social, imposible de desconocer o de eludir, pero que ha sido resistida de modo soberbio con la retórica demagógica y las medidas represivas que ha adoptado el gobierno de Sebastián Piñera en su contra. El nuevo momento histórico dictamina que ya no podemos seguir jugando el falso juego de la democracia dentro de un sistema despótico y opresivo, que margina e impide a la ciudadanía su libre y soberana expresión política. Este nuevo momento exige abandonar los eufemismos y que se llame dictadura a lo que es dictadura, que se llame mentira a lo que es mentira. O estafa a lo que es estafa. En suma, es el momento de comenzar a llamar las cosas por su nombre y dejar de adscribirse a las falacias y a las pirotécnias pseudo democráticas impuestas por la derecha y validadas por la Concertación. Los estudiantes nos demuestran que no temen a la calificación de subversivos o extremistas, lo que los enaltece, por la simple razón de que en un mundo de mentiras, la verdad siempre será subversiva. Más aún, porque su subversión es aquella que aspira a la ampliación de la democracia, de  la libertad y de la justicia social para las amplias mayorías ciudadanas y no aquella otra, la que tiene por objetivo suprimirlas, en beneficio de una minoría individualista, depredadora y codiciosa. Este nuevo momento histórico exige la presencia de hombres, mujeres y jóvenes imbuídos de valores éticos, de capacidad de raciocinio, de sentimientos de justicia, de humanismo.  

Todo hace presumir que las demandas de los estudiantes y la movilización de éstos, han de extenderse inevitablemente hacia otros sectores sociales y adquirirán  -independientemente de su resultado próximo o inmediato-  un protagonismo fundamental en la próxima elección presidencial. Hasta ahora no se advierten signos de que la tozudez ideológica del gobierno vaya a ceder a la presión estudiantil en algún momento del año que se inicia, lo cual ocasionará que el petitorio de los estudiantes por un cambio del sistema educacional, ha de transformarse necesariamente en una plataforma de lucha generalizada de la ciudadanía por cambios estructurales en el sistema político y social. Y lo que debería ser una elección presidencial más, podría (¿debería?) adquirir carácter de verdadero plebiscito.

Otra vez… “el referente político necesario”.
La perspectiva de una elección/plebiscito constituye una luz esperanzadora propicia para el cambio social y más aún, debiera ser el objetivo fundamental de la lucha ciudadana, encajonada en los márgenes restrictivos de la Constitución, del sistema binominal y del retrógrado ideologismo derechista. Pero, una luz esperanzadora en el camino, no deja de ser apenas una luz lejana y para llegar hasta ella es necesario la existencia de diversas condiciones, las cuales, si no existen debieran ser creadas. Estas condiciones indispensable son en el Chile de hoy, primero, un programa político transformador y luego una fuerza social organizada.

Hemos señalado en un artículo anterior la necesidad de un referente político orientador de las expectativas de transformación política y social de la Nación. Es necesario insistir en ello. Esa altísima proporción mayoritaria de la ciudadanía que desea dar un vuelco radical a las actuales condiciones que la marginan de toda decisión relativa a sus propias existencias, carece de conductos orgánicos que le den expresión. Su convicción es que los partidos tradicionales, tanto de izquierda como derecha, dejaron de ser hace ya mucho rato funcionales y representativos de sus intereses. Sencillamente ya no sirven como mecanismos de la democracia y se hace necesario crear nuevas formas de participación ciudadana en la gestión política. Sin embargo, para que ello ocurra es indispensable la concurrencia de ideas
y principios que den origen a un programa político que pueda concitar la aprobación mayoritaria de la ciudadanía, ya sea para un nuevo gobierno o para establecer una Constitución Política Democrática. Esta es la tarea primaria y anterior a la elaboración de cualquier estrategia por la disputa del gobierno o el poder político y por consiguiente, anterior a cualquier nominación en una elección presidencial.

Como primer paso en dicha dirección, creemos necesaria la elaboración de un documento de  carácter principial, el que debiera referirse, mínimamente a tres aspectos primordiales de la acción política: 1) Una amplia declaración de principios referidos a ética política, al ejercicio de la soberanía ciudadana y a los Derechos Humanos. 2) Criterios fundamentales referidos a la organización democrática de la sociedad, a la organización del Estado, a la organización de la economía. 3) Directrices políticas y éticas para un programa de gobierno. Como lo hemos señalado anteriormente, este documento debe transparentar un carácter incluyente y unitario y debería ser expresión de todo aquello que la mayoría ciudadana considera lo que es racional, lo que es justo y lo que es ético en la gestión política.

En la práctica, debe constituir un recurso inicial para la discusión y para la organización progresiva de los ciudadanos en torno a tareas políticas posteriores más ambiciosas y que requieren un grado más alto de organización. Inicialmente, promoverá la concordancia de aquellos millones de chilenos apartados trapacera- y deliberadamente de toda decisión política, tras el objetivo común de re-conquistar su condición de sujetos de la política y de re-asumir sus facultades de transformación de sus propias vidas. Una concordancia de este tipo debe traducirse de modo natural y en algún momento, en alguna forma de organicidad que dará fuerza y cuerpo a una instancia social operativa, expresiva de una sola voluntad política tras una nueva democracia.

Antes de ello, dicho referente político hará posible la unificación de criterios y voluntades y será, a la vez, un medio para contrarestar la filosofía y la praxis de quienes utilizan la política sólo para cimentar posiciones de poder y beneficios particulares de un grupo o clase social. La derecha política esta totalmente inhabilitada,  histórica y moralmente, para la elaboración de una declaración de principios  que interprete los intereses de la ciudadanía en términos de democracia, de libertad y de justicia social. No puede hacerlo. Consecuentemente, el compendio principial que proponemos, reflejará por una parte el perfil ético y político de los portadores de esta nueva conciencia y actores del nuevo momento histórico y será, además, un valioso instrumento para la identificación de las artimañas políticas e intelectuales de quienes se oponen a la transformaciónes a que aspira la ciudadanía.

En los momentos en que escribimos estas líneas, nos enteramos del proyecto político de Giorgio Jackson, dirigido a crear un llamado Colectivo por la Revolución Democrática. A la vez, tenemos en la memoria el libro que edita Camila Vallejo, titulado: “Podemos transformar el mundo”. Y nos regocijamos por ello. Son constataciones de la nueva conciencia en acción en el nuevo momento histórico creado por ella misma.  Los estudiantes, principal fuerza social organizada tras la transformación de la sociedad, pueden asumir con plena autoridad moral e intelectual la creación del referente político que propiciamos.

La búsqueda anticipada de candidatos presidenciales en medio de la crisis social y política sin solución que vivimos,  es  escasamente razonable y apunta a estar colocando los bueyes delante de la carreta. Por lo demás, para los ciudadanos políticamente conscientes carece de sentido seguir haciendo lo de siempre, es decir, aceptando candidatos designados “por secretaría” y por terceros, sin haber decidido por sí mismos quienes y para qué. La experiencia de veinte años, ha invalidado totalmente el procedimiento. §

08 enero 2012

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2 Comentarios

  1. carlos rivera

    Es saludable que los jóvenes hagan el intento de crear un movimiento con pensamiento político propio, al menos en el discurso. sin embargo discrepo de la positiva proyección que formula Elías Vera Alvarez sobre el movimiento estudiantil hacia las presidenciales. La política chilena se mueve y seguirá moviendo en claves y códigos tradicionales, aun cuando sean valorables los esfuerzos por incluir la ética en la orientación de ella. Hay que saber sumar, acudir a la memoria histórica, sin ella todo esfuerzo por renovar no tendría raíces e irá al fracaso de sus pretensiones. Durante estos años hubo muchos intentos de crear partidos o movimientos con características innovadoras, con arraigo social, y tenemos varios hoy : Igualdad, MAS, el PRO. Pero como el chileno va tras la fuerza, los chicos deben demostrar que se la pueden y veremos entonces en las municipales del 2012 cual es la renovación y cuanto pesan realmente.

  2. René Martens

    Y no olvidar que junto a las propuestas de Giorgio y Camila está también la propuesta de Francisco Figueroa y Gabriel Boric quienes a fines del 2011 ya plantearon la necesidad de formar un gran Bloque Social como lógica proyección de la apertura que deberá tener el movimiento estudiantil. En este Bloque debería converger ese 80% de la sociedad chilena que apoyó las movilizaciones. Hasta el momento parece ser la propuesta más realizable y con ello no tendríamos porqué preocuparnos ahora de los tiras y encoge de Bachelet y su supuesto programa que sea cual sea sabemos que será más de lo mismo.

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