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«Podemos decir con razón que Chile es un país VENDIDO a los poderes económicos»

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En medio de conformismos, resignaciones, subyugaciones y complicidades, Monseñor Infanti, Obispo en Aysén, es una de las voces más activas desde la Iglesia Católica en la defensa del medio ambiente, de los derechos humanos y de las soberanías de los pueblos ante la depredación e intervencionismo de grupos económicos y la imposición de dañinas industrias extractivas y energéticas. Sin embargo, ante su justa y legítima postura, particularmente frente a los proyectos de Hidroaysén (Endesa-Enel-Colbún) en la Patagonia, ha debido enfrentar sendos y cobardes ataques.

En entrevista con Mapuexpress señala: «Podemos decir con razón que Chile es un país VENDIDO a los poderes económicos de algunas empresas multinacionales. ¿Podemos afirmar aún que somos un país «independiente»? Pero lo más grave es la indiferencia de la mayoría del pueblo, que no reacciona frente a esta situación, y que con su pasividad, silencio, indiferencia y sumisión, favorece esta injusticia».

Panfletos, rayados e incluso mensajes a través de algunos medios de comunicación, con cobardes ataques y descalificaciones, ha debido enfrentar el obispo de Aysén, Luis Infanti, por defender el agua, defender los territorios, por alzar la voz por derechos y justicia frente a la amenaza de mega proyectos industriales que causarían graves impactos, como son las represas hidroeléctricas.

Monseñor Infanti, autor de la Carta Pastoral «Danos hoy el agua de cada día» , le consultamos sobre el rol que debiera cumplir la Iglesia, sobre el día por la tierra y la semana santa, sobre los proyectos expansivos en Chile y la depredación, entre otras, y estas fueron sus respuestas.

-¿Considera Ud. que en estos momentos la Iglesia debiera reflexionar sobre la existencia del planeta y los graves impactos que están ocurriendo y que traen consigo a su vez, grandes perjuicios a la existencia humana?
-A nuestro planeta lo llamamos Tierra, aunque está cubierto por más del 70% de agua. Las aguas (y los aires) están contaminadas y enfermas, pero las tierras están gravemente enfermas. El afán consumista y exageradamente depredador del ser humano está destruyendo la «casa común» en que vivimos. Los países más «desarrollados» tienen más responsabilidad en esta progresiva destrucción, que afecta gravemente la subsistencia del ser humano, pero también de todos los seres vivos. Personas y naturaleza tenemos un origen y un destino común: Dios. Muchos grupos, culturas, organizaciones y pueblos luchan para aminorar esta destrucción (o ecocidio). Con mayor razón la Iglesia y todos los cristianos, por nuestra fe, deberíamos estar en primera fila para amar, cuidar, proteger y defender los bienes y cada criatura de Dios, porque las creó para el bien de todos. La destrucción del medio ambiente afecta y crea sufrimiento, dolor y muerte especialmente a los más pobres, los preferidos de Dios, por tener menos posibilidades y medios para protegerse. Esta es una situación inhumana, inmoral y antiética. Cristianamente lo llamamos pecado. La misión principal de los cristianos es proclamar y promover la vida y el amor de Dios, presente en nosotros y en cada criatura de Dios. Hoy más que nunca deberíamos ser una voz y una presencia profética para hacer crecer la vida, el amor y la comunión entre los seres humanos, Dios y cada una de sus criaturas.

-¿Qué posición tiene Ud. frente a las situaciones de catástrofe, contaminación y depredación que ha ocurrido en diversos lugares?
-Primeramente de indignación, pero también de dolor y esperanza. Las catástrofes de la naturaleza no son fruto de la casualidad, son reacciones a nuestra acción agresiva hacia ella. El planeta es como un cuerpo. Si a mi cuerpo le inyecto drogas, alcohol, venenos … reaccionará con violencia, agresividad, enfermedades y hasta la muerte. Igual pasa con nuestro planeta. Le extraemos petroleos, gases … le detonamos explosiones nucleares, atómicas … le inyectamos venenos … y las reacciones son más graves, violentas, destructivas y aterradoras de lo normal que el planeta debería tener por su natural evolución. Las consecuencias las sufrimos todos nosotros. En esto no hay límites de estados o países, pues somos un solo planeta, un solo cuerpo, una sola casa común.

-¿Está en conocimiento de la cantidad de proyectos de industrias extractivas y energéticas que intentan imponerse en Chile, cuyo desarrollo son considerados por sectores opositores como causantes de impactos e intervenciones en los territorios, como ocurre con la industria minera, forestal, de celulosa e hidroeléctrica? ¿Cree Ud. que la Iglesia debiera cumplir un rol frente a esto?
-La politica neoliberal imperante en Chile de manera más descarada que en ningún otro país (ver Constitución Política del Estado), hace que Chile sea un país invadido por empresas multinacionales, que al faltarles las materias primas en sus países de origen, por tenerlas gravemente agotadas, van a los países subdesarrollados (Africa y América Latina, esencialmente) a depredar lo que queda. En Chile encuentran las puertas abiertas para hacer e imponer los negocios que quieren (ejemplo: la propiedad del agua es del 82% en Chile, y el 96% en Aysén de Enel de Italia), sea con el agua, sea con la tierra, sea con los minerales … Podemos decir con razón que Chile es un país vendido a los poderes económicos de algunas empresas multinacionales. ¿Podemos afirmar aún que somos un país «independiente»? Pero lo más grave es la indiferencia de la mayoría del pueblo, que no reacciona frente a esta situación, y que con su pasividad, silencio, indiferencia y sumisión favorece esta injusticia. Frente a esto la Iglesia debería ser conciencia crítica y profética, y ayudar a tomar conciencia de este grave pecado, impulsando fuertemente también otros estilos de vida.

AUSTERA, EQUITATIVA Y SOLIDARIA.

-¿Qué mensaje darían a los fieles considerando estas fechas y más aún, qué recomendaría hacer como formas de trato con la naturaleza y el ambiente?
-Que desde la fe fortalezcamos las organizaciones sociales, culturales, religiosas … para que con actitudes y acciones pacíficas ayudemos a tomar conciencia de estos graves problemas y exijamos mayor comunión, solidaridad y justicia entre las personas y la naturaleza. Conscientes y creyentes que la Tierra es de Dios, no podemos permitir que se privaticen los bienes esenciales a la vida (tierra, agua, aire), creyéndonos dueños de ellos, beneficiando a algunos y marginando a la mayoría, y menos aún mercantilizándolos, o sea haciendo un negocio con ellos, condenando así a los más pobres.

Cuán importante es valorar la vivencia espiritual de los pueblos indígenas, que desde sus orígenes se sienten parte de la madre tierra y se relacionan con respeto, amor y comunión/veneración con ella, al igual que con los miembros de la comunidad.

*Fuente: Mapuexpress

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