A propósito de la «mesa de diálogo» mapuche
por José Marimán (Chile)
14 años atrás 5 min lectura
Los anuncios dados a conocer por el Presidente respecto de la cuestión
nacional mapuche, no traen buenos augurios en términos de resolver la
huelga de hambre de activistas mapuches. Nuevamente, y como ya sus
antecesores en el gobierno ensayaron, el gobernante se decide por una
estrategia que pretende quebrar a los mapuche. Para eso, busca potenciar
sectores pasivos de la “sociedad” mapuche, que hasta ahora han jugado
un papel de espectadores en este conflicto (los mapuches no presentan un
frente compacto, ni en esta ocasión ni en otras). Así, se habla de: "No
hay que confundir a nuestros pueblos originarios, a los mapuches que
están participando en estas celebraciones, con los 34 comuneros que han
tomado el camino equivocado" (Presidente Piñera, El Diario Austral,
09/18, 2010). O sea, hay “mapuches buenos” que se comportan
apropiadamente y hay “mapuches malos” que se comportan inadecuadamente. Y
se hablará con los “mapuches buenos” excluyendo a los “mapuches malos”.
¿Qué se puede esperar de esta política? No hay que ser erudito para
darse cuenta de que, al continuar siendo discriminados, los “mapuches
malos” seguirán el camino de la movilización tal como hasta ahora la han
desarrollado.
De otra parte, el diseño de la política hacia los “mapuches buenos” no
es promisorio. Éste no se propone discutir lo que ellos quieran, sino un
plan elaborado por “expertos” del gobierno y empresarios de la IX
región, al cual habría que hacer aportes: “Esta mesa de diálogo es para
que podamos profundizar el plan Araucanía para el reencuentro con el
pueblo mapuche” (Cristián Larroulet, La Nación, 09/17, 2010). Esto es,
la agenda para los “mapuches buenos” está impuesta desde arriba, y en
ella el gobierno, tiene la ventaja de haber articulado un discurso desde
hace un tiempo, como se entiende lo expresado por uno de los ministros
que dirigirá el proceso: “ésta es una mesa que continúa el proceso que
se ha llevado a cabo en los últimos meses con más de 500 comunidades”
(Kast, La Nación, 09/17, 2010). Todo parece indicar que en este diálogo
medianamente cocinado, los “mapuches buenos” aportarán más que nuevas
ideas, el marco de legitimidad que el gobierno busca para su proyecto.
Los “mapuches buenos”, especialmente los partidarios del gobierno, no
han desarrollado un discurso de interpretación de su situación al
interior de la “sociedad” chilena. Ellos siguen el derrotero de las
demandas tradicionales mapuche, concentradas esencialmente en la
cultura, la aceptación social como individuos, y la economía (problema
escasez de tierra). Consecuentemente, en ese diálogo por venir, nada
hace presumir que será posible discutir temas capitales para los
sectores movilizados del pueblo mapuche y que han puesto en la agenda
estatonacional la cuestión nacional mapuche.
Desde el punto de vista de los “mapuches malos”, si bien las demandas
anteriores son parte del substrato de su propio repertorio
reivindicativo, ellas se han quedado cortas a inicios del siglo XXI. La
impugnación de ellos es principalmente política, con repercusiones en
los otros planos reivindicativos mencionados. A través de sus
reflexiones políticas (documentos o artículos de trabajo), ellos
cuestionan el proceso todo de la incorporación política-militar; que
habría buscado eliminarlos como nación étnica o pueblo étnico sujeto de
derechos colectivos, para agregarlos al país como individuos (sin pasar
por alto la expoliación territorial y el arreduccionamiento y posterior
proceso de usurpación de esas tierras). La lógica de lo que se desearía
dialogar aquí es otra, y si bien no ha sido expuesta hasta ahora
consensualmente por aquellos que pueden ser denominados autonomistas o
autodeterministas, a groso modo pueden ser sumariadas como sigue:
“Queremos autonomía política para empoderar nuestra sociedad y
determinar nosotros el desarrollo que queremos”.
A este sumario se podría agregar una reforma agraria en el contexto de
la región mapuche, medida que seguramente despertará en la elite
gobernante el jinete apocalíptico del “comunismo”, pero que en estricto
rigor no lo es y en el contexto de este conflicto étnico, es una clara
medida de descolonización. A manera de desmitificar la connotación de
“comunista” que tiene esta medida, menciono una experiencia reciente de
reforma agraria, en un país que nadie podría impugnar como “comunista”:
Escocia 2003. Allí como en la Araucanía urge destruir la gran propiedad
agraria, que solo alimenta delirios aristocráticos, pero que no ha
aportado en absoluto a desarrollar la región mapuche. Es más, la gran
propiedad es co-responsable de la diáspora mapuche que continúa
expulsando población mapuche de la IX región (y de las comunas
colindantes de las regiones vecinas). La exportación más importante de
la Araucanía, valóricamente hablando, son seres humanos que deben
abandonarla para conseguir empleos y mejores expectativas de vida en
otras regiones o países, mientras que ni aún con ese éxodo la región
mejora sus índices de pobreza, encabezando la lista de las más pobres de
Chile.
Con todo, el diálogo que ha propuesto el gobierno en el contexto de la
crisis, para mejorar su imagen respecto del tema la cuestión nacional
mapuche, de excluir a los sectores autonomistas (de los cuales los
activistas en huelga de hambre son parte insoslayable), no mejorará en
nada el panorama de la protesta mapuche en Chile. De ser así, podremos
esperar más conflicto en los años que le restan a esta administración,
junto con más represión y más mapuches encarcelados. Y, la iniciativa de
diálogo pasará a ser recordada en la historia de este conflicto, como
un “diálogo de besugos”. En otras palabras, una “conversación sin
coherencia lógica”, según la definición de la RAE. Y carente además de
coherencia política.
-El autor es Doctor en ciencias políticas
Fuente: Azkintuwe
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