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Rol de Frei Montalva en el quiebre de la democracia chilena

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Ha llegado el momento de analizar con objetividad el rol jugado por Eduardo Frei Montalva en el infortunado quiebre de la democracia chilena en 1973. Visto en un contexto histórico, cabe afirmar que fue una eficaz herramienta, manipulada por Estados Unidos para evitar que el proyecto de Salvador Allende tuviera éxito. 

De nada sirvió que fuese un personaje de gran cultura  y estadista de prestigio internacional, la inmensa campaña llevada a cabo por la inteligencia norteamericana logró el objetivo que se constituyera en una importante pieza en el ajedrez de la guerra fría. Percibido bajo las evidencias acumuladas, su empecinamiento en que cayera el gobierno de Allende resulta de cierta forma explicable.. Podría más bien ser considerado una víctima de las circunstancias, inducido por el incontrarrestable poder del gobierno estadounidense.
 
Los antecedentes de Frei como demócrata progresista eran irreprochables. Pese a provenir del partido conservador, respaldó al Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda. En enero de 1946, siendo ministro de Juan Antonio Ríos, renunció como protesta por la muerte de tres obreros en una manifestación en la plaza Bulnes. En junio de 1947 había afirmado: “Rechazamos la doctrina y la táctica comunista, pero ante el comunismo vemos que hay algo peor: el anticomunismo”.. Fue siempre contrario a la Ley de Defensa de la Democracia, implantada por González Videla y contribuyó a su derogación en 1957. Durante su gobierno, reanudó relaciones con la Unión Soviética y otros países del área socialista. En 1970, se opuso, pese a las grandes presiones, a ser derribado por un golpe militar  y a aceptar que Alessandri fuese elegido por el Congreso.
 
Presión de Estados Unidos sobre Frei
La acción de persuasión de USA sobre Frei ya fue intensa en la campaña presidencial de 1964 para impedir la elección de Allende, mostrando al marxismo como un gran peligro para la democracia chilena. Se dice que el aporte ascendió sobre  US$ 20 millones, a pesar que oficialmente se reconocieron sólo tres millones. Un memorando top secret de 14 de agosto de 1964, del secretario de Estado Dean Rusk, señalaba: “Estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo encubierto para reducir la chance de que Chile sea el primer país americano en elegir como Presidente a un marxista declarado” ”.  Un informe de la CIA al Senado decía: “la operación en Chile fue la más exitosa campaña anticomunista que jamás se haya emprendido” Como consecuencia de esta tan impresionante y descalificadora campaña, la relación de amistad de largos años que tenía con Allende se deterioró significativamente. El líder socialista se burlaría de la “revolución en libertad”, diciendo “dicen revolución y con un ojo guiñan al pueblo; dicen libertad y con el otro ojo guiñan a los explotadores”. Por su parte Frei se quejaba que la izquierda había declarado ilegítimo su gobierno, que le había hecho una oposición implacable, que había guardado silencio en el “Tacnazo”, o incluso haciendo declaraciones estimulando un golpe y que, aliados con la derecha, le habían impedido un viaje a Estados Unidos.

Durante su gobierno, Frei contó con la ayuda preferente de la Alianza para el Progreso, concebida por el presidente John Kennedy para consolidar la democracia y evitar la entronización del comunismo en América Latina. Por esta asistencia, Frei siempre se sintió comprometido con Estados Unidos. Kennedy y, posteriormente Johnson, estimaban a la democracia cristiana como un nuevo modelo de desarrollo con justicia social, una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo que había que apoyar. Los demócratas estadounidenses valoraban a la DC como el movimiento más capaz de realizar reformas preventivas de transformación social y política en América Latina para evitar la influencia y desacreditar la revolución cubana que tanto entusiasmo había despertado en toda la izquierda latinoamericana.
La campaña presidencial de 1970 alcanzó niveles de anticomunismo apocalípticos. Se quiso presentar el triunfo de Allende como la entrega del país a la Unión Soviética y a Cuba, constituyéndose él en un títere. Se iba a fusilar masivamente a los opositores en un paredón. Los niños serían enviados a Cuba para su adoctrinamiento. Se llegó a afirmar que en Chile se produciría el comienzo de la tercera guerra mundial, produciendo el destrucción del territorio.

Después del estrecho y poco esperado triunfo electoral de Allende, Nixon ordenó que se ejecutara una vigorosa y sigilosa campaña internacional destinada a presionar al presidente Frei Montalva para que impidiera que el Congreso ungiera Presidente al líder socialista. La labor de persuasión fue intensísima.. Se persiguió exacerbar su anticomunismo a niveles de paranoia Bajo la incitación de la CIA, destacados integrantes de la Democracia Cristiana mundial y de la Iglesia Católica, fueron a visitar al Presidente Frei, o le remitieron mensajes personales, exhortándolo a que salvara a Chile del comunismo. Asimismo, el Partido Demócrata Cristiano de Alemania Federal, con estrechos vínculos con el chileno, envió a varios dirigentes de alto nivel, para que se contactaran con sus símiles chilenos. Siguiendo esta retorcida, pero efectiva táctica, la CIA,  envió a Frei, y a otros parlamentarios DC, alarmantes artículos publicados por la prensa internacional que eran redactados por la misma agencia. Además les remitieron un fingido material de inteligencia que les prevenía del riesgo que corrían de ser desacreditados, e incluso de desaparecer, ante un eventual Gobierno de Allende. Uno de ellos, decía textualmente: “una vez en el poder, los comunistas tienen intenciones de denigrar a Frei, como el primer paso para la disolución del PDC”. Al mismo tiempo, se preocuparon de ejercer intensa presión psicológica sobre  familiares del Presidente democratacristiano. Un documento secreto señalaba: “También le llegaron telegramas a la señora de Frei, María Ruiz-Tagle, de grupos de mujeres de países de América Latina previniéndola de la amenaza comunista”

Enfrentado a tan vigorosos apremios, no cabía esperar de Frei una conducta bien definida, por el contrario, sería dubitativa y contradictoria.. Un informe de coyuntura de la CIA, fechado el 2 de octubre, se quejaba de la indecisión del Presidente DC: “Aún cuando Frei ha estado explorando con los militares las posibilidades para intervenir, y entiende que el general Schneider es el mayor obstáculo, no ha podido reunir el coraje necesario para neutralizarlo o enviarlo fuera del país”. En la misma fecha, el agente de la CIA, David Atlee Phillips, comunicaba: “Frei está esperando que los militares lo depongan. Sin embargo, los constitucionalistas militares chilenos están esperando las órdenes de Frei para llevar a cabo un golpe de Estado. El resultado es un jaque mate” Otro informe de la CIA, expresaba: “A pesar de todo el Presidente democratacristiano nunca logró imponerse. El plan requería de la actuación de Frei (…) en un rol que demandaba decisión y “machismo”, a un grado que, hasta el momento, lo ha eludido. De hecho ni siquiera asistió el 3 y 4 de octubre al congreso de su partido, cuando se decidió, por un margen sustancial, hacer un trato con Allende”.

Por su parte, el embajador Edward Korry, que tenía estrecho trato con Frei, a través del ministro de Defensa, Sergio Ossa Pretot, le  envió este alarmante mensaje: “Sepa que no se permitirá que llegue a Chile ni un perno ni una tuerca durante el gobierno de Allende. Una vez que Allende asuma el poder, haremos todo lo que esté a nuestro alcance para condenar a Chile y a los chilenos a la máxima privación y pobreza, una política diseñada para durar un largo tiempo a fin de acelerar las dificultades de una sociedad comunista en Chile”… Por tanto, si Frei imagina una alternativa a esta absoluta miseria, como ver a los chilenos sortear esta situación, será nada más que una ilusión”

Según un documento, del 17 de septiembre de 1970, de la International Telephone and Telegraph Corporation -I.T.T.- “Korry comenzó a maniobrar con la D.C., el Partido Radical y el Partido Nacional y otros chilenos –sin la autorización del Departamento de Estado- en cuanto se conocieron los resultados de la elección. No ha dejado a Frei tranquilo un momento, hasta el punto de decirle “que se ponga los pantalones”. Otro memorando de la CIA, de los primeros días de octubre de 1970, comentaba: “la renuencia de Frei a manchar su imagen histórica y la falta de liderazgo del gobierno y de los militares, trabajan en contra de un golpe militar” Otro memorando de la ITT, del 17 de septiembre de 1970, decía: “El Presidente ha dicho en privado a sus más próximos colaboradores, a Alessandri y a un visitante del Departamento de Estado, durante el último fin de semana en Viña del Mar, que no se puede permitir que el país se vuelva comunista, y que es preciso impedir que Allende llegue al Gobierno. Sin embargo, en público se mantiene hasta ahora fuera de la pelea, mientras recibe una presión firmemente en aumento desde los Estados Unidos y desde sus propios partidarios. Nunca se le ha visto demostrar coraje en la quemada; enfrenta el dilema de no querer que se le acuse ni de entregar  Chile al dominio comunista ni de contribuir a una posible guerra civil. Unas palabras a su muy hinchado ego y la posibilidad de ocupar la presidencia en seis años más pueden darle la firmeza necesaria a su decisión”.

 A criterio de Kissinger, Frei, en su calidad de líder indiscutido del PDC, era trascendental para combatir al régimen de la UP. En un informe de noviembre de 1970 decía: “la DC es la mayor fuente potencial de oposición organizada a la consolidación del gobierno de Allende”. Consecuentemente, los fondos aportados a la DC desde 1970 a 1973 fueron cuantiosos y superiores a los otorgados a cualquiera otra organización política chilena, siendo una forma de comprometer a Frei en su labor desestabilizadora de la administración allendista. Estos importantes aportes monetarios estaban dirigidos no sólo a financiar las campañas electorales de los candidatos DC y a medios de comunicación del partido, sino también a impedir que se alcanzara un acuerdo con la UP y a captar partidarios a un golpe militar dentro del PDC.
 
Petición de Allende a Frei
Existían sólidos fundamentos para que Allende aspirara a obtener la colaboración de la DC para concretar su sueño de implantar un gobierno socialista democrático en Chile. Desde su fundación el PDC se había comprometido a la sustitución del capitalismo, siguiendo una tercera vía. En mayo de 1969, la Junta del PDC había discutido si llevar candidato propio o uno común con la UP. La primera, patrocinada por Patricio Aylwin, obtuvo 233 votos, y la segunda, sustentada por Renán Fuentealba, 231, o sea sólo dos votos de ventaja. Radomiro Tomic, muy crítico de la gestión de Frei, había planteado, ya en 1968, la idea de una Unidad Popular para llevar a cabo los cambios estructurales que, a su criterio, la sociedad chilena requería y que su partido no había sido capaz de realizar. Su programa abarcaba la inmediata nacionalización del cobre, una rápida y drástica profundización de la reforma agraria y el establecimiento de  una amplia área de propiedad estatal comunitaria, comprendiendo en ella a los bancos.  Luego de su denominación por el PDC, Tomic intentó, sin éxito, ser postulado por una amplia alianza por los cambios progresistas, junto con los partidos de la  izquierda. Incluso, ya avanzada la campaña, el senador socialista Carlos Altamirano fue visitado por Tomic para que convenciera a Allende de retirar su candidatura y que lo apoyara a él. La sugerencia fue rechazada de plano por Allende, quien respondió a Altamirano que estaba seguro de superar en las urnas a su amigo Tomic y a cualquier otro postulante DC. La posición de la DC estaba bastante más volcada hacia la izquierda. Tomic señalaba: “Cuando se pacta con la derecha, la que gana es la derecha”. El ideólogo, Jaime Castillo Velasco, afirmaba: “No se puede combatir frontalmente el comunismo, porque eso es hacerle el juego a la reacción”.

Dentro de este favorable contexto,  pero consciente que ningún acuerdo con la DC se podría lograr a espaldas de Frei, Salvador Allende, después de su ratificación por el Congreso Pleno, procuró obtener su ayuda. Para ello pidió la colaboración de Gabriel Valdés, quien concertó una cena privada de los dos dirigentes en su domicilio. Estaba en el ánimo de Valdés, con amplio espíritu patriótico y sin sectarismo, que estos antiguos amigos alcanzaran un acuerdo de gobernabilidad para el bien del país. Sin embargo, el ex diplomático sabía que Frei estaba muy perturbado por el triunfo de Allende y debió vencer su resistencia para conseguir que asistiera a la reunión. La petición de ayuda de Allende recibió una respuesta  tajante y rotunda del líder DC, que sorprendió al anfitrión y al presidente electo: ”Salvador, yo no te voy a ayudar. tu gobierno es imposible. La izquierda en Chile es incapaz de gobernar democráticamente. Vas a tener detrás a la Unión Soviética y a Cuba, y a Estados Unidos en contra. En Chile no se puede gobernar contra de Estados Unidos por su peso, ni contra Argentina, Brasil, Perú y Bolivia, que tienen una gran influencia militar. Tú podrás hablarme del éxito que ha significado tu triunfo en Europa, pues es la primera vez que llega el socialismo marxista a un país por la vía democrática y podrás decirme que estás orgulloso de haber llegado. Pero tú has llegado con un tercio de la votación y con ese tercio pretendes hacer un gobierno socialista. Mientras menos dure tu gobierno mejor, porque el daño que va a causarle a Chile será tremendo… No es un problema de amistad o de faltarte el respeto, pero no manejas tu partido. Eres un hombre bueno, eres un ingenuo, Salvador. No te das cuenta lo que está pasando en el mundo. No te das cuenta que a ti te apoya Fidel Castro y eso significa pelearse con toda América Latina y es pelearse con Estados Unidos… y no hay posibilidad de gobierno, no hay posibilidad de paz, se te van a ir los capitales”

La respuesta de Frei demostraba claramente que la pertinaz y prolongada acción de Estados Unidos sobre él había rendido sus frutos. Había sido convencido de que la adhesión a la democracia del partido comunista era sólo táctica y que mantenía una filosofía y estrategia muy clara para llegar a una dictadura totalitaria. Esta verdadera obsesión anticomunista lo haría alejarse de antiguos camaradas como Tomic, Fuentealba, Irureta, Leighton, Palma y otros. Bernardo Leighton en carta del 26 de junio de 1975 le reprocharía: “La razón de tu posición la he derivado de un verdadero peso de conciencia por el triunfo de la UP, que vi caer sobre tu espíritu, abrumándolo en los días posteriores a la elección de Salvador Allende… aquello te produjo, a mi parecer, una especie de trauma psíquico que te nubló poderosamente la mirada sobre el proceso de la Unidad Popular, la confabulación de la extrema derecha y el golpe militar”. Estaba claro que estos antiguos dirigentes DC no percibieron que la postura intransigente de su destacado camarada se debía a la formidable acción de la inteligencia norteamericana.
 
Combate del freismo al gobierno de Allende
Contrariamente al planteamiento de Frei, inicialmente, las relaciones de la Democracia Cristiana con el gobierno de la Unidad Popular fueron cordiales. No tuvieron grandes inconvenientes para ponerse de acuerdo sobre la aprobación  del “Estatuto de Garantías  Constitucionales” y para establecer un pacto para ocupar las presidencias en el Congreso, asignándose a la DC el Senado, y a la UP, la Cámara de Diputados.

El primer inconveniente entre la DC y la UP fue el rechazo de la petición de Tomic a Allende que, en la vacante a senador, dejada por éste en Aysén y Magallanes, la UP apoyara a Bosco Parra, en aras de una estrecha cooperación. Como era una zona de claro predominio del socialismo, el PS se negó al acuerdo y presentó a Adonis Sepúlveda, quien, como se esperaba, derrotó ampliamente a Andrés Zaldívar. La derecha, consciente de su inferioridad electoral, no presentó candidato en esa circunscripción.

Por otra parte, los lazos entre la derecha y la DC, a fines de 1970, se encontraban muy deteriorados. Esto era producto de las profundas divergencias producidas durante el gobierno de Frei, y porque los partidos de derecha culpaban de la estrecha derrota de Jorge Alessandri  a la mantención de la candidatura de Radomiro Tomic, a quien acusaban de haber pactado secretamente con Allende.

Existía, además, una diferencia doctrinaria fundamental entre la derecha y la DC. El PDC se declaraba contrario a los valores y fundamentos básicos de la derecha, al asumir un comportamiento crítico frente al mercado, el lucro, la propiedad privada, la inversión extranjera y al propiciar un Estado fuerte para preservar el bien común, en beneficio de las clases desposeídas. Por supuesto, este rechazo doctrinario al capitalismo era percibido por la derecha, no sólo como un peligro a sus intereses, sino que también a su concepción básica de la estructura social. Pese a ello, desde el comienzo de 1971 la derecha le propuso a la DC formar un frente cívico en contra del Gobierno de la Unidad Popular, pero el ala progresista del PDC logró que la proposición fuera rechazada.

Desde antes del  inicio del gobierno de Allende, Edmundo Pérez Zujovic había propuesto a su partido ingresar al Gobierno, decía “Hay que entrar al Gabinete y lo controlamos por dentro”. El objetivo era garantizar que los sectores extremos, tanto de derecha como de izquierda, no tuvieran espacio para desestabilizar la democracia. La idea, que era compartida por destacados militantes,  no prosperó por negativa de Frei, quien sostuvo con énfasis que el régimen allendista no iba a alcanzar a durar un año. Con el mismo argumento, también Frei debió frenar las intenciones de colaboración con la UP de una parte importante de su partido, tales como Palma, Leighton, Valdés, Tomic, Irureta, Aylwin(Andrés), Huepe y otros. Los momentos críticos a que se vio enfrentado Frei para evitar que se cristalizara el ánimo colaboracionista de sus correligionarios fueron varios. El primero se produjo al iniciarse el gobierno de Allende, en que, a raíz del acuerdo de las “Garantías Constitucionales”, el ambiente era altamente propicio al ingreso de la DC al Gabinete Ministerial. Esto lo atestiguó el dirigente comunista, Orlando Millas, quien participó en la discusión de dicho acuerdo. La segunda oportunidad se presentó después de las elecciones municipales de 1971 en que algunos líderes como Bosco Parra , Pedro Felipe Ramírez y otros pretendían aislar al PN en su postura capitalista  y instaban  a que se respaldara a Allende.

El 8 de junio de 1971, se produjo el insólito crimen de Pérez Zujovic. Este asesinato iba a producir un inesperado acercamiento de la derecha con la DC tan distanciados ideológicamente y constituyó un fuerte refuerzo a la posición rupturista de Frei con el gobierno de Allende. Se produjo el rompimiento del pacto parlamentario sobre las presidencias en el Parlamento. En la Cámara de Diputados fue elegida una nueva mesa directiva democratacristiana, con el apoyo de la derecha, como el primer paso de entendimiento de la oposición en contra el régimen allendista.

 Después del crimen de Pérez Zújovic, el PDC asumió una postura sumamente agresiva en contra del régimen de la Unidad Popular. Pronto se dio otra concreta señal del viraje del PDC hacia la derecha. En las elecciones de autoridades de la Universidad de Chile –politizadas hasta el extremo-, se presentó un frente unido de la DC con  el Partido Nacional y la Democracia Radical, eligiendo a un pro DC, Eduardo Boeninger. De allí en adelante, el PDC se presentaría siempre en bloque junto a el PN  en todas las elecciones. La oposición democratacristiana se hizo durísima e implacable y tendió a obstaculizar toda acción del Gobierno. Dificultó la aprobación de los presupuestos, limitando los gastos sociales y los reajustes de los empleados públicos. Presentó proyectos de reformas constitucionales para bloquear la política de estatizaciones.  Apoyó decididamente todos los paros patronales, utilizando la tribuna parlamentaria. Interpuso acusaciones constitucionales contra  los ministros para destituirlos, obligando a Allende a reorganizar en doce ocasiones el Gabinete Presidencial. No contenta con esas drásticas medidas, la DC, mediante sus medios de comunicación, realizó una fuerte  campaña para desacreditar toda medida gubernamental.

Con motivo de la negativa de la mayoría freista de suscribir un voto público de rechazo a cualquier acuerdo con la derecha, que ya había ocurrido en la elección de Oscar Marín como diputado en Valparaíso, se produjo una escisión en el PDC. En el Congreso, celebrado en agosto de 1971 en Las Vertientes, se concretó el cisma. Renunciaron el presidente de la juventud DC, Luis Badilla, dos vicepresidentes y tres consejeros, y los diputados Parra, Miquel, Maira, Videla, Jaramillo, Buseta, Urra y Concha.. En ese instante, Frei debió apelar a la lealtad y a los largos años de amistad que lo ligaban con antiguos dirigentes del PDC, como Leighton, Fuentealba, Tomic, Palma, Irureta y otros, para que no abandonaran al partido, ante la demanda de los cismáticos de la Izquierda Cristiana. para que los acompañaran en su éxodo.

En abril de 1972, se realizó la III Conferencia Mundial de la UNCTAD en Santiago. En ella se centró la atención mundial sobre el proceso revolucionario chileno, dándose a conocer Allende como un destacado líder del Tercer Mundo. El sector freista de la DC quiso desprestigiar al gobierno UP, realizando el día anterior, el 12 de ese mes, la “Marcha de la Democracia” en la Avenida Grecia en que el único orador fue Patricio Aylwin, que criticó duramente al régimen. Se quiso señalar que el proyecto de Allende contaba con una fuerte oposición en su país y que constituía un peligro para la democracia al querer instalar un gobierno totalitario marxista.. Fue como preparar a la opinión pública internacional para la caída de Allende que Frei consideraba inminente e inevitable.

Una nueva ocasión propicia a un entendimiento de la DC con el gobierno de Allende se dio a continuación del reemplazo de Pedro Vuskovic en el Ministerio de Economía por Orlando Millas. En esta oportunidad, producida en junio de 1972, bajo el auspicio de Allende, se entablaron conversaciones bastante fructíferas entre representantes de la DC y la UP. Los progresos alcanzados fueron sumamente alentadores, lográndose acuerdos en varios aspectos conflictivos. Se alcanzó consenso sobre la trasferencia al área social o mixta de alrededor de 80 empresas, con normas para la compensación;  la exigencia de una ley especial para futuras estatizaciones; limitación de la facultad del Ejecutivo para la intervención temporal de empresas; instauración de normas para la participación de los trabajadores en la administración de las empresas mixtas y creación de empresas autogestionadas de  trabajadores. Pese a tan significativos avances, las conversaciones fueron desahuciadas al cabo de 15 días. El mecanismo para evitar que se concretara el compromiso pactado fue la maniobra del sector freista en el Senado, encabezado por Patricio Aylwin, de precipitar la aprobación de una acusación constitucional en contra de un Ministro del Gabinete de Allende. Sin embargo, para la opinión pública el fracaso de las gestiones fue presentado por la DC como atribuido a “un veto de la ultra izquierda”.

A partir de la ruptura de tan trascendental acuerdo, se le hizo a Frei más fácil llevar a su partido a un entendimiento pleno con la derecha, que se concretó el 6 de julio de 1972, formándose la Confederación Democrática compuesta por la DC, PN, PIR, Padena y Democracia Radical. La eficacia de este acuerdo, quedó prontamente demostrada en el paro patronal de octubre de 1972, provocado artificialmente por la derecha, donde la DC  se constituyó en un importante factor para desestabilizar al país. Como era evidente el propósito de derribar al Gobierno, para salvaguardar su imagen democrática, Frei habló el 21 de octubre por las pantallas del canal 13 para aclarar que ni él ni su colectividad buscaban derrocar al Presidente. Expresó que el paro de los transportistas y los movimientos que habían solidarizado con él eran “exclusivamente gremiales” y que se habían producido como una reacción por la angustia que les provocaba la situación económica del país. Manifestó que, a su juicio, había odio, y que ello era peor que la inflación o la crisis económica. Criticó duramente la gestión del Gobierno, calificándola de “torpe”. Llamó a aprobar todos los puntos del “Pliego de Chile”, que él sabía perfectamente que eran inaceptables para la Unidad Popular, pues eran prácticamente una rendición sin condiciones ante la derecha.

Al unirse tan estrechamente con la derecha, la Democracia Cristiana le prestó un enorme favor.  Le proporcionó la capacidad movilizadora de masas de la cual aquella carecía. Jugaron un importante papel desestabilizador del gobierno de la Unidad Popular los cabecillas DC de las organizaciones estudiantiles; los afiliados a la Confederación Triunfo Campesino; dirigentes sindicales y gremiales; los miembros de las directivas de los colegios profesionales, en donde tenían mayoría, como el de los médicos, abogados, dentistas, arquitectos e ingenieros.  Estos personeros fueron vitales en las manifestaciones anti UP y en los paros de 1972 y 1973 que precipitaron la caída del gobierno. Aún de mayor importancia fue el papel que desempeñó la bancada parlamentaria DC en el éxito de dichas paralizaciones y en la intensa campaña de desprestigio y de acusaciones en contra del gobierno, que culminó en el golpe de Estado.

Ya, el 30 de agosto de 1972, Juan Hamilton, muy afín a Frei, había emitido una impaciente declaración “El actual Gobierno ha violado reiteradamente las normas básicas de la convivencia democrática y ha manchado irreparablemente la legitimidad con que iniciara su mandato constitucional… Reiteradamente y con poco respeto por los valores históricos, la Unidad Popular ha comparado al Presidente Allende con Bernardo O’Higgins y Balmaceda. Pienso que el Presidente Allende debería imitar al Director Supremo en el noble y generoso gesto que éste tuvo de abdicar y dejar el mando de la Nación…”

En la campaña electoral para las elecciones de marzo de 1973, Frei le dio a éstas un perfil fuertemente confrontacional, al adjudicarle un carácter plebiscitario para lograr los dos tercios en el Senado, a objeto de destituir a Allende. Con este proceder, Frei contribuyó eficazmente a la polarización que creó el clima propicio para el golpe militar que auspiciaban la Casa Blanca y la derecha. Al culminar dicha campaña, el 1° de marzo de 1973, Frei expresó:  “Esta elección no es una más en la historia de Chile. Están en ella en discusión el régimen político, la organización social, el sistema económico y educacional. El país asiste a un proceso de destrucción como no se había visto en su historia… Hay inseguridad para el obrero, para la mujer y para la juventud que ven que su país se ve detenido y estancado por una política sin destino… Esta elección constituye –aunque no lo quieran- un plebiscito ante la historia y el futuro  de Chile. Se está destruyendo la unidad entre los chilenos, el país está en camino de su desintegración. Chile vive hoy amenazado por el odio, y por la mentira organizada en su propaganda. Se ataca con violencia a las personas recurriendo a todos los métodos y a todos los procedimientos. Me atacan para cubrir con una cortina de humo sus desaciertos, con los métodos del estalinismo revivido. En Chile se ha querido aplicar un esquema ideológico arcaico del siglo 19, repitiendo el trágico error observado en América Latina y nos quieren hacer repetir en Chile los fracasos de otros países que han sido sometidos a una disciplina de hierro y que cuando quieren cambiar, los han sometido con tropas extranjeras… Nuestra misión histórica y definida es darle al país una salida democrática y que le haga recuperar el trabajo y la paz. No queremos una guerra civil ni un enfrentamiento. El arma de cada chileno y chilena es el voto. La garantía la da la voluntad mayoritaria del pueblo, el honor de nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros que han actuado con tantos sacrificios”.

Frei, después del resultado poco halagüeño de las elecciones parlamentarias, en que la oposición a Allende perdió 6 diputados y 2 senadores, declaró en revista Ercilla el 11 de abril: “esta oposición nace como una actitud frente al intento marxista de implantar el totalitarismo en Chile (…) Estoy amenazado de muerte espiritual por el marxismo y su dictadura. No quiero ni siquiera vivir en un país marxista”.

Cuando Renán Fuentealba advertía sobre el riesgo de un quiebre institucional si no se alcanzaba un acuerdo mínimo con la UP, Frei, en mayo de 1973, se jugó por  entero por Patricio Aylwin –cercano colaborador de toda su vida- para que ocupara la presidencia de la DC. La línea dura ganó con el 55%, en contra del 45% de los progresistas, llanos a un acuerdo con el gobierno. Frei, quien apareció como el triunfador en ese endurecimiento de línea, asumió la Presidencia del Senado, a fines del mismo mes.  Aylwin sostenía la tesis de “pasar de las palabras a los hechos” y de “no dejar pasar ni una al gobierno de Allende” pues, según el grupo freista, Chile  enfrentaba la perspectiva de una dictadura marxista ante lo cual la respuesta del PDC sólo podía ser una continua y enérgica oposición.  Con esta actitud, el estilo se hizo de abierta discordia, con un lenguaje duro que alcanzaba ribetes sediciosos. Entonces se produjo la imposibilidad absoluta de diálogo, como lo deseaba Frei.. Con la Directiva DC encabezada por Aylwin las relaciones con el Partido Nacional se hicieron más fluidas. Para esta agrupación política de derecha, que propiciaba desembozadamente un golpe militar, era mucho más sencillo entenderse con Patricio Aylwin, tan cercano de Frei, que con Renán Fuentealba, de línea política más independiente, antigolpista y asequible a un acuerdo con la Unidad Popular. Fuentealba comentaba con el general Prats que Aylwin y Allende no se iban a entender, dado que Frei y Aylwin era un dúo muy amigo que no temía  que se estableciera un gobierno militar, pues confiaban en que éste iba a ser transitorio (Memorias del general Prats). Al respecto, 30 años después, Aylwin se defiende expresando: “Creo haber tenido una trayectoria de hombre de Derecho, pero por mi cercanía con Frei algunos me tildan de golpista”

La Directiva del PDC presidida por Patricio Aylwin, el 8 de junio, formuló una áspera declaración en que expresaba: “En lugar de dar pasos para asegurar la normalidad democrática en el país, el Gobierno y los partidos oficialistas insisten en procedimientos francamente reñidos con el orden jurídico, atropellan groseramente al Poder Judicial, desconocen los legítimos derechos de los trabajadores, intentando quebrar sus organizaciones sindicales, persisten en sus campañas denigratorias de personas y hacen cuanto está de su parte para agudizar la tensión en que vive el país, llegando hasta llamar a sus prosélitos a ganar la guerra civil”

El 17 de junio, los parlamentarios freistas José Musalem, Luis Pareto, Claudio Orrego, Arturo Frei, Carlos Dupré y otros dirigentes organizaron una protesta en la plaza Tropezón, con asistencia de mineros huelguistas de El Teniente en contra de las JAP. El lema fue “Defendamos el derecho a comer de todos los chilenos”. Sin embargo, en esta reunión se escucharon expresiones de tinte claramente sedicioso como: “Todos debemos unirnos, sin importar diferencias políticas, para ganar esta lucha contra el marxismo”. “Los marxistas están confundidos, quieren que corra la sangre por las calles, y yo me pregunto si esto es revolución”. “No podemos seguir aceptando este Gobierno sectario, es el momento de salir a las calles a pedir justicia y a protestar contra las JAP ilegales que sólo dan derecho a comer a sus amigos, olvidando que todos somos chilenos”. “Hoy se abre un proceso público a la incapacidad e inmoralidad de este Gobierno”.

Pese a todo, Frei nunca quiso perder su imagen de demócrata. Cuando, durante el paro de los gremios de 1973, los dirigentes del movimiento empresarial se juntaron con él para ofrecerle que encabezara un nuevo gobierno cívico-militar, no les dio respuesta y se retiró abrupta y sorpresivamente de la reunión. Frei tenía la fatalista posición de que el golpe militar era de todas maneras inevitable y que era solo cuestión de tiempo que se produjera, pero él no quería aparecer como su propiciador.

En los hechos, Frei frenó toda colaboración que varios de sus camaradas querían prestar al gobierno de Allende. Al general Carlos Prats, perseguidor incansable para que la UP alcanzara un acuerdo con la DC, Frei le decía que él no podía reunirse con Allende  argumentando que no podía negociar con alguien que ponía la metralleta sobre la mesa. Esta justificación de su negativa era evidentemente falaz para cualquiera que conociera la firme oposición de Allende a la vía armada y a la violencia. Eduardo Frei, incluso frente a la petición de su amigo el cardenal Raúl Silva Henríquez, se negó rotundamente a reunirse con Allende, denotando su ansia de un pronto final del Gobierno de la Unidad Popular. Esto hizo que el prelado, insistiéndole en la necesidad que llegara a un acuerdo con el Presidente Allende en procura del bien del país, llegara a decirle “El gobierno de la Unidad Popular es más cristiano que el tuyo”. Para justificar esta negativa al prelado, los dirigentes DC de aquel tiempo afirman que ella se debió a que “fue vista con desconfianza por nosotros, temerosos de ser víctimas de un intento de Allende de manipular el fervor pacifista del cardenal”

La conducta de la DC frente al “tanquetazo” del 29 de julio fue insólita. Curiosamente, atribuyó el alzamiento a un maniobra del gobierno para fortalecer su posición, descalificando su gravedad.  El Consejo Nacional de la DC rechazó por 14 votos contra 4 la petición de Estado de Sitio formulada por Allende y, mediante una declaración pública, lo condicionó a que se entregaran las intendencias a las Fuerzas Armadas. De nada sirvió el llamado de Allende al PDC que “debía asumir su responsabilidad histórica de definirse en los hechos y prestar colaboración al Gobierno en su decisión de resguardar la normalidad institucional”. Enseguida, la DC se negó a autorizar a militantes del partido, como Fernando Castillo Velasco, a integrar el gobierno de conciliación nacional, que fervorosamente pedía Allende, pese a que era encabezado por una persona de sólida reputación democrática, el abogado socialista Carlos Briones.

En aquellos días, Julio Bazán, dirigente de los profesionales en el paro de 1973, relata que se le planteó a Patricio Aylwin que era inminente un golpe militar y la instalación de un gobierno totalitario. Según rememora Bazán, la respuesta del destacado político democratacristiano, tan supeditado a Frei,  fue: “Prefiero una dictadura parda que una dictadura roja”.

Frei pretendió, desde comienzos de agosto de 1973, que las FFAA se hiciesen cargo efectivo del poder, desplazando a la Unidad Popular, lo que Prats calificaba de “golpe blanco”, para conformar de hecho una dictadura militar, a la cual ellos pudiesen manejar. Era la situación ideal para la DC pues, a su criterio, esta intervención castrense debía a lo sumo ser limitada hasta el resto del período presidencial y en las elecciones, a realizarse en 1976, ellos estaban seguros de ganar la Presidencia y la mayoría en ambas ramas del Parlamento. Así el diario La Prensa, órgano de ese partido, el 5 de agosto de 1973 publicó: “Las Fuerzas Armadas, como lo ha hecho ver el Partido Demócrata Cristiano, son las únicas que pueden garantizar el retorno a la convivencia y a la normalidad democrática, las únicas que pueden hacer efectivo el cumplimiento de las promesas del Ejecutivo. Y es por eso que la ultra izquierda, junto a los partidos Comunista y Socialista, se oponen denodadamente a su inclusión en las altas responsabilidades de Gobierno… Contra esa actitud de la ultra izquierda, anidada en el Gobierno, el cual es responsable en conjunto del desquiciamiento moral, político y económico del país, los chilenos desean con fervor que se formalice la presencia de las Fuerzas Armadas en los puestos claves, a fin de determinar, una vez por todas, con la destrucción de Chile. Catorce ministerios, las subsecretarías respectivas, la Secretaría General de Gobierno, las intendencias y gobernaciones, la Dirección de Investigaciones, las empresas estatales, el área social y las ocupaciones de confianza especial, debieran quedar, a juicio de la mayoría nacional, en manos de hombres de armas”

El proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de agosto fue una derrota del sector progresista de la DC frente al sector de Frei. Andrés Aylwin, Mariano Ruiz-Esquide, Radomiro Tomic, Renán Fuentealba, Claudio Huepe y Jorge Donoso manifestaron su reparo sobre el carácter manifiestamente subversivo del texto. No lograron evitarlo, pero si que se agregara una declaración complementaria – que redactó Fuentealba- que debía exponer con claridad que el Acuerdo no iba a constituirse en el aval para un golpe de Estado. Sin embargo, Enrique Krauss y Arturo Frei Bolívar, entre otros, la rechazaron, amenazando incluso con retirarse de las filas del partido si la lectura de la aclaración llegaba a hacerse en el pleno de la Cámara.

Ese mismo día. 22 de agosto, Andrés Zaldívar en indudable actitud golpista, había expresado: “Creo que las Fuerzas Armadas son las grandes reservas morales de nuestro país y pueden ser ellas quienes, en un momento, estén llamadas a solucionar las cosas aquí. En eso no hay que tener tapujos y lo demás es ser hipócrita”. Ante la gravedad de la situación existente, el 23 de agosto, Allende emplazó públicamente a Aylwin: “A entablar un diálogo con el gobierno que permita ordenar el proceso de cambios y continuarlo. No deseo dramatizar, pero tengo el deber de recordarle las trascendentes responsabilidades que usted y yo tenemos en los difíciles instantes que vive el país y las proyecciones históricas de nuestras decisiones”.  Pese este dramático llamado, el 1 de septiembre, los senadores Rafael Moreno y Patricio Aylwin manifestaron su intransigencia al diálogo con el gobierno de la Unidad Popular. Moreno declaró “Lucharé con toda mi energía dentro de mi partido para que no se acepte diálogo alguno mientras no se cumplan las exigencias de rectificación que el país reclama… El país no puede seguir viviendo de buenas intenciones o de declaraciones que no se cumplen”.  Aylwin, por su lado, señaló: “Reabrir el diálogo es imposible mientras el gobierno no restablezca la normalidad constitucional y legal que ha quebrantado”.

Ante la inminencia del golpe, el grupo disidente de la posición de Frei, manifestaba su inquietud y llamaba al entendimiento con la UP. Fuentealba declaró en una entrevista: “Creo que es indispensable que los dirigentes más altos del gobierno y de la oposición hagan esfuerzo supremo para lograr un consenso mínimo, que le permita al país seguir viviendo dentro del régimen democrático. No se trata de que los que están en la oposición abandonen su sitio, ni los que están en el gobierno se conviertan en opositores. Se trata de buscar las coincidencias y convergencias que, indudablemente existen entre el gobierno y amplios sectores de la oposición, para seguir haciendo las transformaciones que Chile requiere, pero sin imposiciones y contemplando los puntos de vista del adversario”. Por su parte, Tomic pedía a su partido “Abandonar definitivamente el planteo negativo, rechazar la imagen que la DC vive para atajar a la UP, para combatir el marxismo-leninismo. La tarea más urgente y la más importante para la DC, es plantear cuanto antes y en cada oportunidad cómo construir la sociedad socialista, comunitaria, pluralista y democrática”. Fuentealba, el 26 de agosto, fue muy claro, diciendo: “Estoy en contra el Golpe de Estado y contra del gobierno o gobiernos que puedan surgir de él”. Alrededor de diez días antes del golpe, Leighton le pidió a Frei que fuera a hablar con Allende para que llegaran a un acuerdo para evitar el inminente golpe militar, pero la respuesta fue tajantemente negativa.

En los días previos al golpe, la mayoría freista entró en un paroxismo de actividades para derrocar a Allende. El 4 de septiembre, la directiva acordó acusar a todos los ministros que no cumplieran el acuerdo de la Cámara de Diputados. El mismo día, los presidentes provinciales DC llegaron al acuerdo que renunciaran todos los parlamentarios y el Presidente de la República y se llamara a nuevas elecciones. El día 6, la DC y el PN, pidieron en forma conjunta la renuncia de Allende.

Aún cuando puede aseverarse que Frei no conspiró con los militares, si lo hicieron importantes miembros de su grupo. Según lo reveló el general Javier Palacios, destacado participante de la sublevación, la mayoría de los civiles que, desde julio de |973, sostuvieron reuniones conspirativas con los uniformados en la casa del abogado Gamboa en Lo Curro, eran políticos democratacristianos que planteaban la urgencia de un golpe militar.

El día 11 de septiembre se produjo el tan esperado golpe y la muerte de Allende. Frei se convertiría en el más eficaz justificador de la asonada militar mediante la entrevista al diario ABC y su carta a Mariano Rumor. Sin embargo, su expectativa de un breve período de gobierno castrense se vería frustrada. Un grupo minoritario de extrema derecha, denominado gremialismo, aprovecharía la ocasión para imponer el proyecto de país que deseaba, que era muy diferente al demócrata cristiano. La presencia a la cabeza de la Junta de un militar de menguada inteligencia, pero de descomunal ambición, les facilitaría el desplazar a la DC, mediante la hábil acción de una persona hasta ese momento marginado de la política contingente, Jaime Guzmán. El análisis de estos hechos, por su importancia en la historia del país, amerita ser tratado en otro artículo.
jueves, 08 de abril de 2010

* Fuente: El Clarin

Para más antecedentes históricos, recomendamos leer:

        –  Carta de Bernardo Leighton a Eduardo Frei Montalva (26 de junio de 1975)

        – Frei y la Democracia Cristiana en los documentos desclasificados norteamericanos

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