Articulos recientes

Al navegar en nuestro sitio, aceptas el uso de cookies para fines estadísticos.

Noticias

Opinión

Homenaje a Un Cura Obrero del Pueblo, Mariano Puga

Compartir:

Mariano Puga
Nuestro país cuenta con un cura increíble. Es el cura de Chile. Su fama trasciende todas las capas de la sociedad, todas las regiones y algunos continentes.
Visitador infatigable de amigos, llega de sorpresa donde un amigo enfermo en Temuco, despierta por la mañana en La Serena donde otro. Y llega a tiempo ese día para un aniversario en Santiago.

Para él las distancias lo tienen sin cuidado. Asesor del dibujito foucoliano, atravesó a grandes zancadas países enteros, tal vez a dedo. Hablando en cualquier lengua, fue entendido por partos, medas y elamitas. Es que Mariano es por sí mismo un fenómeno pentecostal.

El joven sacerdote que armaba impecables liturgias universitarias había aprendido en Europa lo que no había que hacer en Liturgia. Más tarde, en Villa Francia, aprendió lo que había que hacer.
Pronto tuvo la idea de ponerse a los pies de un maestro holandés que le enseñó a cambiar los báculos por las brochas, el agua bendita por la pintura y el ambón por los andamios.

Y ahí lo tenemos encaramado en su nueva cátedra saludando a gritos a los amigos cuicos que iban serios y apurados por el centro a sus negocios y ahora se detienen medio emocionados medio escandalizados ante el cura en las alturas.

De pronto aparecía algún canónigo que lo había conocido como gente decente y se espantaba de verlo tan ordinario. Casi como si hubiera nacido en Nazaret.

En 1973 vino un terremoto grado 11 y Mariano se bajó de los andamios o lo bajaron, no recuerdo.  Ahí empezaron nuestras penurias. Las que nos producía la autoridad militar eran pequeñas en comparación con las que nos proporcionaba Mariano, el cual nos alistaba, nos arengaba, nos preparaba, nos congregaba, nos organizaba. ¿Para qué nos enrolaba? Para participar en peligrosas marchas, agresivos vía crucis, extenuantes ayunos que eran seguidos por apresuradas carreras callejeras, convincentes apaleos, insoportables gases, incómodas noches en retenes y la reprobación de los sectores más prudentes de la sociedad, Nuncio incluido.

Y todo esto ¿por qué? Por la sonriente  voluntad de Mariano y su imparable imaginación. 

Los Obispos no lo pasaban mejor. Organizaban rogativas para que el profeta organizara una peregrinación al extranjero o para que algún amable decreto militar le sugiriera otro clima para su trabajo pastoral. Después, cuando regresaba, cada prelado hacía sus novenas particulares pidiendo que, al retorno, Mariano no fuera a caer en su diócesis.

¿Descansábamos nosotros durante sus breves ausencias? Nada de eso. Se multiplicaban los ayunos terroristas y las revolucionarias denuncias, dirigidas desde el extranjero por el mismo Bin Laden del catolicismo chileno.

Hoy refugiado en una gran isla, no ha permanecido ocioso. No deja de estimular a los curas, instruir a los fiscales, sugerir al Obispo, dar trabajo a las monjas para que editen sin costo alguno,  tarjetas, folletos, agendas, panfletos, libretos que le dan oxígeno a la pastoral de los que nos aprovechamos de todo ello.

Querido Mariano,  ¡Qué gran regalo has sido para nuestra Iglesia! Nos has enseñado la valentía por Cristo, la oración con el pueblo, la juventud del alma, la pasión por el Cristo de los pobres. Y  te agradecemos todo esto con el corazón grande! Y un inmenso cariño.                                                                  

– Artículo enviado a piensaChile por Carlos Ernesto Sánchez Meza

Compartir:

Artículos Relacionados

Deja una respuesta

WordPress Theme built by Shufflehound. piensaChile © Copyright 2021. All rights reserved.