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Raúl Castro: «Nosotros pertenecemos y perteneceremos al Grupo de Río»

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• Discurso del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, compañero Raúl Castro Ruz, en la Cumbre Extraordinaria del Grupo de Río, Costa de Sauipe, Salvador, Bahía, Brasil, el 16 de diciembre de 2008, «Año 50 de la Revolución».

Espero que el compañero y querido amigo Lula no proteste, porque yo hablo menos que Chávez (Risas). Sencillamente, había planificado pedir la palabra para agradecer a todos, a los que han hablado y a los que no han hablado, a todos los que estuvieron de acuerdo, esta unanimidad ejemplar que han manifestado con el ingreso de Cuba al Grupo de Río. No sé qué pensarán ustedes, pero para nosotros es un momento trascendental de nuestra historia.

Como una rápida película, por mi mente desfilaban cientos de escenas diferentes, miles de rostros de compañeros caídos en esta lucha, porque la lucha del pueblo cubano no es solo el bloqueo; después de la agresión de Playa Girón en 1961, la crisis de los cohetes que puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial, es consecuencia de esa misma agresión. Cuando eso se discutió, algunos compañeros tenían duda hasta que no hace tanto tiempo fueron desclasificados por el gobierno norteamericano documentos que demostraban que el mismo no se podía quedar con esa derrota encima, y habían planificado una agresión directa con sus tropas a Cuba. Ese es el motivo de la presencia de los cohetes y los momentos que se vivieron.

Como se llegó a un acuerdo entre un presidente asesinado y un primer ministro destituido, me refiero a Nikita Jruschov, siempre quedó la duda y cada vez que había un cambio de gobierno en Estados Unidos, un periodista, un vocero de segunda categoría, ante una pregunta aparentemente ingenua, contestaba que ese acuerdo ya no existía, que había que hacer gestiones para que por conductos diplomáticos y no públicos se les hiciera saber que ese acuerdo no existía.

Grande fue nuestra sorpresa cuando supimos, y de buena tinta, que estábamos solos, totalmente solos, a tal extremo que Fidel y yo decidimos mantener el secreto. Informó en el Buró que yo acababa de regresar de la Unión Soviética y que había un tema que proponía que solo lo supiéramos él y yo, porque de enterarse el gobierno norteamericano, cualquiera de ellos, con alguna que otra excepción, hubieran sabido hacer uso de esa ventaja.

Hoy es diferente. Desde que Reagan asumió el poder, decidimos tomar el asunto por nuestras manos, y hoy tal vez puedo decir que hay más comprensión y racionalidad en órganos de fuerza de Estados Unidos que en el área de los políticos, en el área del Departamento de Estado.

Hoy podemos decir que somos invulnerables desde el punto de vista militar, con nuestro propio esfuerzo. Hace más de 20 años que no adquirimos un armamento, salvo mirillas telescópicas para los francotiradores y, como es natural, alguna cantidad determinada de piezas.

Para nosotros evitar la guerra siempre significó la victoria principal, y lo decíamos: «Evitar la guerra equivale a ganarla; pero, para ganarla evitándola, hay que derramar ríos de sudor y no pocos recursos económicos», y así lo hicimos.

La defensa del país ha costado mucho, y sigue costándonos. Miles de kilómetros de túneles de todos los tamaños hemos construido, a tal extremo que en Cuba no hay ninguna unidad militar importante en la superficie de la tierra, sino en sus profundidades, incluida la aviación.

Es por eso que por la mente me pasaban todos esos acontecimientos, y cuántos serán. Imagínense ustedes que el día 18 de diciembre, prácticamente dentro de dos días, estaré en Brasilia en una visita oficial, por una amable invitación que nos ha hecho el presidente Lula, y ese día hará 52 años de que después del desastre del 5 de diciembre luego del desembarco proveniente de México, en que fue prácticamente destruido el destacamento guerrillero que de allá salió… Por eso yo digo que en México nacieron nuestras fuerzas armadas, porque el Ejército Rebelde fue su antecedente, como antes lo fue el ejército mambí, el Ejército Libertador, que luchó contra el colonialismo europeo, vamos a decir. Del 5 al 18 pasaron 13 días, Fidel me creía muerto, yo lo creía muerto a él; la mayoría de los compañeros cayeron, otros fueron asesinados después de ser capturados heridos o agotados. Resistí un cerco con cinco de mi pelotón; de veintitantos hombres, solo quedamos cinco y resistimos un cerco una semana, donde solo pudimos alimentarnos con unos canutos de caña de azúcar, sin agua ni comida de ningún tipo; no gastamos energía moviéndonos, hasta que ya algunos mareos nos indicaron que era el momento de correr el riesgo y salir del cerco.

Fue así como 13 días después —como les decía—, el 18 de diciembre, ya en la Sierra Maestra, los campesinos unieron dos grupos: uno era el de Fidel y el otro el mío. Después del abrazo inicial, en una medianoche en que se produjo el encuentro, me separó y me preguntó: «¿Cuántos fusiles traes?» Yo le contesté: «Cinco.» Y dice él: «Y dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!» (Risas.) Esto que les voy a decir a ustedes se lo conté después de la guerra y no me atreví ni a ponerlo en el diario: «¡Se me volvió loco el hermano!» (Risas). Fue lo que pensé. Él me criticaba después: «¿Cómo que tú no tenías esperanzas en que íbamos a triunfar?» «Sí, pero que no íbamos a quedar vivos nosotros.»

Es así que se da la circunstancia, tal vez única en la historia, donde después de un recorrido tan largo, de más de medio siglo, estén vivos parte de los dirigentes principales de nuestra Revolución, y sin darnos cuenta hemos asimilado una gigantesca experiencia en todos los sentidos, incluido el económico aunque no somos economistas.

Después de esa solución de la crisis de los cohetes, a que les hice referencia, surgió un llamado Plan Mangosta, elaborado por la CIA, que duró cinco años, una especie de guerra civil interna —no guerra civil, lucha contra las bandas—; hubo momentos de estar luchando contra 179 bandas en las seis provincias de la república que teníamos entonces, hasta la División Político Administrativa aprobada en 1975 y aplicada en 1976, de seis a 14 provincias.

Esa lucha duró cinco años. Yo llegaba al Ministerio de Defensa y venían cuatro o cinco ayudantes simultáneamente a traerme las listas, a informarme lo que había pasado la noche anterior, o las últimas 24 horas —no disponíamos de las comunicaciones eficaces que tenemos hoy—, y yo les decía: «Díganme lo más importante.» «Tantos incendios en los cañaverales, tantas casas de curar tabaco ardiendo, tantos combates librados en la región central, en que se hicieron fuertes en las montañas. Y como les decía, en dos ocasiones estuvieron en las seis provincias, incluyendo el sur de la provincia La Habana —donde era una sola, ahora son dos— en la que se encontraba la capital. Hasta enero de 1966 duró esa lucha, después fue esporádica.

¿Cuántos compañeros cayeron en esa lucha, y muchos más, como consecuencia del terrorismo de Estado que llevamos años padeciendo? Murieron 3 478 cubanos, incluyendo algunas cantidades menores de niños y niñas, mujeres, inocentes que no estaban participando en ninguna lucha; incapacitados, 2 099; total, 5 577 cubanos y cubanas, incluyendo hasta atentados a nuestras embajadas, y uno, incluso, en la ONU. Eso fue universal: consulados, embajadas, funcionarios diplomáticos, etcétera.

Resistimos, creo que es el mérito mayor de nuestro pueblo, el mérito mayor nuestro; resistimos y estamos aquí, y se está produciendo este acontecimiento trascendental, que hace un instante yo le decía a Felipe: ¡Cuánto lamento que no sea Fidel el que esté sentado aquí!, aunque nos debe estar viendo por televisión (Aplausos).

Al narrarles estas anécdotas, que pido me disculpen, lo hacía para resaltar por qué para nosotros este es un acontecimiento de enorme trascendencia; y, por lo tanto, paso al texto escrito, y pido disculpas por haberme pasado unos minutos de los que tenía planificado.

Estimado y querido Presidente Felipe Calderón;

Distinguidos y distinguidas presidentas, jefes de Estado y de Gobierno:

Deseo ante todo expresar nuestro agradecimiento a aquellos gobiernos, a todos, que promovieron la plena incorporación de Cuba al Grupo de Río. La decisión adoptada por los cancilleres el pasado 13 de noviembre en México, en la ciudad de Zacatecas, es reflejo del momento singular que viven América Latina y el Caribe.

A usted, Presidente Calderón, deseo agradecerle sus palabras, como a todos los que han hecho uso de ella en la tarde de hoy, y expresarle el reconocimiento de Cuba al papel desempeñado por su país a favor del fortalecimiento del Grupo de Río desde que asumió la Secretaría Pro Tempore, en marzo de este año.

Compartimos la aspiración de que el Grupo de Río sea cada vez más representativo, con la incorporación de todas las naciones que componen esta vasta región latinoamericana y caribeña.

Cuba ingresa al Grupo de Río con el propósito de fomentar la cooperación y solidaridad entre nuestras naciones. Lo hace con el deseo de trabajar a favor de la justicia, la paz, el desarrollo y el entendimiento entre todos nuestros pueblos.

Participa compartiendo el apego mutuo al Derecho Internacional, a la Carta de las Naciones Unidas y a los principios fundamentales que rigen el desarrollo de las relaciones entre las naciones, sobre todo, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el rechazo a la agresión, a la amenaza y al uso de la fuerza, y al empleo de medidas coercitivas unilaterales, con el fin de impedirle a cualquier Estado el ejercicio del derecho a escoger su propio sistema político, económico y social. Ese es precisamente el propósito del cruel y vengativo bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, que nuestro pueblo ha tenido que sufrir, y de los datos que en mis palabras iniciales les ofrecí.

Nos incorporamos con el compromiso de ser fieles a los principios de la política exterior de la Revolución Cubana, en los que nos ha educado el compañero Fidel, maestro de la solidaridad y artífice de los valores que la han caracterizado.

Esa ética invariable es fundamento de los lazos de hermandad con los pueblos del continente, y es nuestra firme voluntad continuar fortaleciéndolos. No me refiero en nada a lo de la OEA, porque estimo que es una broma del compañero Zelaya, no vayan a interpretarse mal sus palabras al salir por la televisión a escala mundial, y como siempre hay algunos que no estaban atendiendo bien, van a creer que es una proposición seria, por lo menos yo lo entiendo como una broma.

Antes de que Cuba entre a la OEA, y que me perdone, no el Secretario de la OEA, lo saludo, y tal vez me reúna con él, sino al político que es, la personalidad política, que es nuestro amigo Insulza, primero, como dijo Martí, «se unirá el mar del norte al mar del sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila».

Evo, incluso, decía que Cuba debe ser miembro de una OEA sin norteamericanos. Nosotros no podemos, por las razones que les estuve explicando y otras muchas que harían extensa esta reunión, con norteamericanos o sin norteamericanos, ingresar a la OEA. Esa sigla debe desaparecer, es nuestra opinión. Respetamos la de ustedes, el que siga perteneciendo a la OEA. Nosotros pertenecemos y perteneceremos al Grupo de Río (Aplausos).

Muchas gracias por la paciencia que han tenido escuchando estas últimas palabras (Aplausos).

* Fuente: Granma Internacional

Nota de la Redacción:
A quien interese la Unidad Continental recomendamos leer: Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras. José Martí

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