La gran comedia de Chile en tres actos
por Tito Alvarado (Canadá)
17 años atrás 11 min lectura
Acto I
La filosofía de Condorito
Dice el dicho que tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe. Ya nadie va con un cántaro de greda a buscar agua al río o a la vertiente. Casi todos tienen utensilios más cómodos y menos fácil de romper. Quienes viven en las ciudades tienen agua corriente al abrir una llave. La modernidad ha anulado la vigencia semántica de ciertos dichos, sin embargo su valor reside en la enseñanza que ellos conllevan. En este caso es que a mayor cantidad de movimientos repetitivos, mayores posibilidades de salto, de cambio de calidad.
Pero de nada sirve el dicho, resumen de la experiencia popular, para los expertos que han estudiado en otros idiomas realidades resumidas en libros, realidades vistas por ojos que no comprenden la forma de ser y hacer de la gente del paisito. Luego estos ilustrados llegan al país real y se encuentran con que en sus libros no figura Condorito. Así de simple. Entonces se ven confrontados a una realidad que siempre va por otro camino, pero ellos se obstinan en sus ecuaciones y cálculos y fotos y páginas sociales.
Estaba Condorito en su casa pobre, afuera llovía y adentro también. Vemos en los cuadritos varios tarros para contener el agua de las goteras. Llega su compadre Don Chuma y al ver la deplorable situación del ex nuestro popular personaje, sorprendido, le pregunta:
– ¿Compadre, porqué no arregla el techo?
Condorito, en su irrefutable lógica, le responde:
– no puedo compadre, está lloviendo.
Don Chuma insiste con otra pregunta:
-¿y cuándo no llueve, compadre?
Condorito le entrega una respuesta irrefutable:
-¿y para qué compadre, si cuando no llueve no lo necesito?
Esta es la filosofía con que enfrentan los problemas del país quienes tienen como trabajo preocuparse por las soluciones, salvo que los muy papas fritas creen que son galanes de un drama de tres de la tarde o salvavidas en una playa privada: sus verdades son las únicas verdades y ellos deben estar siempre en la foto. Pobres tipos, nadie les ha dicho que todo es efímero
Hay en el país una crisis de identidad. Los valores fueron profundamente trastocados por diecisiete años de dictadura militar, luego en los años de supuesta democracia se ha recurrido a la lógica de Condorito, como ahora no llueve no se necesita arreglar el techo, no se necesita emprender la recuperación de los valores nacionales. ¿Y cómo podrían hacerlo si sus mejores rostros (los de la concertación y los de la alianza) son egresados de los reformatorios gringos?
Hoy el pensamiento profundo de los dirigentes en ejercicio y de la supuesta oposición tiene el inconfundible sello de haber sido formateado en lo que es mejor para quienes están en el poder y lo mejor para ellos es estar bien con el imperio. Poco importa que el cobre ya no sea chileno, poco importa el desmantelamiento paulatino de la industria nacional
Entonces tenemos que puede haber veinte o treinta mil millones de dólares de ganancia del país, y las compañías mineras se llevan el doble o el triple, y ellos felices y contentos invirtiendo ese sueldo de chile en asuntos que no inciden en el desarrollo del país, ni mucho menos pensar en arreglar los míseros sueldos de la gente que tiene la mala fortuna de depender de su trabajo.
Habrá que recurrir a otro chiste de Condorito, para ilustrar la incapacidad de la gente de vincular sus problemas diarios a las políticas que aplican quienes en teoría tienen el deber de velar por los intereses del país y no lo hacen. Habrá que recurrir a otro chiste de Condorito para que veamos los hilos de la manipulación y quizá un tercer chiste de Condorito nos enseñe que en realidad tenemos el poder, el derecho y la necesidad de producir cambios.
El drama del país es tener unos papas fritas como cerebros ilustrados, en su fritanga de soluciones al paso, nos conducen irremediablemente al muere. El drama del país puede terminar cuando los de abajo digan basta y asuman la tarea de reparar el techo, esté despejado o llueva. Soluciones ahora, debiera ser la consigna.
Acto II
Dialéctica de la botella
Definirle una botella a alguien que nunca la haya visto, puede resultar una tarea ardua para el definidor, Pero como no estoy hablando para extraterrestres, asumiré que todos saben que es y como es una botella. Toda botella para que sea tal debe ser un recipiente cilíndrico con un cuello, un sector más estrecho, por donde entra el líquido y por donde también sale. Asumimos que la botella sirve para contener un líquido y por lo tanto cuando no lo contiene tendemos a creer que está vacía, cuando en realidad una botella nunca está vacía, si no contiene líquido, contiene aire y muchas veces contiene estos dos elementos.
Sea para ser llenada o vaciada del líquido, la botella presenta un problema, por su cuello, para que entre líquido debe salir aire o si preferimos para que entre aire debe salir líquido. Esto en si no tiene mayor importancia que ilustrarnos, que no siempre vemos lo obvio y si esto se da en algo físico y palpable, con mayor razón se da en lo que es intangible o depende de los dichos y desdichos de las personas.
Así como en la botella no hay espacio vacío. En los laberintos del poder tampoco hay espacio vacío, aunque a veces hay dos o más elementos y creamos ver uno sólo.
Quienes están en el poder no son elementos ciegos al arbitrio de una ley, son los que hacen la ley y muchas veces (hablo de Chile) quienes la transgreden. Sucede que en las relaciones humanas, es la costumbre la que hace la ley, luego vienen algunos “entendidos” y la vuelven ley tangible con sus códigos y artículos que regulan una práctica muchas veces ya existente o que responden a una necesidad imperiosa.
¿Qué leyes puede haber en un país que transgredió sus leyes y sus prácticas con un golpe de estado? Las que emanan de esa transgresión y de las prácticas impuestas por la excepción (la dictadura). A tanto tiempo de aquellos hechos y aquel periodo lleno de ocultos poderes, cuyas secuelas aún vivimos ¿qué puede haber que no sea un resultado de esa época y a la vez sea un tímido intento de algo distinto? es decir la botella está, en la creencia, vacía, cuando en realidad está llena de elementos distintos.
Se habla de dialéctica cuando observamos, en un fenómeno determinado, dos o más componentes en lucha, esta dinámica es lo que denominamos movimiento, este movimiento nos lleva al paso de un estado a otro, es decir hay un salto, una solución, momentánea, a un conflicto (en términos filosóficos). Como el movimiento es eterno, luego vendrán otros conflictos y otras soluciones. El ejemplo de la dialéctica de la botella a la vez que nos ilustra de que muchas veces tomamos como real lo aparente, también nos sirve para entender que no siempre movimiento es desplazarse, sobre todo es avanzar.
El asunto es saber cuanto hemos avanzado en estos tiempos de botella “vacía” o no llena con los ponzoñosos líquidos de la dictadura militar. Mucho, dirán los que creen que movimiento es desplazamiento y argumentarán en su favor adelantos técnicos o de infraestructura, por decir lo menos. Quienes sabemos que movimiento es avanzar, diremos que el país avanza poco, casi nada. Los ricos son cada vez menos, pero mucho más ricos; los pobres son cada vez más y más pobres. El país, a pesar de sus grandes ganancias, es cada vez más dependiente, perdemos capacidad de competir y paulatinamente nos transformamos en un país de servicios.
Sin embargo el país en si tiene recursos como para que todos pudieran disfrutar de un mejor pasar, como para ser independiente, como para acrecentar su propia industria. Los pobres, los excluidos, los descontentos, los que sufren la represión, los que luchan por cambios saben que algo anda mal, que algo huele a podrido y por ese camino no se puede continuar.
¿La solución? nada resolveremos con lamentaciones ni consultar las páginas amarillas ni mucho menos con aventurar ideas cargadas a la hiel o teñidas con el egoísmo de la mía es la que vale, la tuya no. La solución es una y miles a la vez, y no puede ser otra que la que emane de los intereses de la gente, de la acción de la gente que deja de ser espectadora para transformarse en actora. La solución no está en las declaraciones, está en los hechos. Es de la práctica que debemos sacar la fuerza para transformar la podrida realidad de una botella siempre llena, aunque creamos que está vacía.
Acto III
En los umbrales del edén
Cuando en el mundo hay casi siete mil millones de seres humanos, cuando de estos hay dos mil millones cuya única preocupación es sobrevivir, cuando hay más de dos mil religiones que dicen basarse en las enseñanzas de Jesucristo, cuando se reconoce la existencia de un estimado de 20% de la población mundial que no cree en la existencia de dios alguno, cuando estas religiones, sin base científica, nos aseguran una idílica otra vida más allá de esta, en un jardín llamado edén o paraíso, es imposible, ya sea por fe, por escapismo, por vana esperanza, no intentar imaginarse ese idílico jardín de las delicias. Como ejercicio mental resulta irrelevante figurarse como ha de ser ese edén, pues nada mejora en nuestras vidas actuales, pero sobre todo es una idiotez sufrir toda suerte de pellejerías en este mundo palpable para optar a una recompensa no palpable en un mundo incierto.
Sin embargo la idea está allí, impenetrable a las realidades decadentes del mundo moderno.
Y por estas razones, o a pesar de ellas, no es de religión, de mitología moderna o antigua ni de filosofía que quiero hablar, sino de la insoluble dificultad de que personas tan disímiles en creencias, en capacidades y en recursos pueden coincidir en una imagen, plenamente compartida, de lo que es el Edén.
Sin embargo la idea está presente en el imaginario de la gente, y, en algunos espacios restringidos, tiene existencia concreta. Imposible saber cual es la idea exacta que de este ilusorio jardín tiene cada persona, pero en general se puede afirmar que cada cual tiene una idea que es lo más próximo a la felicidad, a la ausencia de conflictos que enturbien el vivir y su entrada en él es un acto solitario, pues se entra allí luego de morir y cada cual vive su muerte en absoluta soledad.
Quizá, por natural rebeldía, prefiero imaginar al pobrerío entrando, de pronto y todos juntos, a vivir en los barrios donde reina la belleza y la armonía y no se gastan energías en la sobre vivencia ni hay amenazas de que el mañana pueda ser mucho peor. En realidad estos jardines, estos Edenes terrenales existen para disfrute de unos pocos. La ciencia y la tecnología moderna se acerca a reproducir en gran escala y a veces en versión mejorada, todo cuanto existe. Los discursos del amor, los discursos de la cordura no alcanzan a tocar el sentir de la gente que habita estos jardines.
Las leyes del sistema que permiten la sobreabundancia para unos, crean la carencia absoluta para otros; las que posibilitan estos jardines para unos pocos, crean los páramos y favelas para los muchos. Sabemos que, salvo el movimiento, nada es eterno, que todo tarde o temprano cambia o se acaba. En este siglo asistimos al drama o hay cambio radical o hay fin de la vida, lo terrible es que la aceptación de esta verdad tiene dos grandes obstáculos: la resistencia de los que actualmente viven en el Edén y, paradojalmente, la resistencia de los que no viven en él, pues no creen que este espacio sea posible para ellos. Para unos la vida es tan buena que ningún cambio será mejor, para otros la vida es tan de miseria que ningún cambio será posible.
En un país donde los que se dedican profesionalmente a la política han corrompido el significado de ser político y hacer política, en un país donde los problemas se acumulan con la esperanza de que la solución la aporte el que viene después, en un país donde los señores del poder se dan el lujo de estar en guerrilla permanente contra los demás pues cada uno de ellos se siente con aptitudes para ser el capitán del barco, pero aun no se enteran de que el barco tiene dueños que duermen en Washington, en esta realidad ideológica, que abarca todo el quehacer nacional, estemos donde estemos, estamos en el umbral de algo que o puede ser peor o puede ser mejor, pero nunca igual aunque sea la repetición de lo mismo.
Nada es eterno, es la única verdad eterna. Un día saldremos del umbral, podría ser la certeza del que tiene fe, solamente que en momentos de vida o muerte no es la fe la que nos salva sino la rapidez para reaccionar. Saldremos del umbral cuando cada cual asuma que es parte de un todo en proceso de cambio, y que son nuestros actos presentes los que hacen posible que la realidad sea tal o cual mañana.
No quiero nada eterno, quiero un Edén para todos ahora, que mañana puede ser demasiado tarde.
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