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La mezquina plutocracia chilena, 1910-2007

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Escribo estas líneas en el día de los difuntos; a lo mejor, la única forma de no morir es el recuerdo. La historia es un perpetuo retorno. Durante estos días, se agolpan en mi mente las viejas historias que mis padres me contaban, por ejemplo, el famoso crimen de la legación alemana, donde enterraron al mozo Tapia con honores de general, correspondientes al diplomático Beckert, o las hazañas del asesino francés, en Valparaíso, Dubois que, hasta hoy luce en esa ciudad una animita, que es reverenciada todos losa primeros de noviembre.

En 1910 murieron dos presidentes de la república, en menos de tres meses: Pedro Montt y Elías Fernández Albano; sin desear la muerte a nadie, no sería mala idea que redujéramos el Bicentenario de la república a presidentes trimestrales, donde se distribuya un período para Lavín, otro para  Soledad Alvear, un tercero para Eduardo Frei Ruiz-Tagle y un cuarto para Lagos Escobar -si no sale muy vapuleado a causa del Transantiago. Sería algo así como los dictadores romanos un año, para luego ser condenados si fracasaban; como en Chile todos se perdonan e, incluso se cooperan, no existe la fatídica condenación. Es como en la confesión: se dicen los pecados y se perdonan.

Al parecer, en estos días comenzaron las festividades del Bicentenario: los monopólicos y monocordes canales de televisión y diarios se han dedicado a escudriñar en nuestra historia: con libretos más falsos que Judas nos presentan la vida de José Miguel Carrera, Bernardo O´Higgins y Diego Portales. Aún no he hemos podido ver ningún programa que conmemore los cien años de la Matanza de Santa María de Iquique, al fin y al cabo son pampinos anónimos, que tiene muy poca sintonía con este Chile plutocrático de hoy. La siutiquería chillona, chegre y farandulera que domina al Chile contemporáneo nos muestra un baile de disfraces – en que no faltó arrivista desproporcionado que pretendió compararlo con el Carnaval de Venecia – que se llevó a cabo en el Palacio Concha Cazotte, en 1912; hoy cualquiera que desee gastar $12.000 puede andar en Victoria y creerse un millonario de 1910.

Cuenta Edwards Bello que, en esa época, Chile era el principal consumidor de champagne en América Latina, incluso, los franceses enviaron a un inspector para descubrir qué hacían los chilenos con este licor; el informe fue breve, lógico y contundente: se lo bebían. La verdad es que no sé qué hace hoy la plutocracia chilena: ya no habla francés, ni beben champagne como en esa época, pero tienen helicópteros para trasladarse a la playa y hablan como gringos o con el famoso "Co te a"; ahora no son tan avaros como don Federico Santamaría – que escribía detrás de los sobres para no gastar papel- o Gustavo Ross y Jorge Alessandri – que tomaban agua Panimávida y no convidaban a sus pololas ni siquiera a un té – hoy son especuladores de la Bolsa de Comercio, como los primeros, pero les agrada ostentar con grandes casas cerca de la cordillera o en balnearios de lujo, como Zapallar y Cachagua, entre otros.

Afortunadamente, el buen criterio nacional no ha desaparecido: en una de las tantas encuestas ad hoc, destinadas a llevar a la pira al profesor Ricardo Lagos y presentar como tonta a la Presidenta – "sea bella y cállese"- afortunadamente se llegó a una selección de personajes del siglo XX chileno que me parece interesante: ningún personaje de la casta militar aparece en los primeros lugares, ni siquiera O´Higgins, ni Carrera, sólo Arturo Prat, quien representa la antítesis civil de a tontería del almirantazgo – unos siúticos pretenciosos que se han creído pertenecientes a la marina de Su Majestad -. No hay ningún presidente de la república, tanto mejor pues muchos de ellos son gritones y fanfarrones, exceptuando a Salvador Allende y Pedro Aguirre Cerda. Quienes lograron la mayoría son poetas y el santo de los pobres y de la justicia, Alberto Hurtado. Ellos conforman el Chile republicano, destruido hoy por la casta dictatorial y sus sucesores concertacionistas.

El personaje de la mentada fiesta de Concha Cazotte fue el famoso marqués de Cuevas que, en 1910, era un aristócrata venido a menos – en leguaje juvenil actual sería un "machetero" -, se paraba el las puertas del Café Torres y del Club de la Unión para bolsearles un aperitivo a sus amigos ricachones. Hoy  el Café Torres está tan decadente, que se ha convertido en el cuartel general de los demócrata cristianos- mas le hubiera valido continuar en el recuerdo-

Cuevas -Cuevitas en esa época- era amado por todas las señoras, pues era uno de los pocos hombres que podía hablar, con propiedad, de tortas de lúcuma, de corsé francés y de todas las demás intimidades femeninas, que los bruteques aristócratas no conocían, pues sabían hablar de la Bolsa y  de política. Cuevitas se quiso casar con Blanca Vergara, una dama de la aristocracia, a quien amaba y era correspondido. Afortunadamente, a su madre se le ocurrió preguntar a Luis Izquierdo sobre este pretendiente para que, como buen macho chileno,  pusiera a prueba a Cuevitas enviándolo a las salitreras  o a Punta Arenas; gracias a don Luis, Jorge Cuevas, despechado, se fue a París, donde conoció al príncipe Yussupoff, noble ruso que había asesinado al bueno de Rasputín. Posteriormente, contrajo matrimonio con la hija de Rockefeller, fundando el famoso ballet del Marqués de Cuevas.

Esta manía latinoamericana de comprar títulos era muy común: antiguos almaceneros, de origen vasco se convertían, como por arte de magia, en nobles castellanos o franceses. El título de Jorge Cuevas correspondía al de nombre de Marqués de Peñablanca Guano – esta última palabra dedicada a los riquísimos excrementos de aves peruanas- . El marqués de Cuevas realizó el baile del siglo en Biarritz que fue, incluso, condenado por el Papa de la época, (1953).

Claro que las plutocracias de hoy y del pasado no son iguales, pero en ambas había senadores vitalicios, elegidos por un pueblo idiotizado: era el mismo sistema binominal, la mezquindad de los padres conscriptos que no quieren cambiar, ni siquiera un metro, de sus Distritos o, mejor dicho, sus feudos, consideran a sus electores sus verdaderos inquilinos, que ahora no los compran con dinero explícito, sino que con anteojos y otros favores; ser senador es mucho más que ser marqués, duque, príncipe o caballero, cada uno es dueño de su circunscripción y llevan tres períodos consecutivos y no se arrugan de vergüenza, mientras las jóvenes promesas se pudren, mirando desde lejos, a estos viejos pelícanos, cuyo bocio crece más que la dieta que se autodeterminan.

Al igual que en 1910, la plutocracia de la época y la de ahora, ha sido lo suficientemente inteligente para incorporar a los siúticos como los Walker y los Edwards, que sólo eran extranjeros, que llegaron a Chile con una mano por delante y la otra por detrás; hoy lo hacen con los Escalona y los Girardi, sólo le piden al primero que alise un poco el jopo. En 1910 le temían a los anarquistas, después lo hicieron con los comunistas y, luego, con los la Unidad Popular – hoy sólo le tienen miedo al trío Chávez-Morales-Correa- Como no entienden nada estos saciados de la vida, ignoran que estoa tres presidentes surgieron de la incapacidad, insensibilidad y sinvergüenzura de los partidos tradicionales de las repúblicas bolivarianas.

No faltan entre los plutócratas algunos personajes con sensibilidad social que inventan fundaciones como Chile Justo, o forman parte de Comisiones creadas  por la Presidenta, para buscar la mayor equidad. No hay ningún problema hablar de los pobres, convidar al Padre jesuita Berríos para que remeza sus conciencias, al final, se puede colocar un poco de plata en el "chanquito" del guatón don Francisco. El plutócrata puede servir a un pobre como su muñeca e, incluso, peinarla; no sería raro que Ricardo Claro y Sebastián Piñera tuvieran una cadena de acciones solidarias y escuelas donde profesores, con la manga rota y camisa manchada, enseñaran a los niños a ser emprendedores. ¡Váyanse al diablo plutócratas de hoy y de ayer!

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