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Huella ecológica y social

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¿Cuánto aguanta la Tierra en su generosidad al proporcionarnos todas las condiciones para que podamos vivir, reproducirnos y coevolucionar? No sólo a nosotros, sino a toda la comunidad de vida, que abarca de las bacterias a los vegetales y animales… La Tierra es un planeta pequeño, finito en sus recursos, y ya viejo. Tenemos que vivir dentro de las capacidades de suministro y de reposición propias de la Tierra, no a nuestro capricho. La especie homo sapiens/demens ha ocupado ya el 83% del planeta, y ha consumido excesivamente, hasta el punto de que el planeta ha sobrepasado ya en un 25% su capacidad de regeneración. Si continuamos con esta lógica el planeta va a quebrar, como quiebra cualquier empresa que gasta más de lo que gana.

¿Cómo extraemos de la Tierra, todos nosotros, sus recursos para vivir, cuánto de suelo productivo necesita cada persona para garantizar su sobrevivencia? ¿Cuánta tierra productiva, área florestal, energía habitación, agua, mar, urbanización y capacidad de absorción de los desechos necesita cada persona? A este conjunto de factores ecológicos y sociales se le llama huella ecológica y social, expresión acuñada por Martin Rees y Mathis Wackernagel al hacer un estudio sobre el tema para el Consejo de la Tierra en 1977. Tomaron como referencia de cálculo el número de hectáreas necesarias para que cada uno, cada ciudad y cada país puedan vivir de forma mínimamente decente. El planeta dispone de 10,8 miles de hectáreas productivas, que es menos que el 25% de su superficie. Esta sería la huella ecológica media general.

Como el 18% de la humanidad consume el 80% de los recursos vitales y los hábitos de consumo varían conforme a las regiones y a las culturas, varía también el porcentaje de hectáreas per cápita utilizados. Así, Europa, EEUU, Japón, India y China viven muy por encima de lo que les es permitido por sus recursos ecológicos, con una huella que va del 200% al 600% (es el caso de Japón) de su biocapacidad nacional. Esto significa que si una región se apropia de más hectáreas para mantener su alto nivel de consumo nacional (el Norte), la otra deberá forzosamente ocupar menos (el Sur). En otras palabras, el consumo alto de un país o región comporta un subconsumo bajo por parte de otro. De ahí se entiende la profunda falta de equidad en la repartición de los bienes y el carácter desigual de todo el proceso de producción y consumo mundial.

La biocapacidad total del territorio brasileño es de 18.615.000 puntos. La huella ecológico-social brasileña es de 2’6 hectáreas. Nuestra biocapacidad excede tanto a nuestra demanda, que Brasil podría ser la mesa puesta para el hambre y la sed del mundo entero. Pero hay grandes diferencias entre los países. Mientras un habitante de Bangladesh tiene una huella de 0’5 hectáreas, la de un norteamericano es de 9’6. En otras palabras, si todos los habitantes de la Tierra tuviesen el mismo nivel de consumo norteamericano, necesitaríamos tres planetas Tierra para garantizarnos los recursos energéticos y materiales suficientes. Vivimos, pues, sin ninguna humanidad ni solidaridad. Por eso, este modo de vivir es totalmente insostenible, y puede llevar ecológicamente a la Tierra a un colapso.

El ideal que la Carta de la Tierra propone para todos es un «modo sostenible de vivir»: producir en consonancia con los sistemas vivos, conteniendo nuestra voracidad y dando tiempo para que la Tierra se regenere y continúe ofreciendo –tanto a nosotros como a la comunidad de la vida- todo lo que todos necesitan.
2008-06-15
* Fuente: Servicios Koinonia 
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