Brutalidad imperial de dentro y fuera
por Hermes H. Benítez (Edmonton, Canadá).
19 años atrás 6 min lectura
Para los que tenemos la costumbre de examinar toda información, sin que importe su procedencia, con cautela y sentido crítico, ya sea la que se propaga a través de la prensa de papel, por la radio o la televisión, la reciente noticia hecha pública por las agencias informativas imperiales de que aviones de la fuerza aérea norteamericana habían atacado "operativos" de Al Qaeda en Somalía, resultó particularmente chocante. No sólo porque ello representa la apertura de un nuevo escenario bélico por parte del gobierno de Bush, en los momentos en que la situación en Irak y Afganistan evidencian su completo fracaso, sino además porque estos ataques se hicieron utilizando aviones a hélice AC-130, artillados con ametralladoras Gatling.
Esto es algo que se dice "así como así", porque la inmensa mayoría de los que lean, o escuchen, la noticia no tienen la menor idea de lo que pudiera ser una arma de esta denominación y naturaleza, ni conocen sus espantosos efectos destructivos. Una ametralladora Gatling (1), en su versión moderna, es una arma de seis barríles rotatorios capaz de disparar hasta seis mil tiros (de 20 milimetros), por minuto, sin atascarse y, prácticamente, por un tiempo indeterminado. Lo que sólo depende de la cantidad de munición que se tenga disponible. Si con tan altísimo poder de fuego es posible destruir desde el aire un tanque de 60 toneladas de maquinaria y blindaje y, literalmente, demoler una construcción de concreto y acero en pocos segundos, imagínese el lector el daño que dicha arma puede hacer sobre los cuerpos de aquellos que tengan la desgracia de ser considerados "blancos" legítimos de un ataque de tal naturaleza, o siquiera de encontrarse cerca.
Eso en cuanto a la agresión y brutalidad externa al Imperio. Veamos ahora un ejemplo de agresión y brutalidad represiva ejercida recientemente en el corazón mismo de EE.UU.:
"…Ocurrió este mes en Atlanta, en una conferencia de la American Historical Association (Asociación Norteamericana de Historia). Uno de los más grandes intelectos de aquella conferencia, el profesor Felipe Fernández-Armesto, el afamado experto en Historia Global del Medio Ambiente, autor de 19 libros y profesor titular de la Cátedra Príncipe de Asturias, de Cultura y Civilización Hispánica de la Universidad Tufts, de Boston, decidió cruzar la calle.
Fue acosado por un hombre joven que le dijo que estaba ‘cruzando en diagonal’. El profesor le dio las gracias y continuó su camino. El hombre dijo que era un policía, el profesor no consiguió ver evidencia de ningún uniforme (vestía una camisa color kaki que podría llevar cualquier persona), por lo que le pidió al oficial que le mostrara su identificación.
El policía se ofendió, tiró al suelo al profesor pateándole las piernas, lo aplastó contra el pavimento con la ayuda de otros cuatro policías, le torció el cuello, le hizo sangrar de la cabeza, torció los brazos del delgado hombre de 56 años tras la espalda, lo esposó y lo envió a la cárcel en un fétido vehículo celular. Al profesor (no veo sin anteojos, dijo, los que fueron a parar a la solera), quien no tenía consigo otra identificación que su pase de estacionamiento en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, no se le dio ninguna oportunidad de explicar nada.
Fernández-Armesto, el tipo de hombre cuyo acento se parece al de la reina Isabel II leyendo su mensaje de navidad, y que usa un elegante traje con chaleco del mismo color, estuvo sentado por ocho horas en la cárcel en compañía de gente "triste, degradada y mentalmente enferma", casi todos los cuales, dijo en una entrevista a YouTube, fueron más amables y civilizados que los policías que lo arrestaron. Casi todos eran negros, manifestó, lo que era evidencia de racismo. "Esta gente necesitaba ayuda, no ser encarcelados".
Como el profesor lo explicó posteriormente, uno de los fines de su vida es no crearse nunca problemas con nadie. "Soy patológicamente respetuoso de la ley". Uno tiene la obligación extra de serlo cuando se está de invitado en un país extranjero, agregó. Yo no sabía que en Atlanta cruzar en diagonal era un crimen que requiere pagar una fianza de 1.371 dólares.
Cuando se presentó ante la Corte el día siguiente apenas habló tres o cuatro palabras, el Juez dijo "Huh’"y de inmediato se dio cuenta de que el policía que lo arrestó, un sujeto llamado Kevin Leonpacher, oriundo de Niceville, Florida, había entendido la situación de modo completamente equivocado". (2). Hasta donde se supo, aparentemente ello no tuvo la menor consecuencia sobre la carrera del policía de Atlanta.
Luego de conocer ejemplos como éstos, que se podrían multiplicar decenas de veces, la pregunta de Michael Moore pareciera tener una respuesta obvia: en efecto, el despliegue externo de la brutalidad y la barbarie del Imperio tienen su correlato y reflejo en el despliegue de la brutalidad que se ejerce internamente contra cualquiera que los poderes represivos de aquél consideren como faltando a la ley o el orden, sea éste un profesor de Cambridge de visita en EE.UU, o un pobre hombre desempleado y sin casa, que por vivir en la calle, está expuesto diariamente a los más extremos abusos policiales. Y ¿qué hay de los pobres "combatientes enemigos" que en la prisión de Guantánamo han sido privados "legalmente" hasta del más elemental de sus derechos humanos?
Notas:
(1) Así llamada p
or el apellido de su inventor, Richard Jordan Gatling, quien la patentó justo en el año en que comenzó la guerra civil norteamericana (1861-1865), en la que perdieron la vida 620 mil soldados y 350 mil civíles; lo que entonces correspondía al 3%de la población total de EE.UU..
(2) Traducimos y reproducimos, algo libremente, la información dada a conocer por la periodista canadiense Heather Mallik, que figura en la página web de la CBC (Canadian Broadcasting Corporation), con fecha de 15 de enero del 2007.
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Un refugiado es un refugiado
Un niño es un niño y el miedo es el miedo
Destierro es destierro
Y una hipocresía es una hipocresía
No hay signo, no hay bando
No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio