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Con Lagos, Pinochet logra la victoria final

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AUNQUE MUCHOS CONSIDERAN que es un nonagenario que morirá en el mayor de los desprestigios y abandonado por la mayoría de quienes le profesaron pleitesía, la verdad es que a un tercio de siglo del sanguinario golpe militar de 1973, Augusto Pinochet Ugarte vive su hora más gloriosa. El abrumador apoyo (más de 65%) que según las encuestas la ciudadanía brinda al ex presidente Ricardo Lagos, augura el retorno de este personaje a La Moneda el año 2010 y constituye la victoria más sorprendente que logra Pinochet en los umbrales de la muerte , a semejanza de lo que ocurrió con Mío Cid Campeador, quien ganó la batalla decisiva cuando ya era cadáver, sujeto con cuerdas en la montura de su caballo, lo que influyó decisivamente en el ánimo de sus hombres.

¿Pero no será propio de una mente delirante esto de sugerir un vínculo directo entre personajes en apariencia tan lejanos como el general Augusto Pinochet y el prestigiado ex Presidente, y con ganas de volver a serlo, Ricardo Lagos? ¿No fue acaso este último el que, con su dedo en ristre, desencadenó a fines de los ochenta el desmoronamiento del régimen dictatorial? ¿Cómo podríamos establecer una especie de vasos comunicantes entre uno y otro y, más aún, suponer que la popularidad incontrarrestable de Ricardo Lagos tiene algo que ver con Augusto Pinochet?

No, no es una mente enfermiza la que plantea esta asociación para muchos inimaginable. Ricardo Lagos Escobar recibió como herencia un modelo económico neoliberal y autoritario y tuvo la inteligencia superior, sin duda, de refinarlo, de sacarle el máximo provecho en favor, por cierto, de la extrema riqueza del país y al mismo tiempo actuar con demagogia suficiente a través de un portentoso manejo de los medios de comunicación, abrumadoramente de derecha, a los cuales sobornó con generoso avisaje público, para obtener y consolidar una gran popularidad. De esta forma, bajo el gobierno de Ricardo Lagos los empresarios amasaron ganancias sin precedentes en la historia y la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza alcanzó a niveles demenciales, paradojalmente bajo el gobierno del personaje que a comienzos de los 60 escribió un incendiario ensayo para denunciar la concentración económica en Chile.

De otro lado, Ricardo Lagos hizo uso y abuso de una Constitución autoritaria marcadamente presidencialista, que confiere al Primer Mandatario atribuciones inimaginables en ninguna democracia moderna. El las aprovechó a su antojo con el objeto de crear una mística en torno de su figura, pese a que el análisis de sus discursos y planteamientos demuestra que se maneja con escasas ideas y que dista mucho de ser el tipo brillante y culto que muchos creen ver en él. Claro, en una época de farandulización creciente y de deterioro del nivel intelectual en el país, fenómenos estimulados por el propio Gobierno de Lagos, quien escapa de esa chatura proyecta una imagen de persona excepcional, lo mismo que el tuerto es rey en el país de los ciegos.

Crecimiento sin equidad
El Fondo Monetario Internacional emitió recientemente (julio de 2006) un informe plagado de elogios a la situación de la economía chilena, la cual, por supuesto, obedece en términos gruesos a la gestión llevada a cabo en el sexenio anterior por el Presidente Ricardo Lagos. En efecto, su sucesora lleva pocos meses en el cargo y no ha hecho más que perseverar en las grandes líneas que impulsara su antecesor. El informe del FMI entona loas al superávit estructural, a los equilibrios macroeconómicos, a la apertura hacia el exterior, al sistema de precios, a las licitaciones y privatizaciones. Sólo menciona una pequeña nube en el horizonte, la que, en todo caso, no deja de consignar. Se trata de la altamente concentrada estructura que exhibe la distribución del ingreso, apenas una bicoca según se advierte. Podría haber agregado que un desempleo abierto del orden de 9% es inexplicablemente alto en una economía a la que cataloga de tan dinámica y que es presentada ante los ojos del mundo en desarrollo como "ejemplar" para el gusto de los tecnócratas del Fondo Monetario Internacional.

Resulta increíble que éste sea, en síntesis, la herencia o el legado económico que nos dejara la administración de Ricardo Lagos, quien llegó al poder agitando la promesa de una mayor equidad. "Mañana será otro día" fue la consigna de su campaña electoral, suscitando amplias expectativas en los sectores que ya se sentían defraudados por el gobierno tecnocrático de Frei Ruiz-Tagle, que había sucedido a una corta administración de Aylwin, quien puso todo el acento en la consolidación de la frágil democracia tras el término de la dictadura militar.

La persistencia de una estructura de distribución de ingresos que es propia de países tercermundistas y que constituye una vergüenza para Chile se manifiesta en múltiples aspectos de la vida de los chilenos . Si apenas instalada la Presidenta Bachelet se produjo una verdadera asonada juvenil que conmovió al país fue porque la educación que reciben cientos de miles de jóvenes provenientes de hogares modestos es de pésima calidad y constituye una forma encubierta de segar todas las posibilidades de movilidad social y de mantener una estructura que solamente ofrece posibilidades a quienes ya tienen una buena situación socioeconómica de origen. El desastre de la educación pública obedece, en medida importante, al mezquino aporte que el Gobierno realiza a este rubro tan fundamental para asegurar el desarrollo del país en el largo plazo y oportunidades de progreso para los sectores más modestos.

El gobierno de la Presidenta Bachelet ha debido reconocer el escándalo que significa que decenas de miles de viviendas denominadas "sociales" entregadas con gran pompa como solución al problema habitacional sean de una calidad deplorable, al punto que muchas de ellas deberán ser demolidas u ofrecen una superficie indigna para la vida de una familia.

De otro lado, bajo el gobierno de Lagos se agravó hasta el paroxismo la segregación social que hace que Santiago sea una de las ciudades donde resulta más claramente visible la separación en compartimentos estancos entre los pobres y el resto. Vergonzoso legado de un gobierno supuestamente progresista es que los pobres deban recorrer enormes distancias, gastando a menudo, dos o más horas a bordo de máquinas de locomoción colectiva para llegar desde las barriadas donde habitan hasta los lugares donde trabajan. La situación se repite con semejante intensidad en todas las grandes ciudades del país, como reflejo de una política deliberada que ha favorecido la especulación inmobiliaria.

En la salud se han conocido en el último tiempo, también informes descorazonadores acerca de la situación que afrontan grandes hospitales públicos saturados por la demanda de pacientes y altamente deficitarios en equipamientos indispensables para entregar una atención decente. El estado de los edificios y de salas de atención es, a menudo, ruinoso y atenta contra la dignidad de las personas. Sólo en la capital existía hasta mediados de 2006 un déficit de 40 ambulancias. "Si un niño llega a la urgencia del hospital Exequiel González Cortés porque se golpeó la cabeza, no hay escáner y tenemos que mandarlo al Instituto de Neurocirugía y ha habido ocasiones en que sólo dos escáner están funcionando en toda la Región Metropolitana", ha señalado no un opositor, sino el senador oficialista Guido Girardi.

En las cárceles los reos se hacinan en condiciones denigrantes, e incluso en uno de los principales recintos carcelarios de la capital debían dormir a la intemperie en pleno invierno porque no era posible meter más reclusos a las celdas, hasta que la orden de un juez obligó a buscar una solución de emergencia.

Por el contrario, las Fuerzas Armadas no pueden quejarse de sus instalaciones y equipamientos, ya que bajo el gobierno de Lagos recibieron miles de millones de dólares, recursos que les sirvieron para embarcarse en una demencial carrera armamentista, renovando sus equipos e instalaciones a un nivel propio de país desarrollado. Nunca antes los militares chilenos habían dispuesto de tantos recursos y tanto poder, ni siquiera bajo la dictadura del general Pinochet. Con razón la ultra conservadora Armada de Chile se decidió a rendirle un emocionado homenaje con una Revista Naval, sin precedentes, a Ricardo Lagos Escobar pocos días antes de que éste dejara el mando.

En el pais de los ciegos, un brillante intelectual
La creciente banalización del país permitió presentar a este político, otrora progresista, como un hombre ilustrado, culto, dotado de una personalidad superior, capaz de representar con prestancia a Chile en el concierto internacional. En una sociedad caracterizada por un creciente analfabetismo y por una televisión cada día más alienante y que constituye el principal alimento espiritual de la gran mayoría de los chilenos, la figura de Lagos pudo imponerse sin contrapeso, ayudada, ciertamente, por el hecho de la abismante mediocridad que se persigue en la fauna política nacional . Pero quien lea con cuidado las exposiciones más elaboradas o los discursos supuestamente improvisados de Ricardo Lagos, que nada dejaba a la improvisación, descubrirá que sólo le da para tuerto, porque muchos de sus razonamientos son circulares, carecen de verdadero contenido y sólo pueden conformar a audiencias poco exigentes. Entre los lugares comunes más recurrentes figura el de "porque hemos sido capaces de hacer tal cosa hasta ahora, es que ahora podemos pensar en ser capaces de hacer tal cosa hacia delante".
El agudo columnista y académico Carlos Peña González hace un delicioso relato de una clase magistral dictada por Lagos algunos meses después de haber dejado la Presidencia.

"Esto de la diversidad es algo que ya advirtió Aristóteles" -dice solemne, mientras el auditorio lo mira embobado. Lleva el mismo traje azul de hace algunos meses, los anteojos invisibles, el tono profesoral, la calva que no retrocede. "Hasta que Platón le contestó. Y dedicó ¿no es verdad? -gira levemente y mira al Rector- un libro entero a ese problema".Así comienza su clase magistral en la Universidad Alberto Hurtado.

A nadie le importa que La República haya sido escrita cuando Aristóteles era apenas un adolescente. El error pasa inadvertido. Y Ricardo Lagos continúa, como si nada. En tono oracular se refiere al origen del Estado (no del nuestro, sino del Estado en general, qué se cree usted) y explica cómo las demandas sociales se incrementan al compás del bienestar. Da ejemplos de una y otra cosa. En una digresión cuenta cómo repartió útiles escolares cuando era Ministro para mostrar que el populismo, cuando es tibio, no es malo. Lugares comunes por aquí y por allá. Y así. Nada nuevo. Y todos embobados. Un ex asesor que está en la segunda fila casi da patadas en el suelo de puro oírlo. Hasta los jesuitas -siempre tan alertas- están hechizados. La clase inaugural termina. Nada para recordar. Salvo la escena.

Consciente de sus falencias intelectuales y contradicciones vitales, Lagos se mostró reticente durante su administración a enfrentarse con periodistas de veras profesionales, que pudieran someterlo a interrogantes duras y sólo aceptaba hacer declaraciones a condición de que no se le plantearan preguntas incómodas; cuando eso llegaba a ocurrir optaba por cambiar el tono de la voz, manifestarse enojado u ofendido y mandarse a cambiar.

Oposición inepta y corrupcion
Con la cobertura que le aseguraba la farandulización del país (el 60 por ciento de los santiaguinos no ha leído un libro en los últimos 12 meses), Lagos precipitó a Chile a niveles de corrupción nunca vistos. En rigor, eso es consecuencia de la profundización del modelo económico neoliberal, el cual sabe mucho de precios, pero poco de valores. Cuando las únicas metas importantes consisten en optimizar el lucro, incrementar las exportaciones, expandir los ingresos de capital, elevar el ritmo de crecimiento del producto, mantener los equilibrios estructurales, entonces uno puede vender a su madre y será bien visto si es que la operación se comprueba rentable.

En esas condiciones a nadie le puede extrañar que altos personeros públicos vayan y vengan al sector privado o al sector público, utilizando sus influencias y haciendo lobby. El que se asombre, se manifieste sorprendido o estupefacto por este tipo de prácticas deja de ser un individuo de mentalidad moderna y es conminado a renovarse para ponerse a tono con esta mentalidad que privilegia el lucro, la ostentación. Es imposible que quien promovía este modelo se comportara como San Francisco de Asís una vez que accedía a cuotas tan importantes de poder. El arribo mismo de Ricardo Lagos a La Moneda estuvo manchado por la utilización abusiva de recursos públicos en su campaña electoral, según lo sugieren las investigaciones del llamado caso MOP-GATE.

Cuando el arrogante Presidente no había ni siquiera completado un tercio de su periodo constitucional y resultó evidente que una oposición implacable sumada al acoso judicial podía tumbarlo, ocurrió un hecho providencial. El más duro de los duros de la oposición, el más torvo de los derechistas, según lo había presentado la propaganda gubernamental, el entonces diputado Pablo Longueira, captó en profundidad la gravedad de la coyuntura y decidió salir a salvar a Ricardo Lagos, a cambio de un trato mutuamente ventajoso. Ustedes dan vuelta la página a los escándalos de las privatizaciones y otras estafas que se cometieron bajo la dictadura militar… y nosotros hacemos la vista gorda sobre los escándalos que está vinculado el señor Lagos, a fin de que pueda completar sin problemas su mandato. Por cierto, no firmaron ningún documento ante notario, pero los frutos quedaron muy pronto a la vista. El acuerdo significó acentuar el compromiso de la administración Lagos con el gran empresariado nacional y trasnacional. Ojo, recién tras el estallido de la huelga de los mineros de La Escondida, los pocos chilenos que se interesan en la cosa pública se enteraron, estupefactos, que pese a la nacionalización de la gran minería del cobre, acordada bajo el gobierno de Allende y respetada por la dictadura, el mayor yacimiento de este metal en el mundo es ahora de propiedad de intereses foráneos, que vaya uno a saber cómo se apoderaron de esta virtual veta de oro que nos pertenecía teóricamente a todos nosotros.

El Presidente cumplió con tanta brillantez y devoción el acuerdo que ya al término de su gestión uno de los más altos representantes de las cúpulas empresariales llegó, en un arrebato de emoción, a confesar que su sector amaba al Presidente. Es que Lagos llevó a la práctica con discreta eficiencia la abrutada sentencia de Pinochet de que "hay que cuidar a los ricos".

Otro connotado ejecutivo empresarial, empero, Felipe Lamarca, decidió en cambio patear la mesa al declarar por la misma fecha que la concentración económica y las grandes fusiones han eliminado la competencia, creando desempleo, y han profundizado la injusta distribución del ingreso y de oportunidades, tornando muy difícil la existencia de la pequeña, mediana y micro empresa. "Este lamentable proceso se ha desarrollado gracias a la complicidad entre las élites políticas y económicas que, para seguir disfrutando de los privilegios logrados con la vuelta a la democracia, en una inaceptable autocomplacencia, matizada con vergonzosos elogios mutuos, se niegan a reconocer los graves problemas de pobreza e iniqui
dad que afectan a la mayoría de la población ".
La mentada complicidad explica, en buena medida, la crisis que ha vivido la derecha política. ¿Qué interés puede tener el gran empresariado en levantar alternativas de carácter político si es que la Concertación ha defendido de manera tan notable los intereses de los grandes grupos económicos? ¿Para qué arriesgarse a levantar alternativas si la Concertación lo ha hecho tan bien para los intereses de esos grupos, al punto que han ganado, durante el primer quinquenio de la década de inicio del siglo XXI, cantidades nunca antes amasadas en la historia económica del país? El éxito de Ricardo Lagos, desde el punto de vista de los empresarios, explica pues el ocaso o las dificultades que enfrenta la derecha política con sus candidatos y partidos.

Presidencia imperial o despotismo ilustrado
Por último, la arrogancia y hasta prepotencia que ejerció en plenitud los amplísimos derechos que la Constitución pinochetista, sin perjuicio de algunos remiendos que él mismo le introdujo a la hora nona de su gestión, desalentó el ejercicio de la ciudadanía por parte de los chilenos y constituyó una forma encubierta de promoción del verticalismo o cuando menos el despotismo ilustrado.

"El gobierno de Lagos fue de lo más autoritario" ha señalado el historiador Alfredo Jocelyn-Holt, para quien el ex Presidente encarnó como nadie la "Presidencia imperial". Autoritarismo que rayó en la egolatría, que es lo que destila la frase con que en varias oportunidades salió al paso de las críticas o sugerencias sobre "temas país" como dicen los siúticos: "el Presidente de Chile sabe lo que le conviene a los intereses del país". Si uno analiza esta declaración no puede menos que sentir horror por la mentalidad que denota.

Cedamos a la tentación de citarnos a nosotros mismos, en otra columna sobre este personaje: "Si el Presidente de Chile sabe lo que hay qué hacer, ¿para qué tenemos entonces partidos políticos y opinión pública? ¿Tiene algún sentido la existencia de la oposición, que es consustancial a cualquier democracia, si el Presidente de la República, dotado de poderes tan amplios, como ocurre en la Constitución de Chile, sabe lo que le conviene al país? Mejor clausuremos el Congreso, cerremos los partidos, silenciemos la opinión pública y todo va a andar mejor. Al fin y al cabo tenemos un político omnisciente, casi como Dios, que no necesita que le indiquemos nada y que profesa tal amor al país, que sin necesidad de ninguna sugerencia ni estímulo, despojado de todo afán de beneficio mezquino para sí o sus familiares, va siempre a decidir en función de los intereses de la patria y mirando a largo plazo. ¡Qué conmovedor! Debiéramos proclamarlo monarca absoluto y vitalicio”.

El enorme apoyo que concita Ricardo Lagos en la masa obedece al envilecimiento moral e intelectual a que ella ha sido arrastrada primero por la dictadura y luego por los sucesivos gobiernos democráticos. Los chilenos son ahora consumidores, antes que ciudadanos, y aunque han elegido de Presidenta a una mujer, siguen, lo que es propio de un país de guachos, añorando la figura de un padre distante, pero en todo caso presente.

Algún analista ha señalado que Ricardo Lagos es "un político con aura, un sujeto capaz de sintonizar, como por encanto, con eso que los historicistas del diecinueve llamaban el "espíritu del pueblo". Alguien para quien los errores no pesan". En su diagnóstico olvidó una variable clave y es que los chilenos tienen alma de borregos y asumen fácilmente una actitud servil para con el prepotente o que dispone el poder. No es extraño que al cabo de 17 años en el poder y pese a la amplia evidencia que ya a fines de la década de los 80 existía, para quien quisiera ver y escuchar, acerca de los horrores cometidos, el 44% de los chilenos se inclinara por Pinochet y su dictadura.

En ausencia de una alternativa política de derecha, cada vez más innecesaria, debido a la política económica de la Concertación, no es extraño que Ricardo Lagos concite un apoyo del orden de 66% de la ciudadanía. El más contento, en sus ratos de lucidez, tiene que ser el General Pinochet. Porque el éxito de Lagos representa el triunfo del autoritarismo y del neoliberalismo que la dictadura introdujo en Chile, revestido con las credenciales democráticas y con el aura del progresismo, que será falso, pero por Dios que sirve para cazar y retener incautos.

Así, pues, en el ocaso de vida, el General Augusto Pinochet puede no sólo celebrar que la Concertación lo haya sacado de Londres y traído de vuelta al país para que en definitiva esquivara el castigo que se merece por sus horrores y latrocinios. Puede festejar también que su herencia haya sido asumida con tanta prestancia y convicción por quien un par de décadas atrás aparecía como uno de sus más fieros opositores. Viejo y casi decrépito, el anciano General puede saborear la más dulce de sus victorias.
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