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Nicaragua: no aclarar porque oscurece

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Río San Juan, Nicaragua, mayo de 1972. Tenga: acá está Nicaragua. En su finca de Las Brisas, José Coronel Urtecho acaba de regalarme Poemas de un joven, la breve y monumental obra de Joaquín Pasos (1914-42), con prólogo de Ernesto Cardenal (FCE, colección Tezontle, México, 1962, 153 páginas). Antes, durante y después de cenar, el poeta habló sin parar. “Escribir es fácil. Sólo hay que conocer las ‘carajadas’ de las palabras”.

Me voy a la cama con los versos de Joaquín en Canto de guerra de las cosas (Cuando lleguéis a viejos/ respetaréis la piedra/ si es que llegáis a viejos/ si es que entonces quedó alguna piedra), y empiezo a cabecear con el cantar de ranas y bichos felices que viven en una floresta similar a la de Campeche, y que sólo Juan de la Cabada podría imitar y nombrar.

Al día siguiente, en el muelle de San Carlos, a orillas del Gran Lago de Nicaragua, abordo un frágil y oxidado ferry con bullangueros pescadores, campesinos y soldados de la Guardia Nacional. Sólo falta Lord Jim.

En el viaje, me acerco a tres jóvenes que discuten a gritos. ¿De beisbol, de futbol, de política, de mujeres? No. Discuten de poesía. ¡Estudiantes de letras!, me digo. Tampoco. Dos cursan ingeniería, y el otro vende mariguana. Cae el sol… ¡Granada a la vista!

Noviembre de 1974. Se forma en México el primer Comité de Solidaridad con el pueblo de Nicaragua. Lo integran Carlos Pellicer, Efraín Huerta, Thelma Nava, Juan Bañuelos, Adalberto Santana, Jaime Labastida, Óscar Oliva, Sergio Mondragón, Juan de la Cabada, Andrés García Salgado y el que suscribe.

En uno de los actos para difundir la causa, alguien lee un editorial de Joaquín Pasos, publicado en 1934 en Ópera Bufa, revista literaria, política y satírica que circuló en Nicaragua: “Se comercian las ideas, se comercia el honor, se comercia el gobierno, el amor, la mujer, el hombre, el periódico, el voto, el sentido común (…) Se comercia la razón, la tierra, el canal. Se comercia el sandinismo, el conservatismo y el agua. Se comercia el liberalismo, la luz, el pensamiento y la caricatura (…) Se comercia la ley. Se vende la ley. Se compra la ley. Se vende la Presidencia. Se compra la Presidencia. Están en baratillo: la belleza, la virginidad, los candidatos, los cándidos, los ideales, los abogados, los médicos, los dentistas (…) y los territorios nacionales”.

Managua, diciembre de 1979. Escribo un poema a la revolución: “Son las nueve de la noche ya/ y los abanicos cumplen silenciosamente su función/aireando el aire/ Ayer, en la plaza/ un grupo de jefes guerrilleros explicaban la revolución al pueblo/ Un chavalito de 11 años se acercó a uno de ellos, que apenas superaba los 20: ¡idiay! ¿te acordás de mí?/ Indiferentes al sol, conversaron algunos minutos/ como viejos camaradas de la guerra…”, etcétera.

Está buenísimo, ¿no? El poeta Octavio Robleto (1935-2009) suspira: Es una mierda. Pero Pablo Antonio lo va a publicar para que no te deprimas.

Managua, 19 de julio de 1989. En el parque Carlos Fonseca Amador, millares de personas asisten a los festejos por el décimo aniversario de la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Impulsándose en sillas de ruedas, un centenar de lisiados de guerra ingresan al parque exclamando: ¡Patria libre o morir!. La gente aplaude, y el presidente Daniel Ortega cierra su discurso: ¡La revolución sandinista es irreversible!.

El diario Barricada (vocero del FSLN) titula en primera plana: Diez años de cambios y victorias, y vienen días mejores. Siete meses después, el FSLN pierde las elecciones.

Managua, 25 de febrero de 1990. La coalición de partidos derechistas, tutelada por Estados Unidos, gana con 54 por ciento de los votos. En 12 años de guerra contra Somoza y los mercenarios de Washington han muerto 75 mil nicaragüenses, casi dos por ciento de la población total del país. En su mayoría, jóvenes. A escala, de haber Estados Unidos librado una guerra similar, hubiera llorado a seis millones de muertos… Pero no esperemos que el imperio financie algún Museo del Holocausto en Nicaragua.

Managua, 15 de julio de 2009. El comandante Tomás Borge (1930-2012), fundador del FSLN junto con Carlos Fonseca Amador (1936-76), dice en entrevista para Nuevo Diario: “Habíamos llegado al poder cubiertos con un aura de santidad. Éramos ‘los muchachos’, héroes del pueblo que habíamos liberado. Pero luego vino la guerra, las presiones, la crisis económica y los errores, y los héroes que éramos nos convertimos en reyes”.

Managua, 6 de noviembre de 2016. En un contexto donde la democracia se ha degradado al moralismo de las ideas sin ideología y las ideologías del oportunismo sin ideas, Daniel Ortega vuelve a ganar la presidencia. Y el espíritu bufo de Joaquín depone su alegría: He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo, días, cosas, almas, fuego/ Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.

*Fuente: La Jornada

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