La Deontología en los profesionales ligados a las Ciencias Administrativas y Económicas
por Guido Asencio Gallardo (Chile)
8 años atrás 6 min lectura
La deontología es la ciencia ligada a los deberes y obligaciones que deben tener los profesionales. El término es asociado a la ética profesional propuesto por Jeremi Bentham (1834), y el objetivo de esta columna es colocar sobre la mesa aspectos que nos lleven a hacer conciencia de los desafíos que enfrentan los profesionales relacionados a las ciencias administrativas y económicas, quienes deben seguir comportamientos guiados por principios éticos para evitar elegir caminos equivocados a la hora de tomar decisiones en las organizaciones o empresas que representan.
Qué duda cabe, plantear el hecho de que hoy en día todos los profesionales se ven enfrentados a un sin número de escenarios paralelos de alta complejidad, donde la única constante es el permanente cambio, influenciado ciertamente por la globalización de los mercados, a la existencia de conflictos sociales, medioambientales y económicos, lo cierto es que, todas estas vicisitudes obligan a los nuevos profesionales a estar consientes del entorno que les rodea.
En ese devenir que implica la interacción de las personas entre diferentes mundos concentrado en un mismo espacio, ya sea en una organización, un territorio o simplemente en una reunión, es plausible encontrar un sin número de complejidades, relacionadas con los naturales avances económicos y tecnológicos que, en términos racionales, podrían asociarse al progreso, al crecimiento o al desarrollo, pero que sin embargo, muchas veces terminan siendo un verdadero retroceso desde el punto de vista sociológico, debido a que la gran mayoría de las tecnologías, en este mundo globalizado, tienden a privilegiar lo virtual por sobre las relaciones del face to face o cara a cara, que en una mirada proyectiva, constituye la razón de ser del compromiso entre las personas, porque permite un diálogo permanente que, consecuentemente nos lleva al entendimiento y la resolución de conflictos.
Es indudable el legítimo derecho que tienen las empresas de alcanzar un sostenido mejoramiento en su rendimiento, rentabilidad y aumento de la eficiencia y eficacia económica. No obstante, se pierde de vista, muchas veces la responsabilidad que se tiene con su entorno, por ello que es necesario reflexionar respecto al rol que cumple un profesional relacionado con las ciencias administrativas y económicas en una empresas, pues hoy en día la tarea va más allá del clásico proceso administrativo que implica planificar, organizar, dirigir y controlar, para llegar a las tan anheladas metas organizacionales. En este sentido, se debe reconocer que existe un entorno mucho más complejo que incorpora aspectos cualitativos que deban ser mensurables y susceptibles de buscar una mejora continua, incluyendo la valorización de aspectos intangibles que le dan sentido a la existencia de una empresa.
En concreto, esos valores se traducen al convencimiento de incorporar factores éticos en una empresa, donde es necesario hacer conciencia de lo que representa un compromiso real, con los propios trabajadores, con la sustentabilidad empresarial , con la implementación de acciones concretas y permanentes, donde participen no sólo quienes toman las decisiones estratégicas, pues el llamado es a abrir espacios participación a otros actores importantes del entorno (stakeholders), tales como organizaciones de consumidores, asociaciones gremiales, organizaciones sociales, etc., lo cual resulta una tendencia que cambia el paradigma de la clásica pirámide organizacional vertical que representa a las empresas de antaño, lo que da lugar a la interacción entre el gerente y el operario, entre el gerente y la comunidad, en definitiva entre todos quienes influyen directa e indirectamente en la acciones que se emprenden una empresa.
Con lo anterior, es preciso dilucidar que no basta con tener profesionales que manejen sólidas herramientas del campo de las ciencias administrativas, sino que el valor agregado que hoy se necesita está dado en la externalización y práctica de valores éticos.
Por estos tiempos vemos los noticiarios tapados de noticias relacionadas con corrupción, grandes desfalcos, colusiones, financiamiento ilícito de las empresas de los políticos, etc., donde lamentablemente un porcentaje importante de los involucrados son profesionales ligados a las ciencias administrativas y económicas. En consecuencia, surge la necesidad de preguntarse, acerca de las causas que llevan a cometer tales ilícitos, de lo cual se desprende que, a priori, pueden tener su origen, por un lado de forma, apuntando a aspectos técnicos, tecnológicos, de control, de seguimiento, de diseño, de ejecución, de procedimientos, etc., que son susceptibles de ser vulnerados o alterados sin que otros puedan darse cuenta de las irregularidades que se cometan. Por otro lado, se configura un origen de fondo, evidenciado por las profundas carencias en la formación valórica que arrastran desde la formación inicial hasta llegar a la educación superior, perdiendo de vista de que, en todo actuar deben existir principios éticos tales como el respeto, la tolerancia y la probidad, que regulan nuestras acciones en cualquier situación.
La mayoría de las carreras profesionales han sacado de sus mallas curriculares asignaturas relacionadas con la ética profesional, filosofía, responsabilidad profesional o simplemente ética, con la excusa de que las abordarán en forma transversal. Sin embargo, esto transversal termina por simplemente soslayar la posibilidad de tratar explícitamente la ética como parte fundamental de la formación. Esto ciertamente no se puede generalizar, porque siempre hay buenos ejemplos que rescatan nuevas maneras de abordar la formación, desde un prisma basado en potenciar competencias y habilidades de los estudiantes, el aprender a saber, a hacer, a ser y a convivir, trabajando en un ambiente de colaboración y no competencia como se enseña en algunas casas de estudio.
Es importante rescatar que la ciencia deontológica ofrece más que una posibilidad una oportunidad para establecer normas básicas que regulen las profesiones, las cuales obviamente no reemplazan las medidas legales y reglamentarias, pero las complementan, contribuyendo a la concientización pública, entregando identidad y legitimidad, mejorando la reputación y lo más interesante ayudando a recuperar la confianza quienes son los clientes, usuarios y público en general, quienes merecen obtener servicios profesionales, con un alto sentido del deber.
Por último quiero aclarar no es posible generalizar la falta de valores en los profesionales objeto de ésta columna, pues todavía existen profesionales ejemplares que realizan su trabajo bajo la premisa de principios que traen desde sus hogares, por ello la invitación es a rescatar las buenas prácticas que transcienden en el entorno y hacen que podamos hacer espejo la satisfacción de actuar con rectitud. Sin duda, lo anterior va también para profesionales de otras ciencias que deben conocer y practicar las virtudes de su quehacer laboral buscando beneficios que vallan más allá que el propio, siendo creadores, innovadores, confiables, agentes de cambio, proactivos, gestionadores y eminentemente éticos.
-El autor, Guido Asencio Gallardo, es Académico en el Dpto. de Ciencias Administrativas y Económicas Universidad de Los Lagos
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