Desde tiempos inmemoriales, cuando se quería disgustar a una determinada población con quienes les dirigían, el suministro de tales productos y sus canales de distribución fueron objeto de la cuidadosa atención de los desestabilizadores. Si logras interrumpir el flujo tienes garantizada una airada reacción de la población. Este procedimiento no tiene nada de novedoso: en los años de la presidencia de Salvador Allende lo vivimos en carne propia. Ahora se usa en Venezuela. ¿Dónde está la novedad?