A 45 años del Golpe de Estado contra el gobierno encabezado por Salvador Allende, es menester efectuar una revisión crítica respecto de dos hechos. El primero, en cuanto a aquella pseudo izquierda revolucionaria que mediante una serie de ínfulas acerca de “su poder de fuego y organización popular” se arrogaba la vanguardia y defensa del proceso de transformación social chileno; y, en segundo lugar, en cuanto a las secuelas estructurales que dejó el gobierno de Augusto Pinochet.