Piñera, con su provervial audacia y radical ausencia de escrúpulos, hizo lo que siempre el capitalismo durante su larga zaga de crisis cíclicas y recurrentes: proteger a la clase privilegiada de turno y condenar al resto a la ley natural de la sobrevivencia de los más aptos.
«Morirán los que tengan que morir», reconocen en privado; y todavía más íntimamente, que morirán los pobres y menos aptos para la supervivencia.
«Pero siempre fue así, y siempre será», se limitan a reflexionar.