El sacerdote construyó un sistema perfecto con el que no solo sustentó la obra del Padre Hurtado, haciendo crecer el Hogar de Cristo, sino que recobró el poder y la influencia en la élite que los jesuitas habían perdido tras la irrupción de otras órdenes, como el Opus Dei. El poder de sus amistades y benefactores le dieron un «halo» que sumió en la ceguera a sus cercanos, en donde a pesar de que «todos sabían» y se le veía cerca de mujeres jóvenes, «nadie sabía» del abuso y poder que ejercía sobre ellas.