Pocos meses después de la Revolución Islámica de Irán, el entonces dictador iraquí, Sadam Husein, alentado por algunos países árabes y occidentales, sobre todo EE.UU., invadió el país persa. Esto con la esperanza de derrocar a la recién establecida República Islámica.
Cuando el Ejército iraní se vio incapaz de enfrentarse al Ejército de Sadam Husein, respaldado por países árabes y occidentales, los voluntarios civiles se presentaron en la primera línea para defender su país y el nuevo sistema político por el que habían luchado durante mucho tiempo.
Entre los voluntarios había un pequeño aldeano desconocido llamado Qasem Soleimani, proveniente de la provincia de Kerman, en el sureste de Irán.