Muchos analistas políticos comparan el Rusia-Gate con el Water-Gate, así los dos personajes protagonistas – Nixon y Trump no sean iguales -, el primero, de origen humilde, pero de una inmoralidad rayando en el cinismo; el segundo, millonario, cuyo único interés consiste en el enriquecimiento ilimitado. Ambos comparten un narcisismo marcadamente patológico.