Es una vergüenza que la Cámara esté presidida por una persona sin ningún apego a la verdad y a lo que es correcto y decente. Manipula, presiona a diputados, crea obstáculos al Consejo de Ética. Es aún más vergonzoso que él, cínicamente, presida una sesión en la cual se decide la aceptación del juicio político de una persona muy correcta e irreprochable como es la presidenta Dilma Rousseff.