Pero el simpático Gorbi no fue ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, como dijo uno de por acá. Hoy es un remedo, una figura casi circense que recorre el mundo poniendo “la poruña” al mejor postor que pague por verlo. No cobra en rublos, sino en dólares y no importa si es un círculo de empresarios, un club de señoras o el Chuchunco F.C. Si pueden pagar, allá irá este fantasma al que el imperialismo le hizo creer un día que era el elegido de los dioses, salvador de una nación a la que el capitalismo quiso después repartirse como si fuera un botín de piratas.