El modus operandi para mostrar poder y el inicuo ejercicio de la justicia, impregnados de jerarquías políticas, sociales, raciales y, sobre todo, geoeconómicas, se develan en la cancha mundialista como en un espejo, que refleja en unos metros y en un par de horas, las alineaciones de las relaciones planetarias. Son ostensibles allí, los poderes fácticos transnacionales, que procuran controlar todo lo que se mueve en la cancha y sus inmediaciones, con reglas del juego similares a las que aplican al universo y sus alrededores.