Nacemos condenados a luchar todos los días, sin claudicar una sola jornada. Si mi bote se vuelca y muero, solo a mi familia le afectará. Cero protección de asistencia, me morí y hasta ahí llegamos.
En la otra vereda están los grandes empresarios industriales, los que sin ningún freno se apropian de la materia prima (peces y crustáceos) de nuestro mar. Sin pagar lo que deben, depredando sin freno y, como si fuera poco, adjudicándose derechos que nadie sabe de dónde los inventaron. Cuantos millones de dólares deja de recibir el Estado chileno por ese regalo subterráneo y pantanoso.