Cuando le arruiné la fiesta a Pinochet
Fue un impulso. Estaba a una persona del soldado con fusil que resguardaba la alfombra roja (sí, había alfombra roja) y me apoyé en los hombros del tipo que tenía al frente para adelantar mi cabeza hasta quedar lo más cerca del maldito y grité « asesino conchetumadre». Pinochet me miró aún riendo, pero su cara se desfiguró hasta transformarse en una mueca de desconcierto.
El peligro de la diversidad
[en el mundo] hay conflictos terribles por culpa de las diferencias étnicas y de identidad, de lo cual, se deduce, deberíamos renunciar al mayor logro de la Era moderna (y de otros períodos más antiguos) cuando se dejó de demonizar la diversidad y la igualdad en la diferencia, para convertirnos en lo que Fernando e Isabel lograron en España en 1492: la unidad de un país, no por la integración de lo diverso sino por la eliminación del otro: un país con una lengua única, una raza única, una religión única en la sociedad más diversa de la Europa de entonces. En 1492 los reyes católicos expulsaron a los judíos y a los moros, tan “hispanos” (o españoles, si forzamos la historia para adaptarla a la percepción del presente) como cualquier cristiano.