Pero la desastrosa operación represiva del viernes 4 de marzo, que tenía como objetivo apresar a Lula, tuvo como una de sus consecuencias desastrosas para la derecha brasileña, volver a poner a Lula en todas las pantallas de la televisión, con su carisma, sus análisis, sus propuestas. Permitió que Lula saliera del corner del ring donde lo mantenían, para retomar la iniciativa y la ofensiva. No solo para ubicar a la Red Globo y a sectores del Poder Judicial como enemigos de la democracia, sino también para reiterar que es candidato a la presidencia de Brasil en 2018 y que va a salir por todo el país, a partir de esta semana, a impulsar debates políticos.