De aquí el movimiento incesante de personas y cosas, de opiniones, modas y gustos. Quien más se mueve, quien avanza más de prisa que los demás, alcanzará antes que ellos y ellas cualquier meta pero, después de todo, la meta es lo de menos, porque la misma también es algo volátil, algo que una vez que se alcanza pierde sentido al ser obsoleto ante aquello que lo ha desplazado.
¿Podemos encontrar algo en Mons. Romero que nos ayude a plantarnos de otra manera ante esta cultura de lo líquido, lo inmediato y lo fácil?