En el plano político, el incesto que viene produciéndose al interior de la clase dirigente chilena es evidente. Los políticos y sus familias se relacionan entre ellos y sus hijos se casan con las hijas de sus colegas, dando lugar a una “gran familia” cuyos tentáculos y relaciones personales han logrado ocupar la totalidad del espacio público, debilitando la independencia de los poderes del Estado y haciendo aparecer sus necesidades individuales como necesidades del Estado.