La «doctrina Cheyre» fue una farsa. No hubo revisión, ni mirada crítica sobre la función del ejército en los 17 años de dictadura; menos un verdadero acto de contrición. Fueron el pilar fundamental de la política sistemática de represión criminal por parte del Estado. Acciones que deshonran y mancillan las monsergas de «valentía», «hombría», «honor», «patriotismo»; que esgrimen los «hoy perseguidos». Los pactos de silencio a 45 años, aún perviven, igual que las complicidades y condescendencias que brindan a un criminal cómo Krassnoff Marchenko.  
Homenajear a un genocida, en cualquier “país serio” del mundo al comandante en jefe se le habría pedido la renuncia de inmediato.