Con su partida, Argentina pierde al más consecuente defensor de las causas justas. No hubo quien con ese coraje pusiera en evidencia a los asesinos y a los verdugos que actuaron desde la impunidad del poder. Quizás por eso, el dolor por su ausencia no quedó en las redacciones, en las librerías, en los barrios de Buenos Aires, o en la casa de las Madres, sino que se extendió hasta los pueblos más lejanos del territorio con cuyos habitantes vivió comprometido. El “historiador Felipe Pigna dijo que » el mejor homenaje que podemos hacerle es leerlo, recordar su coherencia y seguir su lucha, es lo que más le hubiera gustado”.